martes, 22 de marzo de 2016

LA SEMANA SANTA DE ANTES Y LA ACTUAL

Nací en tiempos de Franco y del nacional catolicismo. Como muchos que hoy vivimos en España. Mis abuelos y mis padres no habían nacido en el nacional catolicismo franquista. Como otros muchos que habitaban en la España de entonces. Todos celebrábamos la Semana Santa con gran fervor religioso, ya que era una tradición española y un sentimiento que había arraigado muy dentro de la población. O al menos de una gran parte de ella.

Por entonces los desfiles procesionales con las imágenes de la Pasión, en mi ciudad natal Plasencia, concitaban la atención de millares de personas que se congregaban para presenciarlos o participar directamente en los mismos. Gentes de todas las edades nacidos antes o en tiempos de la dictadura. Pienso que nadie les obligaba a participar en ellos o a presenciarlos. Se podían haber quedado en su casa al modo como lo hacía la parte de la población que no asistía a los mismos.

41 años después de la muerte del dictador y algunos más de la desaparición del nacional catolicismo, los desfiles procesionales de Semana Santa en pueblos y ciudades de España siguen atrayendo la presencia como espectadores o propiciando la participación directa de millones de personas. ¿Por qué se produce esta circunstancia, dada la libertad total de culto que hay en España? ¿Alguien obliga a esos millones de españoles a participar pasiva o activamente en esos desfiles procesionales o lo hacen libremente?

La respuesta es muy simple. Porque la Semana Santa es una tradición religiosa española, que está dentro del corazón de una gran parte de la población y es trasmitida de padres a hijos. Mi abuelo paterno, que fue mi guía en la infancia, me fue explicando el significado de cada uno de los pasos y de las ceremonias religiosas a las que me llevaba asido a su sabia mano. Junto con la tradición de la Semana Santa aprovechó para inculcarme otros principios y valores éticos como la honestidad, la bonhomía, el respeto a los demás y a sus ideas y la necesidad de esforzarse para alcanzar las metas previstas sin pisar ni denigrar al prójimo.

Y esto ocurría en miles de casos como el mío. Por eso la Semana Santa, a pesar de que una buena parte de los españoles hayan dejado de ser practicantes asiduos de la religión católica, pervive en sus corazones porque esta tradición la recibieron de sus antepasados y ellos también la transmiten a sus hijos.

Desde alguna de las nuevas fuerzas políticas emergentes, haciendo gala de un anticlericalismo trasnochado, comienzan a lanzarse furibundos ataques y diatribas contra la Semana Santa, argumentando que como somos un estado aconfesional, hay que prohibir estas manifestaciones de fervor religioso católico en las calles. Por supuesto los desfiles LGTB, muy respetables por cierto, sí que gozan de su incondicional apoyo.

En el colmo de la estulticia y de la falta de ideas y argumentos abogan, entre otras lindezas, por cambiar el nombre de la Semana Santa por el de la Semana de Festividades. En su ignorancia cargada de sectarismo quieren eliminar de un plumazo toda una tradición histórica del pueblo español. Con la cantidad de problemas que los políticos deberían resolver para mejorar la vida de los ciudadanos, algunos de ellos pierden el tiempo en estas bagatelas.

A pesar de su machaconería tengo la impresión de que no lo van a conseguir. Al menos a medio plazo. A largo plazo es posible porque seguirán manipulando desde sus poltronas. Pero ya se verá. La Semana Santa de 2016, si el tiempo no lo impide como en los toros, seguirá concitando el seguimiento de millones de personas en todos los pueblos de España. Porque lo que está en el corazón por sentimiento es muy difícil eliminarlo. Aunque lo seguirán intentando. Su sectario analfabetismo no da para más. Eso sí sólo atacan a la Iglesia católica. Debe de ser porque es la única que suele poner la otra mejilla.

Aunque para finiquitar la Semana Santa van a tener que encontrar argumentos de bastante más enjundia que los que han utilizado hasta ahora.

No son capaces de calibrar que muchos españoles se aferran a un ente superior por encima de la naturaleza humana con la esperanza de que no se acabará todo después de la muerte. Y la Semana Santa es un símbolo tradicional de ese futuro porque es la representación humana de ese ente que nos trasciende. Tal vez si se dieran una vuelta por los desfiles procesionales y observaran atentamente, encontrarían la explicación de por qué muchos ciudadanos se emocionan al paso de unas tallas que representan a un hombre que se sacrificó por la Humanidad y como Dios le piden ayuda y misericordia para esta y para la otra vida. Aunque después no vayan a Misa.

