viernes, 25 de septiembre de 2020

 

EXTERNALIDADES POSITIVAS DEL REGADÍO

Bajo este título, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE) ha patrocinado y editado un libro, para dar a conocer los aspectos positivos que los regadíos españoles presentan en diferentes ámbitos: técnicos, sociales, económicos y ambientales.

Ha sido coordinado por el catedrático de la Universidad de Córdoba, Julio Berbel, y sus capítulos han sido redactados por expertos en diferentes aspectos que se dan en los regadíos: desde el paisaje, al uso de las nuevas tecnologías, pasando por perspectivas energéticas, medioambientales, alimentarias y en su relación con el cambio climático.

He tenido la oportunidad de participar en la redacción de dicho libro, escribiendo el capítulo 8 titulado Los Regadíos ante el Cambio Climático.

La intención de FENACORE es la de salir al paso, con trabajos argumentados y razonados, de ciertas opiniones contrarias a los regadíos que parecen tomar forma en algunos ámbitos de la sociedad española, especialmente en ciertos coros ambientalistas, que les tienen declarada una guerra sin fundamento alguno.

Los regadíos son un elemento imprescindible en el sector agrario español dadas las características climáticas de la mayor parte de nuestro territorio. Climas mediterráneos de la clasificación de PAPADAKIS, exigen la presencia de agua para poder obtener cultivos en el período seco, entre mayo y octubre aproximadamente, o en los cultivos forzados de invierno.

Y por eso el regadío existe en España desde tiempos inmemoriales. Las presas de Proserpina o Cornalvo, en Extremadura, dan idea de la antigüedad de nuestros sistemas de riego. O las instalaciones de la época árabe con diferentes artilugios hidráulicos para utilizar el agua.

Los regadíos han ido modelando un nuevo paisaje en nuestras áridas y secas tierras. Un paisaje cultural nuevo con un parcelario verde y sus estructuras lineales: canales, acequias o desagües bordeados la mayor parte de las veces por árboles de diversos tipos. Un paisaje de verdor estival que calma la vista y destaca sobre la aridez de los secanos próximos.

También el regadío es un elemento fundamental para asegurar el abastecimiento alimentario de nuestra población nacional, extrapolable a los regadíos del mundo en relación con la alimentación de los habitantes de la Tierra que serán unos 9.500 millones en el año 2050. Contribuyó a nutrir a 47 millones de españoles, y a más de 80 millones de foráneos que nos visitaron en el año 2019, último año normal de nuestras vidas. Aunque la seguridad alimentaria habrá que conseguirla aumentando la productividad de los regadíos: más producción por unidad de agua utilizada.

El regadío se muestra como un elemento fundamental en el desarrollo de muchas áreas españolas. Dinamiza la economía, genera rentas y empleo y fija la población en el territorio evitando su despoblamiento. Las áreas que resisten el despoblamiento español tienen regadíos en explotación. En las áreas de riego proliferan industrias agroalimentarias y también empresas auxiliares de suministros al regadío (maquinaria agrícola, fitosanitarios, fertilizantes…etc.) y se desarrolla una mayor actividad socioeconómica.

El regadío genera el 64 % de la producción final agrícola, utilizando solamente el 22,5 % de la superficie cultivada. Es un sistema mucho más intensivo y productivo que el secano y permite una mayor versatilidad en la distribución de cultivos.

Además, el regadío es un elemento muy importante en la mitigación de los efectos del cambio climático. Sus superficies cultivadas a través de la función clorofílica fijadora de CO2, actúan como sumideros de este gas al existir un balance positivo entre el CO2 fijado en la fotosíntesis y el emitido en los procesos de destrucción de la materia orgánica. Por esta razón el regadío debiera ser recompensado con una mejor fiscalidad por su contribución a la mejora del medioambiente.

Por otra parte, el regadío español a través de sus Comunidades de regantes, desde finales del siglo XX, ha hecho y sigue haciendo un considerable esfuerzo, para modernizar los regadíos buscando aplicar el agua con una mayor eficiencia y haciendo el regadío más sostenible. Alrededor del 53 % de la superficie de riego en España (más de 2 millones de hectáreas), ya se riega con métodos de alta eficiencia (goteo principalmente) Además, se aplican nuevos tipos de fertilizantes y con sistemas más modernos como la fertirrigación, lo que está disminuyendo la contaminación de aguas superficiales y la difusa de las aguas subterráneas.

