ISRAEL
Y PALESTINA: CONFLICTO PERMANENTE
La
Resolución 181 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del 29 de
noviembre de 1947, permitió la creación del estado de Israel, objetivo
largamente acariciado, durante siglos, por el pueblo de la diáspora, cuyo
episodio final comenzara en el año 70 d.C. con la destrucción del templo por
Tito y se remataría en el año 135 tras la rebelión de Bar Kojba. Aunque este
anhelo se haría mucho más patente cuando Theodor Herzl, fundara el sionismo a
finales del siglo XIX, para alcanzar un nuevo estado hebreo en Eretz Yisra’el.
Después
de siglos de penurias y persecuciones de todo tipo, la más reciente un
holocausto nazi con unos seis millones de muertos, los judíos podían tener al
fin un territorio propio en que poder asentarse y, erigir el nuevo estado de
Israel en la tierra prometida a la que les condujera Moisés, tras la travesía
del desierto durante 40 años.
Pero
el problema que no tuvo en cuenta la ONU en su resolución, es que los árabes
que vivían en Palestina y los países árabes que les apoyaban, no estaban por la
labor de reconocer el nuevo estado judío, que nacía en territorios que habían
sido suyos dos mil años antes y del que fueron expulsados a la diáspora por los
romanos.
El
territorio asignado a Israel para su nuevo estado, era más bien pobre en
fertilidad y parte de él era un desierto: el de Neguev.
Desde
la creación de Israel como estado moderno que tomó cuerpo el 14 de mayo de 1948
con la salida de Palestina de los administradores británicos, el nuevo estado
judío hizo de la disponibilidad de agua uno de sus objetivos principales. La
regla aplicada era: sin agua no hay vida. Por otra parte, eran conscientes de
que no podría colonizarse el área asignada en el reparto, en gran parte un
desierto, sin una agricultura de regadío que fijara la población al territorio.
En
1953 una vez terminada la primera guerra árabe – israelí de 1948, los judíos
con David Ben Gurion al frente, comenzaron su proyecto de Conducto Nacional del
Agua. Una obra extraordinaria que captando agua del río Jordán y del lago
Tiberíades la lleva en una sucesión de canales, tuberías e impulsiones hasta
las tierras del desierto del Neguev, permitiendo su riego. Con una longitud de
unos 130 km transporta y distribuye agua (alrededor de 1.700 Hm3/año) tanto
para abastecimiento urbano e industrial como para regadíos en las áridas
tierras del centro y sur del país.
Hoy
día Israel cultiva unas 435.000 ha de tierra de las cuales más de 200.000 ha
son de riego. En el 95 % de las tierras regadas en Israel se utiliza el goteo o
el riego localizado (variantes del goteo) como método para irrigar sus tierras
con una alta eficiencia. Cada gota de agua para ellos es un tesoro. Son
pioneros en tecnologías de riego y en otras tecnologías que les hacen ser un
país científica y tecnológicamente muy avanzado.
La zona ha sido un foco permanente de
conflictos entre palestinos e israelíes con algunos momentos de calma, en los
que parecía arreglarse la contienda. Un espejismo.
Una
sucesión de enfrentamientos armados que comenzara en 1948 con la primera guerra
árabe – israelí, al no aceptar los árabes la resolución de la ONU, ha continuado
en el tiempo.
La
guerra de los Seis Días en 1967, supuso un duro golpe de los hebreos a los
palestinos y árabes pues los judíos conquistaron: Gaza, Cisjordania, Jerusalén
este, la península del Sinaí y los altos del Golan en Siria.
En
1973 tuvo lugar la guerra del Yom Kippur, a la que siguieron escaramuzas en el
Líbano en 1982 y 2006, aderezadas con varias intifadas en 1987 – 1993 y 2000 –
2005.
Entretanto
en el año 1980, Israel declaró a Jerusalén como capital de su estado, siendo
desautorizada por la ONU esta pretensión.
Hace
unos cuantos días un ataque terrorista indiscriminado e injustificado contra
Israel, desde la franja de Gaza, por parte de la organización palestina Hamás
que gobierna a los palestinos, ha causado entre la población judía 1.400
muertos, miles de heridos, vejaciones y violaciones, así como la toma de más de
200 rehenes. Ha sido un ataque sorpresivo que ha cogido desprevenido a los
servicios de inteligencia judíos, que normalmente muestran una gran eficacia.
La
respuesta de Israel ha sido inmediata y, a causa de los rehenes que mantiene
Hamás, no todo lo contundente que se esperaba. Aunque también puede haber
influido la presión de países amigos de Israel, que están pidiendo moderación
en la respuesta para no causar daños a palestinos inocentes, que nada tienen
que ver con la organización terrorista que los dirige.
Esta
vez quien ha desencadenado las hostilidades ha sido Hamás. Esto es un hecho
indiscutible. Y por lo tanto Israel tiene perfecto derecho a defenderse de esta
terrorista agresión, iniciada por una organización financiada por regímenes
totalitarios que llevan en si el antisemitismo y pretenden destruir y borrar
del mapa el estado de Israel y sus habitantes y reconfigurar geo políticamente
el Oriente Próximo.
Una
buena parte de la izquierda cuya ideología conlleva un antisemitismo
permanente, pasa por alto la agresión de Hamás y la toma de rehenes, y toma
partido condenando a Israel que esta vez ha sido víctima y no verdugo y se ha
limitado a responder a una agresión premeditada e intolerable. El espectáculo
de algunos miembros del gobierno español, calificando de genocida al estado de
Israel y a su presidente, es injusto y revela un sectarismo ideológico
incorregible.
Por
cierto, al secretario general de las Naciones Unidas, habría que exigirle algo
más de diplomacia en sus manifestaciones, pues casi ha justificado el ataque de
Hamás del 7 de octubre, diciendo que el mismo “no surge de la nada y habla de
56 años de presión asfixiante al pueblo palestino”. Israel ha pedido su
dimisión. Es lo menos.
Hay
que volver al camino de la negociación en el marco de la ONU, para tratar de
encontrar nuevas fórmulas que después de un alto el fuego y liberación de
rehenes, conduzca a la paz para esta desgraciada región.
Y
poner punto y final, de una vez por todas, a los 75 años de guerra y muerte que
asolan este territorio.