Adelanto la publicación por la Semana Santa que espero sea muy feliz para todos, con mi gratitud por vuestra generosidad en el tiempo que dedicáis a este blog.



viernes, 18 de marzo de 2016

LAS DIPUTACIONES PROVINCIALES ¿SON NECESARIAS?

Cuando se redactó y promulgó nuestra Constitución de 1978 que consagró en España el Estado de las Autonomías, se cometió en mi opinión un serio error. Fue el de mantener las diputaciones provinciales con carácter general y suprimirlas únicamente en las autonomías uniprovinciales no forales: Asturias, Cantabria, La Rioja, Madrid y Murcia. En estas comunidades autónomas las funciones de las diputaciones fueron asumidas por la administración autonómica correspondiente. Sin que se produjese el más mínimo problema.

¿Por qué no se hizo igual con el resto de las comunidades autónomas que abarcan más de una provincia? Se argumentó con un razonamiento ciertamente endeble: al existir varias provincias en dichas autonomías podrían verse deterioradas las actuaciones de ayuda a la gestión económica – administrativa de los municipios menores de 20.000 habitantes. 

Como lo que se pretendía en nuestra Carta Magna era dar forma a un nuevo estado autonómico y descentralizado, las diputaciones provinciales sobraban porque llevan a cabo actuaciones que se superpondrían con las de la nueva administración autonómica, lo que daría lugar a un encarecimiento del modelo administrativo.

Habría sido suficiente con crear una Consejería de Administración Local en el organigrama autonómico para que asumiese las funciones de las diputaciones y al tiempo transferir los empleados de estos entes a la estructura de la administración autonómica en función del tipo de actividad que estuviesen realizando. Seguro que los problemas suscitados habrían sido de mucha menor envergadura que los que hubo que solventar con la transferencia de los funcionarios de la Administración del Estado a la Administración Autonómica.

Las diputaciones provinciales existen en España desde 1836 y han llevado a cabo una labor encomiable de ayuda a los municipios para resolver problemas que, por sus dimensiones, les superarían sobre todo a los más pequeños. Pero cuando surge la figura de la Comunidad Autónoma y existe además la posibilidad de que se creen Mancomunidades de varios ayuntamientos para la prestación de servicios básicos, la permanencia de las diputaciones provinciales no tiene ningún sentido ni administrativo ni económico. Un modelo con cuatro  administraciones en el territorio: ayuntamientos y mancomunidades, diputaciones, autonomía y estado resulta ser altamente oneroso.

Los defensores de su continuidad se encuentran en el ámbito político – los que más han elevado su protesta ante su posible desaparición han sido precisamente los actuales presidentes -  pues estas instituciones sirven de refugio a personajes públicos que o bien pertenecen a un partido que habiendo perdido las elecciones generales  encuentran allí acomodo o bien habiéndolas ganado les permite acceder a algunos sillones con bastante poder lo que siempre es del agrado de los políticos profesionales. En conclusión, suelen ser partidarios acérrimos de su continuidad aquellos que viven un año tras otro de la cosa pública, porque no tienen otro oficio, ni beneficio, que pueda proveerles de ingresos ni de lejos parecidos a los que perciben en esos puestos.

Por eso son contrarios a su desaparición, ya que no se paran a pensar los costes que su mantenimiento puede ocasionar al erario público. Gasto por otra parte innecesario pues sus competencias puede desarrollarlas a la perfección la administración autonómica que cuenta con mejores medios y tiene la posibilidad de lograr unos efectos sinérgicos mucho más importantes.

Pongo un ejemplo. La red viaria local de tercer orden en la que son competentes las diputaciones provinciales puede transferirse sin ningún menoscabo a la Comunidad Autónoma que la integrará en su red de carreteras sin el menor problema. Los funcionarios que prestan servicio en la diputación en esta materia, pasarán a la correspondiente consejería competente en carreteras, a la que podrán seguir aportando los conocimientos que tienen en este tipo de infraestructuras, manteniendo sus derechos en igualdad con el de los otros funcionarios que hacen trabajos similares.

Y así con el resto de las competencias ¿Dónde está pues el problema? Radica como siempre en los políticos que prefieren mantener sus poltronas y sus privilegios. No se olvide que una provincia de hasta 500.000 habitantes mantiene 25 diputados y de 500.000 habitantes hasta 1 millón, 27.

En el caso de Extremadura habría que seguir sosteniendo dos sedes presidenciales, dos presidentes y cincuenta diputados provinciales con la parafernalia de remuneraciones, edificios, vehículos e infraestructura que conllevan.

