YA LLEGÓ EL
VERANO
Tradicionalmente
en Extremadura la climatología de la parte final de la primavera suele
asemejarse mucho a la que se da en el verano. Este año que ha sido algo anómalo
durante la primera de dichas estaciones, nos estaba haciendo añorar el calor
estival, pues se ha cumplido con creces el famoso dicho de “hasta el cuarenta
de mayo, no te quites el sayo”.
Y
es que marzo, abril y mayo han sido meses muy anómalos en cuanto a su
comportamiento climático y han estado fuera del rango medio de datos
meteorológicos que se dan en esos meses. Aunque no todo haya sido malo como
veremos.
A
principios de marzo una sequía meteorológica de un año de duración asolaba las
tierras de Extremadura. Pérdidas económicas muy importantes en el sector
agrario, sobre todo en la ganadería extensiva que ocupa una buena parte de
nuestro territorio. Los ganaderos
estaban sumidos en la desesperación debido a los elevados desembolsos que
tenían que realizar para alimentar su ganado. Por los campos extremeños no se
veía una brizna de hierba. Las tierras resquebrajadas por la sequía auguraban
lo peor.
Paralelamente
se entraba en una sequía hidrológica. Algunos embalses que regulan agua para el
riego, especialmente en la cuenca del Tajo, estaban bajo mínimos. De modo que
no se aseguraban los riegos en algunas de las zonas regables. Restricciones
previstas entre el 35 % y el 65 % en los regadíos del norte de Extremadura
auguraban una campaña de riegos desoladora. En la cuenca del Guadiana, algo más
afortunada, había agua por los pelos para el riego de la campaña. Eso sí, ahorrando
al máximo.
Pero
todo cambió con las abundantes lluvias de marzo y abril. Del pesimismo más
absoluto empezó a pasarse a un moderado optimismo a medida que el agua hacía
acto de presencia en las resecas tierras de Extremadura.
Con
temperaturas relativamente benignas y la humedad de las precipitaciones los
pastos comenzaron a crecer y el ganado a alimentarse de estas praderas
naturales. La asfixiante presión monetaria sobre los ganaderos empezaba a
aflojar. Estábamos en la normalidad. Una primavera con pastos y una luz al
final del túnel. De un túnel de dura y pertinaz sequía.
Paralela
y lentamente los embalses, una vez saturados unos suelos extremadamente secos,
empezaban a recibir aportaciones de agua y a elevar el nivel de sus reservas,
alejando el fantasma de las restricciones de riego que hasta entonces se
cernían amenazadoras sobre los regantes, especialmente los de la cuenca del
Tajo. Se había salvado la campaña.
Las
precipitaciones de marzo y abril eran de un elevado rango bastante por encima
de la media que se da en estos meses. Entre marzo y abril en las estaciones
agrometeorológicas de La Orden en la provincia de Badajoz y de Coria en la de
Cáceres, integradas en REDAREX (Red de Asesoramiento al Regante de Extremadura)
dependiente del Servicio de Regadíos de la Junta de Extremadura, se acumulaban
precipitaciones de 213,8 mm y 287,8 mm respectivamente. Cantidades que
representaban un 40 % de la precipitación media anual.
En
sólo dos meses había llovido un 40 % de lo que cae en un año. Se habían salvado
los muebles y el campo extremeño podía mirar con optimismo al futuro.
Pero
la cosa se empezó a torcer a partir de primeros de mayo. Bajas temperaturas para la época y una larga
sucesión de gotas frías con tormentas acompañadas de granizo afectó a una buena
parte del regadío extremeño y principalmente a las plantaciones de tomate para
industria y a los frutales.
Las
Vegas Altas del Guadiana fueron las más afectadas, pero también hubo daños en
todo el valle de este río y en otras partes de la región. 36.000 hectáreas
dañadas. En 15.000 de ellas la destrucción de los cultivo fue total. Pérdidas
de unos 25 millones de euros y 675.000 jornales evaporados.
Las
lluvias que habían salvado la situación, ahora se volvían en contra para hacer
realidad el dicho de “nunca llueve a gusto de todos”.
Ahora
habrá que remover Roma con Santiago para conseguir la declaración de zona
catastrófica y que se habiliten las ayudas que palien un poco este desastre. Y
además urgir a Agroseguro un rápido pago de las indemnizaciones
correspondientes para aquellos que hayan asegurado la cosecha.
Y
a partir del 13 de junio, ya pasado el cuarenta de mayo, ha comenzado un
incremento de calor progresivo, por lo que nos hemos visto obligados a
quitarnos el sayo. Y a irnos a la piscina para darnos un chapuzón.
Ojalá
que el verano apunte bien para nuestros agricultores que se juegan mucho. Que
venga un verano clásico son sus calores naturales. Sin golpes de calor que
arruinan los cultivos. Sin fenómenos meteorológicos adversos que causen
pérdidas. Su trabajo lo merece.
Las
altas temperaturas también traerán beneficios para otros sectores. Para el
turismo y para las tiendas de confección y calzado parados por el frío y la
lluvia. El calor ya está aquí. Ya llegó el verano.