ANTICLERICALISMO
Creo
que fue Cicerón quien lo advirtió hace ya un montón de años: “Los pueblos que
olvidan su historia están condenados a repetirla”.
Las
generaciones sucesivas de los pueblos suelen mantener memoria activa solamente
de aquellos acontecimientos que han vivido directamente o que les quedan muy
próximos en el tiempo. El transcurso de éste trae consigo una tendencia al
olvido de acontecimientos históricos que
contribuyeron a marcar el devenir de un pueblo.
Por
eso es imprescindible que los ciudadanos conozcan a fondo la historia. Para que
mantengan viva la memoria de aquellos hechos que condicionaron su desarrollo,
de modo que no se vuelva a incidir en los errores que influyeron negativamente
en su acontecer. Y para que no se dejen engañar por los falsos profetas que de
cuando en cuando surgen, los cuales, tergiversando la historia, tratan de que
se repitan hechos que resultaron ser muy dañinos para la colectividad.
La
Constitución Española en su artículo 16.3 establece que ninguna confesión
tendrá carácter estatal. Pero también matiza que los poderes públicos tendrán
en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las
consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás
confesiones.
Nuestra
Carta Magna da una especial relevancia a la Iglesia Católica. La razón es muy
simple: España tiene una tradición católica que se remonta a muchos siglos
atrás. Como prueba de ello están sus numerosos edificios sacros (catedrales,
iglesias, ermitas), los oficios religiosos que a diario se celebran y diversas manifestaciones
de fe: procesiones, romerías, festejos de santos que se extienden a lo largo y
ancho de la geografía hispana.
Es
evidente que cualquier español puede optar por la confesión religiosa que quiera,
o no tener ninguna, pudiendo ser ateo, agnóstico o nihilista. Pero ha de
respetar las creencias que los demás tengan. Y no tratar de imponer al prójimo
sus ideas por muy clarividentes que le parezcan utilizando las cuotas de poder
que ostente. Y mucho menos denostando o agrediendo de palabra u obra a otra
confesión religiosa. Que dados sus principios, como en el caso del catolicismo,
a veces no responde como parecería adecuado. Ya saben, lo de poner la otra mejilla.
En
la transición y hasta ahora los partidos gobernantes tanto de izquierdas (PSOE)
como de derechas (PP) o de centro (UCD) han mantenido un riguroso respeto a las
tradiciones y creencias religiosas del pueblo español, manteniendo la
aconfesionalidad del Estado como tal.
En
los últimos tiempos y desde la llegada de Podemos, junto a la radicalización del
nuevo PSOE que parece caminar por el mismo sendero que los podemitas, se está
iniciando una ola de anticlericalismo que estimo no es lo que nuestra nación
necesita en estos momentos.
La
Constitución define a España como un estado aconfesional, pero no anticlerical.
Pide respeto y cooperación no sólo con la Iglesia Católica sino con el resto de
confesiones religiosas que son dignas de la máxima consideración.
Desde
hace un tiempo, en aras de la libertad de expresión se están justificando
burlas y agresiones continuadas a símbolos como la Cruz o a jerarquías de la
Iglesia Católica, que conculcan el respeto que nuestra Carta Magna exige para
las diversas religiones. Resulta sorprendente que el catolicismo sea la víctima
casi exclusiva de estos desmanes.
En
el World Pride de Madrid han podido contemplarse agresiones al crucifijo
símbolo del cristianismo al que siguen millones de personas en España, sin que
los medios de comunicación, salvo excepciones muy concretas, hayan levantado la
voz contra estos atropellos generadores
de odio.
De
igual modo tratan de quitar a la Iglesia edificios que viene poseyendo desde
hace siglos como la Mezquita – Catedral de Córdoba. Aunque yo no soy jurista
existe una figura denominada usucapión o prescripción adquisitiva que creo
podría aplicarse.
Desde
esos reductos radicales de izquierda se están generando movimientos de opinión
contrarios a las celebraciones y manifestaciones procesionales católicas de la
Semana Santa y a su retransmisión por los medios de comunicación públicos o a
la participación de determinados cuerpos militares en los actos, cosa que
vienen haciendo tradicionalmente.
Están
fracasando en sus intentos, ya que millones de personas, estoy seguro que
bastantes de ellas no creyentes, acuden a presenciar estas procesiones porque
son una tradición española muy antigua. Son una manifestación artística y
cultural a la par que religiosa. Mal que les pese a estos radicales nadie
obliga, ni pone una pistola en el pecho a los asistentes para que acudan a
presenciar los desfiles procesionales o se agarren a un clavo ardiendo ante el
interrogante de lo que habrá después de la muerte.
Ya
tuvimos en nuestro país experiencias muy amargas con el anticlericalismo que empezó
a tomar carta de naturaleza en la II República. Un gobierno legítimo, pero
débil, permitió que entre febrero y junio de 1936 se quemaran 165 edificios
católicos en España y se agrediera y vejara a sacerdotes y religiosos.
Es
por ello que los españoles deberíamos reavivar nuestra memoria colectiva
histórica para no volver a incidir en errores cometidos con anterioridad y que
causaron un gran daño a nuestra patria. Para no volver a tropezar en la misma
piedra, el respeto a las creencias de los demás es condición indispensable para
no avivar odios pretéritos.