viernes, 25 de febrero de 2022

 

HAY QUE ESCUCHAR AL SECTOR AGRARIO

El sector agrario pasa por momentos muy difíciles y lo exterioriza con manifestaciones cada día más frecuentes, que se llevan a cabo en diferentes lugares a lo largo y ancho de España y que culminarán en una gran manifestación en Madrid el próximo 20 de marzo.

Este sector suele tener comportamientos tranquilos, se dedica a lo suyo y en general se manifiesta cuando ya está harto y no puede más. Y ahora parece que está llegando a una situación límite y exterioriza su descontento. A veces, como en Lorca o hace unos días en Don Benito, puede que se hayan extralimitado en sus protestas, pero no es lo normal en el sector. Pierden los nervios porque están desesperados y no se les escucha. Y para rematar tenemos sequía. Confío en que mantengan la línea pacífica. Obtendrán mejores resultados en sus justas reivindicaciones.

La agricultura y la ganadería están llegando a una situación crítica por una serie de causas. Examinemos algunas.

Existe una presión ecologista insólita sobre el sector agrario. Desde los lobbies ambientalistas, regados de subvenciones oficiales, que lucen gran fuerza y poderío tanto en Bruselas como en Madrid, se culpabiliza al sector agrario de ser un elemento agresor del medio ambiente. Cuando es todo lo contrario. Pero la fuerza de estos lobbies ante el gobierno español y su fácil acceso a los medios de comunicación y a las redes sociales, está trasmitiendo una imagen negativa del sector a una sociedad, mayormente urbanita, manipulada y desconocedora de lo que es y significa el sector agrario y el medio rural.

Se culpabiliza al sector de llevar a cabo actividades contaminantes respecto a la emisión de gases de efecto invernadero y, en consecuencia, ser uno de los culpables del cambio climático, cuando, en realidad, las superficies agrarias actúan como sumideros de CO2.

Se acusa al regadío de despilfarrar recursos hídricos por ser el uso que más agua utiliza. Pero callan el ahorro de agua que se está produciendo por el aumento de la eficiencia en su utilización como consecuencia de los procesos de modernización y que se estima en un 16 %.  Ocultan interesadamente que en España ya se riegan por métodos de alta eficiencia, como el goteo, más de 2 millones de hectáreas y sigue incrementándose esta superficie.

Y de paso acusan al sector de ser el culpable exclusivo de la contaminación difusa por nitratos o fosfatos cuando existen más fuentes emisoras de estas sustancias distintas de la agricultura o de la ganadería. Y, además, las redes de medida dejan mucho que desear.

Parecen ignorar que el sector agrario es un sector vital para cualquier país de cierta importancia: Francia, Alemania o Estados Unidos mantienen sectores agrarios muy potentes. Porque así aseguran un aspecto fundamental como es la alimentación de sus habitantes a precios razonables sin tener que depender de países terceros.

El sector agrario en España ha sido decisivo para suministrar alimentos sin problemas en los peores períodos de la pandemia. La sociedad parece ignorar esta importante contribución a que los efectos del virus fueran más llevaderos.

Desde diferentes instancias y sin contar con el sector agrario y el medio rural se toman decisiones perjudiciales para sus intereses.

Los burócratas de Bruselas, muy alejados de la realidad rural, están poniendo continuas cortapisas de tipo medioambiental a las actividades agrarias que tienen su reflejo en disposiciones como la Directiva Marco del Agua, la nueva PAC con sus ecoesquemas o la estrategia de la Granja a la Mesa. Están introduciendo en la agricultura y la ganadería una serie de restricciones de tipo medioambiental que reducirán los rendimientos e incrementarán los precios a los consumidores en perjuicio de las clases menos pudientes.  Además, pueden poner en peligro la seguridad alimentaria de Europa. Esto nos llevará a una dependencia de países terceros que, cuando nos tengan en sus manos, pondrán sus condiciones. Ahí está el ejemplo del gas. Parece que no aprendemos.

Pero tal vez el problema más grave que ahoga al sector agrario es la relación perversa entre precios percibidos por los productos del campo y el de los insumos necesarios para conseguirlos.

