viernes, 28 de agosto de 2020


¿HABRÁ GUERRA DEL AGUA CON LOS REGANTES?

En unas recientes declaraciones concedidas a Europa Press, la ministra para la Transición Ecológica y vicepresidenta cuarta del gobierno, manifiesta que confía en que no habrá guerra del agua con los agricultores regantes ante la próxima redacción de los planes hidrológicos del tercer ciclo de planificación (2021 – 2027).

Los regantes han tenido mala suerte con la posición ambientalista que mantiene esta ministra. Después de sus desafortunadas declaraciones sobre el diésel, que han provocado estragos sociales y económicos en el sector automovilístico, y de su intento de cargarse la cogeneración, ahora parece ser que le toca al mundo del agua. Y especialmente a los regantes que, según parece, forman un conjunto de despilfarradores de un recurso tan importante y “precioso” como es el agua.

En su entrevista, la ministra santifica la Directiva Marco del Agua (DMA). Cuando sabe o debiera saber que esta directiva de corte ambientalista que regula el uso del agua en la UE, está redactada para unas condiciones que no son precisamente las de España. Puede que se adapte bien a climas del centro y norte de Europa, pero deja fuera las características específicas del clima mediterráneo que se dan principalmente en Portugal, España, parte de Francia, Italia y Grecia. Y por eso no regula adecuadamente los problemas del regadío, que es un uso fundamental desde un punto de vista económico y social en los países del sur de Europa.  

Les pongo un ejemplo. Mientras que en la mayor parte de Europa los cursos de agua presentan caudales de importancia a lo largo del año, en España durante el estiaje los caudales en régimen natural de una gran parte de nuestros ríos son prácticamente nulos. Para conseguir un buen estado de las masas de agua se establecen, como restricción previa a los usos económicos del agua, unos caudales ecológicos circulantes durante todo el año. En verano, en España, hay que suministrarlos desde los embalses de regulación existentes, lo que afecta sin duda a la garantía de los usos y especialmente del regadío. Y esto se aplica con carácter retroactivo ilegalmente, en mi opinión, ya que la DMA se publica en el año 2000 y existen usos afectados negativamente muy anteriores a esa fecha de promulgación.

El hecho de suponer por parte de la ministra que exista la posibilidad de que se dé una guerra del agua, denota que este alto cargo del gobierno no debe de tener la conciencia muy tranquila en sus propósitos sobre el futuro del uso del agua en el regadío. Si estima que pudiera haber confrontación es porque entiende que los regantes se sentirán perjudicados por sus futuras disposiciones normativas y reaccionarán en contra.

Además, con un estilo bastante lamentable, amenaza veladamente a los regantes argumentando que, si no hacen un uso adecuado del agua, que es el que ella diga, los consumidores dejarán de comprar los productos del regadío. Amenaza sibilina que no va a tener consecuencia alguna. Los ciudadanos, en general, no dejarán de comprar los productos del campo español porque lo diga la ministra. Entre otras cosas porque suelen comer tres veces al día. Y el regadío es el principal suministrador al abastecimiento alimentario en España.

La ministra parece ignorar determinados aspectos de los regadíos españoles que los hacen ser un sector estratégico para España. Tal y como se ha demostrado en el transcurso de los períodos más difíciles de la última pandemia. En ningún momento han faltado alimentos en el mercado español. Y los regadíos son principales protagonistas de este hecho y, además, producen un elevado nivel de exportaciones. Y de paso funcionan como sumideros de CO2 de cara al cambio climático.

Por otra parte, parece que no es consciente del importante esfuerzo económico que nuestros regantes y sus Comunidades, han llevado a cabo en la modernización de millones de hectáreas de regadío, buscando una mejor eficiencia en el uso del agua.  En España, alrededor de 2 millones de hectáreas, ya se riegan por goteo. Lo que ha originado un considerable ahorro de recursos hídricos en el riego. Resulta preocupante que en el ministerio responsable del agua ignoren estas cuestiones. Estaría bien que sus colegas del ministerio de Agricultura, del que todavía dependen los regadíos, se lo recordaran. Aunque lo dudo.

Están empeñados en aplicar una disposición de la DMA, por la que hay que recuperar los costes del agua incluidos no solo los costes del servicio, sino los ambientales y los del recurso. Estos dos últimos costes son de una ambigüedad total en su definición. Aquí han tirado por la calle del medio y pretenden repercutir en los usuarios del agua la totalidad del coste de los programas de medidas de los planes hidrológicos destinados a mejorar el estado de las masas de agua.

Con este modo de proceder, los costes del agua para los regantes sufrirán importantes incrementos y muchas explotaciones cuya capacidad de pago se encuentra en el límite resultarán afectadas y procederán a su cierre. Que parece ser que es el objetivo de algunos en el ministerio de marras. Luego vendrá lo de la despoblación, el desabastecimiento y todas esas minucias de las que la ministra y sus adláteres no parecen ser conscientes.

Por cierto, que en el ministerio olvidan que en el artículo 9 de la DMA existe un apartado que dispone que, para un mejor cumplimiento de sus disposiciones, pueden tenerse en cuenta las características climáticas y geográficas, y los efectos sociales, medioambientales y económicos que puedan producirse y suspenderse su aplicación. A ver si lo tienen en cuenta. Si no, es posible que haya guerra del agua. Y en las guerras perdemos todos. Incluida la ministra.

