FISURAS DE LA
DEMOCRACIA
La
democracia a la que sir Winston Churchill calificó como “el peor de los
sistemas políticos si se exceptúan todos los demás” dentro de sus bondades, de
las que la más importante es “un hombre (o mujer), un voto” presenta algunas
fisuras que son aprovechadas por algunos para tratar de imponer sus ideas,
llevar el agua a su molino o justificar algunos comportamientos.
Como
es sabido se ha desatado en España un movimiento anti taurino que, alegando el
sufrimiento que se puede infligir a los animales en determinados espectáculos,
tratan por todos los medios de eliminar festejos tradicionales que llevan
celebrándose muchos años en nuestro país.
Por
descontado que su postura es respetable. Pero también es igualmente digna de
respeto la contraria que pretende mantener unas tradiciones ancestrales. Aunque
en ellas pueda subyacer cierta crueldad, que debería ser atenuada en lo posible
para evitar al máximo el sufrimiento de los animales.
Como
la mayoría de los políticos que nos gobiernan son bastante ineptos y de visión
cortoplacista, además de proclives a inclinarse por lo que ellos consideran lo
políticamente correcto aunque se trate de auténticos despropósitos, entran en
el juego y están llevando a cabo de forma compulsiva una serie de consultas a
la población, las cuales al carecer de regulación legal, lo único que pueden
conducir es a enfrentamientos entre los propios vecinos o entre parte de estos
y las asociaciones defensoras de los animales.
El
alcalde de Canals en Valencia, del partido Compromís, ha consultado a su pueblo
sobre la continuidad en la celebración de las fiestas tradicionales de toros
“bous al carrer” que tienen lugar en la localidad desde hace varios siglos.
Canals tiene una población de 10.000 habitantes aproximadamente. Pues bien han votado
en la consulta 1.155 habitantes. Los votos se ha repartido del siguiente modo:
473 a favor de que se mantenga la fiesta,
680 partidarios de la supresión, un voto en blanco y otro nulo. El
corolario de la consulta ha sido “que se suprima la fiesta” ya que ha vencido
el no.
Examinemos
los hechos. Ha votado menos del 12 % de los habitantes. De los votos emitidos
el 40,95 % están a favor de la fiesta y el resto 58,73 % en contra. Es decir
pretenden cargarse los “bous al carrer” con el voto afirmativo del 6,78 % de la
población. El resto o sea el 93,22 % o no se ha pronunciado o lo ha hecho
negativamente. Pero aunque el resultado de la consulta no es vinculante parece
que no habrá “bous” en Canals este año.
Y
yo me pregunto. ¿Dónde está regulado el porcentaje de participación mínimo
necesario para que una votación pueda considerarse representativa de la
voluntad de un pueblo? ¿Puede darse como aceptable y causante de efectos el
resultado de una votación en la que participa menos del 12 % del censo?
Muchos
de los habitantes de Canals no han emitido su voto por considerar que esta
pantomima de referéndum no tiene bases legales para llevarse a efecto y por eso
no han participado en ella. La abstención ha subido hasta el 88,45 % lo que
confirma la tesis de que el pueblo ha dado la espalda a la consulta.
Parecería
sensato establecer un principio democrático inapelable: si la abstención supera
a la participación la consulta no debería surtir efectos y considerarse como
nula. Si más del 50 % del censo electoral no acude a votar es que algo no está
claro en la consulta y alguien quiere manipular la voluntad de los electores.
Por
eso lo acontecido en Canals podría ser un punto de partida para reflexionar
sobre las condiciones que un proceso electoral o un referéndum han de cumplir
para que puedan considerarse válidos. Y después establecer un “quórum” de
participación e incluirlo en la normativa legal reguladora de los procesos
electorales.
El
alcalde de Canals, si tuviera un ápice de decencia política anularía de
inmediato esta consulta. Pero me temo que no va a hacerlo, pues aprovechará
para dar rienda suelta a su capricho de
cargarse los toros en Canals.
Pero
es posible que esta chapuza electoral lo que dé lugar sea a enfrentamientos no
deseados en el seno de la población, cuestión que es de tanta gravedad que el
edil principal debería pensárselo dos veces antes de continuar con el
esperpento.