Frente a precios estabilizados o con ligeros incrementos, se producen aumentos escandalosos en los costes de los insumos que se precisan para su obtención. Esta situación que se mantiene en el tiempo está reduciendo la capacidad de pago de muchas explotaciones agrarias que están abocadas a su cierre. No se puede percibir precios por debajo de los costes sin que se resienta la viabilidad del negocio.

En todo este proceso, la distribución de alimentos aumenta los precios al consumidor elevando el coste de la cesta de la compra, sin que al productor le llegue algo de este incremento que pueda producir una rentabilidad mínima de sus explotaciones.

Una ley de la Cadena Alimentaria recientemente promulgada trata con más voluntad que decisión de solucionar el problema. Veremos qué resulta de esta nueva disposición.

A esto se unen importaciones y acuerdos sobre productos agroalimentarios con países terceros que perjudican al sector al no exigirse las mismas condiciones a los productos foráneos que a los españoles.

Tal vez el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que representa los intereses de agricultores y ganaderos debiera ser más activo y evitar que desde otros ministerios como el de Transición Ecológica o el de Consumo - lo de Garzón ya es cansino - se tomen decisiones que perjudican al sector agrario, sin que el ministerio diga esta boca es mía. Por ejemplo, los planes hidrológicos han optado por una deriva ambientalista que prioriza los caudales ecológicos frente a la satisfacción de las demandas de agua para el riego.

Si el sector agrario protesta es porque se ahoga. El gobierno central y los autonómicos, debieran escuchar sus peticiones y tratar de resolver sus problemas. Si el sector se reduce o desaparece, lo pagaremos caro.  

 

 

 

viernes, 18 de febrero de 2022

 

POBLACIÓN, ALIMENTACIÓN Y SOSTENIBILIDAD

En la actualidad pueblan la Tierra unos 7.700 millones de habitantes. La ONU estima que en el año 2050 la población del planeta crecerá hasta los 9.700 millones de personas.

 La población en nuestro planeta se ha venido incrementado de modo imparable. A principios del siglo XIX poblaban la Tierra unos 900 millones de moradores. A finales de la primera mitad del siglo XX lo hacían unos 2.500 millones de seres humanos y al concluir dicho siglo alrededor de 6.000 millones.

La ineludible necesidad de alimentar una población exponencialmente creciente, hizo evolucionar la agricultura desde una producción muy ligada a la que daba la propia naturaleza, hasta una agricultura industrial, la llamada revolución verde, con presencia de nuevos regadíos, maquinaria agrícola movida por combustibles fósiles,  variedades de plantas cultivadas cada vez más productivas hasta llegar a los transgénicos, nuevos fertilizantes de síntesis y agroquímicos diversos: fitosanitarios y herbicidas así como sistemas intensivos de producción ganadera. Esta evolución en la agricultura y en la ganadería fue imprescindible para poder alimentar a la población a unos precios asequibles. 

A pesar de esta revolución agroalimentaria, con datos de 2021 de la ONU, 811 millones de personas, más del 10 % de la población mundial está subalimentada. 418 millones de habitantes en Asia, 282 millones en África, y 60 millones en América Latina y Caribe sufren esta lacra.

Pero es que además 3.000 millones de seres humanos (casi el 40 % de la población del mundo) no tienen acceso por su carestía a una dieta saludable. 1.850 millones de habitantes en Asia, 1.000 millones en África, 113 millones en América Latina y Caribe y 17,3 millones en Europa, no pueden costear este tipo de dieta.

La necesidad de alimentar a una población en aumento creciente, ha llevado a tener que elevar la presión sobre los recursos naturales, especialmente las tierras agrícolas y el agua para regadío, lo que está conduciendo a una situación crítica que roza la insostenibilidad de muchos sistemas, según asegura un organismo tan especializado como es la FAO, en su informe 2021 sobre el estado de tierras y aguas.