Por último, se destaca en el libro la necesidad de optimizar el binomio agua y energía y la aplicación de las nuevas tecnologías en el regadío. La introducción de energías renovables es un camino ya emprendido en las zonas regables españolas. De igual modo el análisis de Big Data y la introducción de la IoT (Internet of Things) y de las técnicas de Inteligencia Artificial, teledetección, drones y telecontrol empieza a abrirse paso en nuestras zonas regables con el objeto de hacer un mejor uso del agua de riego, aumentar su productividad y mejorar la sostenibilidad de nuestros regadíos.

Confiemos en que la difusión y la lectura de este libro editado por FENACORE contribuya a que la sociedad española conozca mejor el regadío y los beneficios de todo tipo que comporta y con hechos y argumentos se hayan desmontado los injustificados ataques que desde ciertas organizaciones se hacen contra él.

 

 

viernes, 18 de septiembre de 2020

 

EL AGUA Y EL SECTOR AGROALIMENTARIO

España es un país que todavía conserva, confío en que, por mucho tiempo, un sector agroalimentario potente. En muchas regiones españolas se dan las condiciones adecuadas para poder mantener una destacada actividad agroalimentaria. Un clima benigno, suelos adecuados y agua regulada en cantidades suficientes hacen de España una gran despensa lista para alimentar a los ciudadanos españoles y a los turistas que nos visitan. Todavía restan recursos para que el sector agroalimentario sea uno de los principales exportadores en nuestro comercio exterior, contribuyendo de esta forma a mejorar nuestra balanza comercial.

El carácter estratégico de nuestro sector agroalimentario, incluye tanto la agricultura, ganadería y montes como la industria agroalimentaria, se ha puesto de manifiesto a lo largo de la pandemia provocada por el virus SARS – CoV – 2, conocida como coronavirus o Covid 19, en la que todo el sector ha respondido con presteza y eficacia para asegurar el abastecimiento alimentario a la población española. Sin la existencia de este potente sector, es altamente probable que hubiera tenido lugar el desabastecimiento de alimentos en los mercados españoles. Y las condiciones de la pandemia se hubieran vuelto todavía más complicadas para los ciudadanos.

Pues bien, parece que hay determinados estamentos del gobierno que desprecian la importancia de este sector y lo consideran como un elemento poco menos que residual. Piensan que con la Política Agraria Común (PAC) de la UE todo está resuelto. Y esto no es así. La PAC es un parche que cada día se revela más inútil para mantener la viabilidad de unas explotaciones agrarias que tienen que hacer frente a precios de venta estabilizados desde hace años y costes de los insumos en continuo aumento.

Como casi todos los españoles saben, el clima de tipo mediterráneo que rige en la mayor parte de España: toda menos la cornisa cantábrica y Galicia, hace imprescindible el uso del agua para la producción de cultivos en el período seco, entre mayo y octubre, y en los cultivos forzados de invierno.

Como consecuencia de todo esto y del clima existente, España ha necesitado regular agua en la importante red de embalses construida, para acumular los excesos de agua que se producen en los períodos lluviosos y utilizarlas en los períodos secos. En régimen natural, si no existieran los embalses, sólo podríamos regular un 9 % de la precipitación que llueve sobre España; con nuestra red de embalses estamos en más del 50 % de regulación. Excuso decirles que, sin esta regulación artificial, tan denostada por algunos que apoyan la nueva ¿cultura? del agua, en España las pasaríamos canutas para comer y beber. Y el turismo estaría reducido a la mínima expresión.

Gracias a esta red de acumulación de agua podemos mantener en España unos 3,7 Millones de hectáreas de riego, que además de generar importantes rentas y empleo, fijan la población en el territorio, suministran productos a la industria agroalimentaria, mejoran nuestra balanza comercial exterior y son un elemento de mitigación del cambio climático al actuar sus superficies cultivadas como sumideros de CO2.

Los regadíos, la parte del sector agroalimentario que más agua utiliza, lo hace en aproximadamente un 75 % del agua que se consume anualmente en España. Cada vez usa menos porcentaje del total porque los regadíos han sido objeto de un proceso de modernización muy intenso, con el fin de mejorar la eficiencia en el uso del agua. En la actualidad más de 2 millones de hectáreas ya se riegan por métodos de alta eficiencia (goteo y otros). Y el proceso de modernización continúa pues los regantes y sus Comunidades son los primeros interesados en que el regadío sea sostenible.