Se cometió un grave error en nuestra Carta Magna de 1978 y ahora sería conveniente rectificarlo. Ya veremos si se puede. Me temo que no será fácil.

viernes, 11 de marzo de 2016

EL FERROCARRIL RUTA DE LA PLATA

La Junta de Extremadura en su irreflexiva deriva hacia las políticas verdes, ha hecho pública su satisfacción porque la línea férrea de la Ruta de la Plata, cerrada al tráfico en 1985, vaya a ser transformada en una vía verde en el tramo comprendido entre Béjar y Plasencia. Esta actuación conllevaría su definitivo desmantelamiento.

Una vez más nos encontramos ante un episodio que demuestra una acusada falta de visión de los políticos extremeños en relación con nuestras infraestructuras estratégicas de transporte. Esta ceguera favorece el aislamiento de Extremadura y por tanto se convierte en una apuesta segura para que esta región llegue a ser un paraje natural casi virgen, en lugar de aspirar a constituirse en un territorio con una actividad económica suficiente que permita unos niveles de desarrollo y renta dignos para sus ciudadanos.

Este alborozo mostrado por la Junta de Extremadura por el inicio de la transformación de dicha línea férrea en una vía verde, nos lleva a considerar que a los gobernantes autonómicos les importa un rábano que esta infraestructura estratégica desaparezca bajo el manto medioambiental y por otro lado es signo de que no dan importancia alguna a las consecuencias que para la comunidad autónoma puedan derivarse de su desaparición definitiva.

Los esfuerzos y presiones de la Junta de Extremadura en lugar de ir dirigidos a la conversión en una vía verde de esta infraestructura, deberían centrarse en la recuperación y rehabilitación de un itinerario ferroviario que es estratégico para la región, exigir su integración en la red nacional, mejorar su trazado, electrificarlo y abrirlo al tráfico cuanto antes, de forma que se convierta en la vía de salida de los productos extremeños hacia el norte de España: Asturias, Galicia, Cantabria y el País Vasco y el enlace con el futuro eje Atlántico transeuropeo lo que permitiría que nuestras mercancías tuvieran una salida fácil, rápida y la más barata posible hacia los mercados de la UE. Claro que para eso hay que producir bienes y equipos, lo que no será el caso extremeño dado el camino que llevamos.

La Ruta de la Plata es una vía fundamental y vertebradora de Extremadura y se ha de luchar por su mantenimiento y mejora. Atraviesa la región de norte a sur y es una salida importantísima para los productos extremeños tanto hacia el eje Atlántico y el norte de España como hacia los puertos y grandes plataformas logísticas del Sur: Huelva, Sevilla o Algeciras  lo que permitirá nuestra unión con mercados de futuro como es África.

Creo que la Junta de Extremadura y su Presidente deberían oponerse firmemente a esta conversión en vía verde, ya que sus beneficios serán muy limitados en comparación con los que para la región supondrían el mantenimiento y rehabilitación de esta infraestructura de transporte tanto de pasajeros como de mercancías.

Las circunstancias que había en el año 1985 cuando se cerró al tráfico la línea, no son en nada parecidas a las existentes en el siglo XXI, ni las perspectivas de futuro tampoco. Cuando se decidió clausurar la Ruta de la Plata ni siquiera España había entrado en la UE. Hoy existen unas condiciones sociales y económicas muy distintas a las que había entonces.

Por parte de los dirigentes autonómicos extremeños debería llevarse a cabo una profunda reflexión sobre el mantenimiento de esta línea de ferrocarril, si de verdad se quiere que Extremadura no se convierta en un parque natural, con un desarrollo económico muy limitado y con un futuro de región subvencionada siempre a expensas de lo que quieran darnos y no de lo que nosotros podamos generar con nuestra actividad económica y nuestro trabajo.

La Junta de Extremadura con Fernández Vara a la cabeza debería de inmediato poner freno a este despropósito. Si no se opone con decisión y contundencia colaborará a la gestación de un disparate más que se unirá al cúmulo de ellos que hemos sufrido en la región tales como la refinería o la Marina de Valdecañas, que están hundiendo en el furgón de cola del desarrollo a esta bellísima tierra, maltratada a lo largo de su historia por decisiones políticas, que siempre la han dejado al margen del progreso que experimentaba el resto de España.

Este dislate de convertir la línea ferroviaria de la Ruta de la Plata en una vía verde puede ser uno más en nuestra historia, que contribuirá a agravar el aislamiento que  padece Extremadura. ¡Hay que impedirlo, ya¡




viernes, 4 de marzo de 2016

UNOS DIALOGAN Y OTROS NO

La fragmentación en la composición del Congreso de los Diputados consecuencia de los resultados electorales del 20 D, da a entender que los votantes están sugiriendo a los partidos políticos la conveniencia de dialogar para obtener mayorías que permitan el gobierno de España.