Por cierto, tendría que haber puesto más énfasis en el problema de los miles y miles de aprovechamientos ilegales que su ministerio debería clausurar. Así podría empezarse a ahorrar agua ¿o no?


viernes, 21 de agosto de 2020


EXTREMADURA: LAS MEJORES CARRETERAS DE ESPAÑA

Extremadura se encuentra a la cola de España en algunos importantes indicadores económicos: PIB o Renta “per cápita” entre otros. Pero no todo está tan mal en nuestra comunidad autónoma. Por ejemplo, la red de carreteras extremeñas es de las mejores, si no la mejor de nuestro país. Y esto debe de ser puesto de relieve para ser justos.

Como es sabido la seguridad vial tiene tres elementos que la determinan: los conductores en su comportamiento al volante, su destreza en la conducción y el cumplimiento de las normas de circulación; el estado de los vehículos normalmente ligado a la antigüedad del parque automovilístico, y el estado de las carreteras. De la interacción de estos tres elementos se obtiene el mayor o menor grado de seguridad vial en una red de carreteras.

La Asociación Española de la Carretera (AEC) es una entidad independiente de gran prestigio que agrupa a empresas, técnicos y organismos relacionados con las carreteras. Lleva a cabo cada dos años un estudio de auditoría sobre el estado de la red de carreteras españolas. Sus resultados además de a nivel nacional son desagregados a nivel autonómico.

Se analizan tres componentes principales: estado del pavimento, señalización y balizamiento en la red de carreteras nacional y en la autonómica o foral.

Los datos del estudio llevado a cabo en 2020, sobre unos 100.000 km de carreteras españolas (25.000 km de la red nacional y 75.000 de la red autonómica y foral) concluyen que el estado actual de las mismas es el peor de los últimos tiempos. Los recortes consecuencia de la crisis de 2008 que han traído consigo la disminución de las inversiones en conservación de la red de carreteras nos han llevado a que, según el estudio de la AEC, 10.000 km (el 10 %) de la longitud estudiada presenta un estado calificado como muy deficiente, lo que implica deterioros graves en más del 50 % de la superficie del firme.

Y no sólo eso. Desde el estudio anterior de la AEC, el índice medio ha descendido de 152 a 141 en las carreteras nacionales (11 puntos) y algo menos en las carreteras autonómicas 131 a 127 (4 puntos). La crisis y la reducción de inversión en conservación y mantenimiento de nuestro patrimonio viario está pasando factura a nuestra red de carreteras y por tanto al nivel de seguridad vial de las mismas.

Lo que llama la atención es que Extremadura, dentro del mal estado general de la red, es la comunidad autónoma que alcanza mejor puntuación entre todas (182) en relación al estado de sus carreteras. Le siguen País Vasco (178) y Comunidad Valenciana (164). Por detrás se encuentra Madrid (142). Cataluña alcanza los 131 puntos, muy lejos de los extremeños. Lo que demuestra que, para gestionar bien una administración en este caso la de carreteras, no hace falta tener aspiraciones independentistas.

Extremadura es la comunidad autónoma cuyo índice (182) más se aproxima al estado de aceptable (valor del índice de 200 a 300) aunque no llega a alcanzarlo. Le siguen las del País Vasco (178). Lo que indica que las carreteras del resto de las regiones se encuentran en estado deficiente o muy deficiente y lejos del nivel de aceptable.

El estudio de la AEC estima unas necesidades de inversión para mejorar los desperfectos existentes en la red viaria de carreteras de 2.224 M€ en los 25.000 km de carreteras nacionales y de 4.784 M€ en los 75.000 km de carreteras autonómicas y forales.

Estas importantes inversiones son imprescindibles para tener las carreteras de España en un nivel de conservación aceptable y poder así mantener en adecuadas condiciones para la seguridad vial nuestro patrimonio viario.

Cuando ocupé la Dirección General de Infraestructuras y Agua de la Junta de Extremadura, me llamó poderosamente la atención que algunos colegas de otras comunidades autónomas que habían estado en Extremadura, destacaban el buen estado de la red de carreteras de la región y me felicitaban por ello.

Y es que una de las prioridades de la Junta de Extremadura cuando recibió las transferencias de la red autonómica de carreteras en 1984, fue el conseguir mejorar la red y mantener un buen estado de la misma. Una región tan extensa como Extremadura necesita una potente red de carreteras para comunicar con facilidad los numerosos núcleos de población que la constituyen. Y a esta política de comunicación ha dedicado importantes esfuerzos la administración autonómica. Tantos que ha llegado a construir dos autovías autonómicas muy necesarias para la región: la EX – A1 en el Norte de Cáceres y la EX – A2 en las Vegas Altas.

Por otra parte, la Administración General del Estado ha mantenido en buenas condiciones la red de carreteras de su competencia y especialmente las autovías A5 de Madrid a Badajoz y la A 66 Ruta de la Plata a su paso por la región.

Se demuestra en ambos casos que se ha hecho un uso adecuado de las importantes cantidades de fondos estructurales europeos que se han destinado a la red viaria extremeña.

Y de ahí que Extremadura ocupe el primer lugar nacional por el estado de su red viaria de carreteras. Y el hecho debe de ser destacado y felicitar a las administraciones nacional y autonómica extremeña por ello. Es de justicia.

Con esta entrada reanudo las publicaciones en el blog, tras el período vacacional. Gracias a los amables lectores por el tiempo que me dedican.