Pero a los talibanes del ambientalismo, todo esto les parece poco, y pretenden, al parecer, que los regadíos se reduzcan a la mínima expresión. Para ello son continuas las cortapisas ambientales que se les ocurren en un proceso de permanente agresión al sector del riego y por tanto al agroalimentario.

Sus maniobras son variopintas: por ejemplo, establecer durante todo el año caudales ecológicos para mejorar el estado de las masas de agua, cuando el caudal natural de la mayoría de los ríos españoles en verano tiende a cero. Por lo que estos caudales ecológicos en estiaje hay que suministrarlos desde los embalses reduciendo, en consecuencia, la garantía de los usos económicos, principalmente del regadío.

No contentos con la hazaña pretenden, amparados en la Directiva Marco del Agua (DMA), incrementar los costes del agua para el regadío y los otros usos, estableciendo nuevos cánones ambientales, pero sin tener en cuenta las cautelas que también establece la DMA, para casos en que se produzcan perjuicios sociales. Este apartado lo soslayan.

Toda esta estrategia es muy bien recibida por el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en donde se ubican varios funcionarios y asesores que defienden tesis ambientalistas y la presión sobre el regadío. Pretenden introducir estas malhadadas ideas en la redacción de los futuros planes hidrológicos. Lo cual puede afectar muy negativamente al riego y de paso al sector agroalimentario.

Veremos en qué termina la redacción de estos planes. Si van a por los regadíos se producirá además de la protesta y el enfrentamiento con los regantes, nuestro desabastecimiento agroalimentario en el futuro y pasaremos a depender del exterior en otro aspecto más. Y España seguirá hundiéndose, despoblándose y perdiendo fuerza y competitividad en el contexto internacional.

Pero esto es lo que hay. Al menos de momento. Espero que la sensatez se imponga. Pero tengo serias dudas.

 

 

 

 

viernes, 11 de septiembre de 2020


EXTREMADURA: ELOCUENTES DATOS MACROECONÓMICOS.

La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) ha hecho público un informe en el que ha actualizado los datos macroeconómicos españoles de una larga serie temporal (1955 – 2019). El estudio muestra el mal camino que ha recorrido en este período Extremadura que la lleva a ocupar actualmente lugares del furgón de cola en el contexto de España.

Pero hay algunos aspectos sorprendentes en la evolución de estas cifras. El PIB extremeño se ha incrementado en el período analizado en un 550 %, Extremadura es sin duda más rica ahora que a mediados del siglo XX, pero, en el mismo período temporal, la media española del PIB experimentó un incremento del 826 %. Extremadura ha pasado de tener un PIB que suponía un 2,4 % del total de España en 1955 a representar un 1,7 % en 2019. Una disminución porcentual del 29,1 %. De las más altas de España, junto con Castilla y León, Asturias y Cantabria.

Pero si profundizamos en las cifras comprobaremos la realidad del desastre que el período franquista supuso para Extremadura, a pesar de los regadíos del Plan Badajoz y del norte de Cáceres, únicas inversiones destacadas en la región extremeña durante este largo período dictatorial.

Entre 1955 y 1975 (período franquista) el PIB extremeño creció un 117,9 % mientras que la media nacional lo hacía en un 221,08 %. Esto supuso que la participación de Extremadura en el PIB nacional cayó del 2,4 % al 1,6 %. En el período democrático 1995 – 2019 la región ha logrado recuperar un modesto 0,1 % en su participación en el PIB español y ahora está en el 1.7 %. Franco castigó a las regiones más leales como la extremeña, beneficiando claramente a las regiones separatistas como Cataluña y el País Vasco que acapararon la práctica totalidad de las inversiones industriales y empresariales durante su mandato. Había que tener contentas a las regiones díscolas. Eso sí cuando Franco visitaba la región, los extremeños nos rompíamos las manos de aplaudirle y vitorearle. Paradojas de la vida. Aplaudíamos a un personaje que nos empobrecía.