El PP pese a su victoria, que podría calificarse como pírrica, ha contado con pocos o ningún apoyo de otras formaciones, fundamentalmente por dos razones: la política de rodillo aplicada desde su mayoría absoluta en la última legislatura y procesos de corrupción que, a diferencia de otros partidos, afectan a la esencia del mismo pues se refieren a su financiación irregular obtenida por un entramado muy amplio de degeneración que incluye a sus vertientes nacional, autonómica y local.

Rajoy constatada la imposibilidad de encontrar socios, declinó la invitación que le hizo el Jefe del Estado para que intentara formar gobierno. A partir de su negativa, adoptó una posición como la del perro del hortelano cuando el Rey solicitó al siguiente partido en número de votos, el PSOE, que tomara su relevo.

El PSOE empezó mirando a su izquierda, a Podemos, y se encontró con un líder prepotente, ensoberbecido, aplicando las mismas tácticas que utiliza en la universidad en donde se ha erigido en el rey del mambo, gracias al materia tan dúctil y maleable que se maneja allí. Iglesias, 69 diputados, solamente 42 directamente suyos,  después de asegurar que no se fiaba de los socialistas, nombró a Pedro Sánchez presidente del gobierno con vocación de jarrón chino, se adjudicó para sí la vicepresidencia ejecutiva y los principales ministerios y regaló uno a IU. Nada de programa, primero los cargos y el control del cotarro: Interior, CNI, Fuerzas Armadas, RTVE. Y el CIS para Monedero. Vamos como en los mejores tiempos del Soviet Supremo.  

Ante esta tesitura Sánchez hubo de mirar al centro derecha, complemento de la ubicación natural del PSOE que es el centro izquierda, posición que le ha permitido ser el partido que, arropado por millones de votos, más tiempo ha gobernado en España desde la transición y el que ha aportado las políticas más sociales y progresistas a nuestro país.

Allí se ha encontrado con Rivera, un político joven bastante centrado, con un modelo reformista, proclive al diálogo y con una idea muy clara de lo que ha de ser España en su unidad avalada por su experiencia en Cataluña. Y aquí sí que el PSOE ha  hallado posibilidades de hablar y de hacer bueno el mandato de los electores de que los partidos habrían de entenderse. Y a trancas y barrancas los dos partidos - han tenido que ceder ambos -  han llegado a un acuerdo que, con bastantes lagunas, puede considerarse un buen principio para regenerar las políticas aplicadas por Rajoy durante cuatro años y mejorar las condiciones de la población recuperando buena parte del estado de bienestar que tanto han deteriorado los populares.

Este acuerdo no tiene recorrido real pues con 130 diputados es imposible un gobierno estable, pero podría ser el principio de un acuerdo más amplio, si el PP fuese generoso, ya que su situación de corrupción aconseja un tiempo en la oposición para regenerar el partido. Podría realizar un esfuerzo de altruismo para abstenerse y permitir el gobierno PSOE – C’s, apoyando posteriormente las reformas constitucionales a llevar a cabo una vez consensuadas con ellos.

El PP puede argumentar que es el partido más votado (123 escaños) y eso es indiscutible, pero su situación actual y la de su líder - debería haber asumido hace tiempo responsabilidades políticas por la corrupción que invade esta formación - aconsejarían un apoyo al pacto PSOE – C’s (130 escaños) desde una oposición responsable. Seguro que los electores valorarían esta manera de proceder para futuros comicios. Digamos que el PP haría una inversión a medio plazo. Pero dudo que Rajoy aferrado a su cargo tenga ese ataque de clarividencia.

Esto permitiría sacar del juego a Podemos un partido de izquierda radical, disfrazado de socialdemócrata, de fundamentos inmorales pues deja a un lado sus principios con tal de pillar cacho, aplicando de paso métodos maquiavélicos. De este modo evitaríamos: reinas magas, padrenuestros del coño y la vagina, titiriteros,  semana de festividades en sustitución de la Semana Santa, prepotencia, nepotismo, postureo y chupe de cámara con niño mamando y “pico” de Iglesias incluidos, que es lo único que han hecho hasta ahora con el objetivo de conseguir su reflejo en los medios de comunicación.

Pero el nivel de nuestros políticos es bastante mediocre y se avizoran nuevas elecciones con gran alborozo de Podemos. Esperemos que los votantes sepan valorar  a los partidos que en base al diálogo buscaron una salida de gobierno y se hayan dado cuenta del humo y las utopías inviables que vende Podemos.