sábado, 7 de junio de 2014

CAMBIOS SOSEGADOS

España, 36 años después de promulgarse la Constitución vigente, atraviesa unos momentos muy delicados. Estamos inmersos en una situación de crisis económica que castiga muy duramente a capas muy amplias de la sociedad española en la que millones de familias están sufriendo privaciones sin cuento, consecuencia de las desacertadas políticas aplicadas. La corrupción de muchos políticos y de algunos partidos que permanece casi siempre en la impunidad, junto al mantenimiento de privilegios injustificados de la clase dirigente ha llevado a la desafección de muchos ciudadanos con el sistema actual. La mayoría de las instituciones, arrastradas por la injerencia de los políticos, están en sus horas más bajas empezando por la Corona a la que, episodios de corrupción y de comportamientos no acordes con lo esperado de ella, han sumido en el descrédito. A todo esto hay que añadir la existencia de movimientos secesionistas muy apreciables en Cataluña y que empiezan a atisbarse en el País Vasco.

 Esta situación que es muy compleja ha llevado a numerosos ciudadanos a plantearse si el sistema nacido de la Constitución del 78 está finiquitado y se necesita una revisión a fondo de la misma para adaptarla a las circunstancias actuales muy distintas de las existentes a la muerte de Franco.

 El “stablishment” político y los poderes fácticos: banqueros, grandes empresarios y grandes capitales, que a pesar de la crisis siguen engordando sus carteras, no quieren ni oír hablar de revisión alguna y pretenden que todo siga como hasta ahora dados los beneficios que les aporta. Manejan la opinión publicada y los resortes económicos y de influencia que les permiten mantener su "status" de privilegio.

La abdicación del rey Juan Carlos I, cuyo reinado no ha sido tan exitoso como cuentan los medios turiferarios del régimen, por desgracia casi todos, sino que ha tenido luces y también algunas sombras, quizás sea un buen momento para plantearse una revisión a fondo de nuestra Carta Magna, que dé solución a la compleja problemática que abruma a nuestro país.

Pero ha de hacerse de una forma tranquila y sosegada y no sobre la base de algaradas callejeras, sino cumpliendo la ley y buscando fórmulas legales para su revisión.

La misma habría de comenzar por dilucidar la forma de estado. La transición se realizó a partir de unas premisas que correspondían a un pacto entre fuerzas políticas a la salida de una dictadura y lo importante, más que optar por el tipo de estado, monarquía o república, era alcanzar la democracia tan anhelada por los españoles después de casi 40 años sin libertad. Ese era el objetivo primordial en aquellos momentos.

Hoy día ni las circunstancias ni las personas son iguales a las de entonces. Habría que pensar seriamente si no sería conveniente someter en primer lugar a referéndum la forma de estado, teniendo en cuenta además que el 67 % de los españoles de hoy no tuvo oportunidad de votar la Constitución de 1978. La primera de nuestras leyes no puede ser un cuerpo legal estático, ha de ser dinámico y revisada cuando las circunstancias lo aconsejen. Y estamos en una encrucijada que así lo recomienda.  

No se debe tener miedo al voto de la ciudadanía. La democracia consiste en eso precisamente, en que los ciudadanos puedan pronunciarse ante acontecimientos que marcan sus vidas. Y si la monarquía es una forma de estado querida por los electores saldrá triunfante en las urnas y además reforzada y prestigiada. Y si no es así habrá que aceptar el veredicto del pueblo. Aun a riesgo de que pudiera equivocarse. Pero esa es la grandeza del sistema de votaciones libres.

Pero todo este proceso revisionista ha de llevarse a cabo en un clima de sosiego, de tranquilidad y de normalidad evitando que extremistas de uno u otro signo o los poderes fácticos con su ambición desmedida pudieran dar al traste con el procedimiento y llevarnos a situaciones vividas en España que nadie desea. Ese es el reto. Hay que buscar soluciones. Y recordar, como ya predijo creo que Cicerón, que “los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla”. ¡Oído al parche¡

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