La evolución de la población extremeña es otro desastroso indicador de la deriva que lleva nuestra región. Entre 1955 y 2019 la región ha perdido 322.558 habitantes, un 23,28 % de su población. En el mismo intervalo temporal la población española aumentó en 17.978.983 personas es decir un 61,72 %. Como puede deducirse una situación catastrófica para la región. Si Extremadura hubiera crecido al mismo ritmo que España ahora tendría una población de 2.240.000 personas.

Profundizando en las cifras encontramos, y ya sin sorpresa, que en el período ocupado por la dictadura franquista (1955 – 1975) Extremadura perdió una población de 259.824 personas el 18,75 % de la que tenía en 1955. Por el contrario, España experimentó en ese mismo período un incremento de población de 6.624.785 habitantes equivalentes al 22,74 %. Como puede verse caminos divergentes.

La pérdida de población durante la dictadura supuso el 80,55 % de la población perdida entre 1955 y 2019.

El franquismo provocó un éxodo tremendo de población de nuestra región. Cientos de miles de extremeños emigraron a Cataluña y País Vasco, regiones en las que había trabajo porque Franco invertía allí. Se completó con la salida a países europeos como Alemania, Francia, Bélgica, Holanda o Suiza. Los extremeños de la diáspora, que salieron con sus maletas de cartón demostrarían en sus lugares de destino que eran unos trabajadores excelentes. Hubieran contribuido con su eficaz labor y con su esfuerzo al desarrollo de Extremadura si hubieran permanecido en la región. Y es muy probable que la región estaría en una situación bastante más favorable de la que estamos.

El período democrático (1995 – 2019) ha atemperado, pero no ha logrado invertir la tendencia. En este período Extremadura perdió 1.964 habitantes, el 0,18 %. España en este mismo intervalo temporal creció en 7.385.336 habitantes, el 18,59 %. Seguimos representando cada vez menos población del total de España. Y la tendencia a perder población continúa.

En 1955 la población extremeña representaba un 4,8 % de la española. Al final del franquismo este porcentaje había descendido al 3,1 % con una pérdida de 1,7 puntos porcentuales. En la actualidad representamos solamente un 2,3 % de la población española.

En el período democrático las políticas ambientalistas y proteccionistas del medio ambiente seguidas con entusiasmo por la Junta de Extremadura no han conseguido la recuperación de Extremadura para llevarla al menos a las ratios de 1955. La falta de industrialización de la región hace que el PIB y la población sigan en niveles del furgón de cola nacional. No se avizoran políticas industrializadoras regionales que generen rentas y empleo. A la industrialización agroalimentaria, aunque creciente, todavía le queda mucho para que los productos autóctonos regionales se transformen aquí para retener el valor añadido. Tampoco se observan inversiones en industrias derivadas de las nuevas tecnologías, informática, bioingeniería, nanotecnología o industrias biosanitarias.

Sólo las energías renovables parecen tomar cuerpo en Extremadura. Pero esto puede constituir una nueva colonización de la región. Pondremos el territorio y nos darán algo de empleo y poco más. Nos timaron con la hidroelectricidad, con las nucleares y ahora parece que con las renovables. Me temo.

viernes, 4 de septiembre de 2020


¿ENTRAMOS EN UN PERÍODO DE SEQUÍA EN EXTREMADURA?

El final del mes de agosto presenta un estado de acumulación de agua en nuestros embalses regionales que empieza a ser preocupante. El inicio de un período seco que comenzó en 2018 parece que empieza a tomar visos de realidad.

Ya lo advertíamos en una publicación de este blog de julio de 2019, en la que dábamos cuenta de que se atisbaban indicios del comienzo de un período de sequía en Extremadura. Y como siempre hacemos, pedíamos un uso racional del agua evitando los despilfarros de todo tipo y en todos los usos.

El próximo final de la campaña de riegos, que en principio se va a desarrollar sin incidencias notables en lo referente al uso del agua, va a dejar los embalses en unos niveles de acumulación de agua bastante bajos.

En la cuenca del Guadiana en Extremadura a fecha de final de agosto los embalses acumulaban 2.545,6 Hm3, equivalentes al 31,6 % de su capacidad máxima. El año pasado por estas fechas acumulaban 3.108,4 Hm3, el 38,5 % de su máximo almacenamiento. Disponemos de 562,8 Hm3 de agua menos que el año anterior o lo que es igual un 6,9 % menos de agua embalsada.

Para completar la visión de la situación existente los organismos de cuenca, las confederaciones hidrográficas, analizan dos indicadores: el Índice de Sequía Prolongada que define la sequía de carácter ambiental y el Índice de Escasez que define la sequía socioeconómica (afección a los usos del agua).

En el Guadiana no existe ningún sistema en sequía prolongada a primeros de agosto de 2020 (último índice disponible)

Respecto a indicadores de escasez en esa misma fecha, en la cuenca del Guadiana extremeño sólo se encontraba en situación de emergencia el sistema Piedra Aguda, en Alerta estaba el sistema Barros - Alange y en Prealerta el sistema Alto Zújar.

Los regantes ya se han puesto en funcionamiento y la Comunidad de Regantes de Orellana anuncia algunas restricciones de final de campaña para tratar de cumplir con su asignación de 467 Hm3 y de paso ahorrar algo de recurso por si los próximos tiempos vienen secos. Acertada medida que dice mucho de la sensibilidad de los regantes para ahorrar agua. Ellos saben que son los primeros beneficiados con mantener esta actitud.

En lo referente a la cuenca del Tajo, la situación es un poco mejor que en la del Guadiana. Los embalses de riego tienen acumuladas a final de agosto cantidades que oscilan entre el 65,9 % en el embalse de Baños, el 55,8 % en el embalse de Ribera de Gata y el 43,9 % en los embalses de Borbollón y Gabriel y Galán. El de Rosarito es el que peor situación presenta con el 27,15 %, pero esta circunstancia es tradicional ya que el río Tiétar sobre el que se encuentra este embalse está muy mal regulado.

En los de abastecimiento el embalse de Plasencia se encuentra en buena situación (66,7 %) frente al embalse del Guadiloba en Cáceres que está en peor estado (32,05 %).

Respecto al Índice de Sequía, solamente el sistema Alagón se encuentra en Sequía prolongada y en cuanto al Índice de Escasez hay normalidad en todos los sistemas extremeños de la cuenca del Tajo.

Es previsible que cuando finalice totalmente la campaña de riegos, en fechas próximas, la situación sea algo peor de la descrita, pues no se avizoran períodos de lluvias próximos que puedan influir en la acumulación de agua en los embalses.

De modo y manera que nos vamos a encontrar con una situación relativamente mala de cara al próximo año hidrológico. Podíamos decir que no es alarmante, pero sí preocupante. Si el otoño, invierno y primavera próximos son secos, podemos encontramos con dificultades de cara a la próxima campaña de riegos y puntualmente puede haber problemas en abastecimientos locales desde pequeños embalses poco hiperanuales.

Por lo tanto, procede que tomemos precauciones desde ahora mismo para evitar posibles problemas futuros. Y esto comienza con que todos hagamos un uso racional del agua en el consumo urbano. Y ahorrar todo los posible en el riego de jardines y zonas verdes de nuestras ciudades.

Respecto al regadío, habrá que reflexionar seriamente sobre el futuro de cultivos con alto consumo de agua como es el arroz. Este cultivo debería quedar limitado a suelos impermeables existentes en algunas terrazas del Guadiana y evitar su cultivo en suelos permeables de las vegas en los que, debido a su elevada conductividad hidráulica se produce un mayor consumo de agua del cultivo. Y además recurrir al cultivo de arroz en seco. Es otra forma de ahorrar agua en el cultivo de este cereal.

En consecuencia, hemos de tener nuestra vista puesta en que un próximo período de sequía pueda alcanzarnos y empezar a tomar medidas desde ahora, que incluyan una futura ordenación de cultivos si la sequía llega a consolidarse.

La experiencia vivida en Extremadura especialmente en la pertinaz sequía padecida en el período 1992 – 95 debería llevarnos a tomar medidas ahora para adelantarnos a posibles problemas.

Y por descontado seguir insistiendo en el proceso de modernización de los regadíos en aquellos en los que todavía no se ha llevado a cabo. Recientemente la Junta de Extremadura ha firmado un convenio con SEIASA al respecto y, además, ha publicado la normativa para modernización de regadíos en las Comunidades de Regantes. Ese es el camino que hay que seguir para llegar a tener un regadío sostenible en Extremadura.