Esta agencia de la ONU advertía en su publicación World Agriculture: Towards 2030 que, tomando como base las necesidades alimentarias mundiales de 1998, de cara a asegurar la alimentación de la población de la Tierra en el año 2030, habría que aumentar la producción de alimentos en un 81 % y esto habría que conseguirlo incrementando la superficie de tierra cultivada en un 23 % y el uso del agua en un 14 % solamente.

Pero para que todo este entramado constituido por la población, la alimentación y la contaminación generada pueda ser sostenible y asumible por el planeta se necesita llevar a cabo acciones complementarias de modo que queden satisfechos los tres componentes del triángulo.

En este sentido parece que habrá que modificar algunos de nuestros hábitos alimenticios buscando el disminuir en lo posible la huella hídrica de los suministros necesarios para la población y su huella de carbono. Esto no quiere decir que se abandonen algunos tipos de alimentos de mayor huella hídrica como las carnes rojas, tan denostadas por algunas organizaciones radicales, sino racionalizar su consumo. Y además aprovechar al máximo los alimentos evitando su desperdicio.

De igual modo habrá que incrementar la eficiencia en el uso del agua introduciendo riegos de alto rendimiento como el goteo, tal como se está haciendo en países con recursos hídricos limitados de los que son ejemplo Israel y España.

Hay que acometer la digitalización del agro extendiendo la agricultura de precisión y hacerlo en los regadíos en particular, usando datos de estaciones meteorológicas, imágenes de teledetección espacial y sensores de detección de humedad del suelo para fijar las dosis de riego lo más exactamente posible y los tiempos y frecuencias de aplicación del agua.

Se están poniendo en marcha sistemas de robotización para detectar el estado de los cultivos lo que permite decidir sobre aspectos tales como el riego, la fertilización o los tratamientos fitosanitarios.

La introducción de energías renovables en la agricultura es indispensable para colaborar en el proceso de descarbonización y reducir al máximo la dependencia de combustibles fósiles mitigando el cambio climático.

Hay que desarrollar nuevas líneas de investigación que conduzcan a la obtención de variedades de cultivos con mayor productividad y menores necesidades de agua en la línea de disminuir su huella hídrica.

Otro objetivo a alcanzar es el de reducir la contaminación difusa por nitratos de origen agrario que afecta principalmente a acuíferos subterráneos. Nuevas prácticas de fertilización más racionales, como la fertirrigación ligada a sistemas de riego de alta eficiencia, y el uso de nuevos tipos de abonos y biofertilizantes, permitirán alcanzar este objetivo.

Nuevas líneas de alimentación animal y de manejo del ganado que reduzcan la huella hídrica y las emisiones de metano, también colaborarán en la lucha contra el cambio climático para mitigar sus efectos. Y el tratamiento de purines será otro reto a superar.

De igual modo hay que aprovechar las tierras cultivadas para que se constituyan en sumideros de CO2 y participen en la lucha contra el cambio climático. La agricultura de conservación puede ser uno de los caminos.

El incremento incontrolado de la población también será un aspecto a tener en cuenta. Cuantos más habitantes pueblen la Tierra más difícil será subvenir a su alimentación y más nos acercaremos a la insostenibilidad. Este problema es especialmente grave en continentes como Asia que alberga actualmente el 61 % de la población mundial (4.700 millones de personas) o África que soporta el 17 % (1.300 millones de habitantes)

Las nuevas tecnologías y la investigación estimo que harán posible alcanzar los objetivos de sostenibilidad para que el planeta pueda seguir vivo y alimentando a la población a precios razonables.

 

 

viernes, 11 de febrero de 2022

 

MARINA ISLA DE VALDECAÑAS: ES URGENTE REVISAR LAS ZONAS PROTEGIDAS EN EXTREMADURA

 La sentencia del Tribunal Supremo en la que se ordena derribar la totalidad del complejo Marina Isla de Valdecañas, debe hacernos reflexionar a los extremeños sobre si es conveniente para la región mantener la totalidad de zonas protegidas que existen en nuestra comunidad autónoma y que dificultan seriamente su desarrollo, o es urgente llevar a cabo una revisión de las mismas.

La primera consecuencia de esta sentencia, de la que debería tomar buena nota el ejecutivo autonómico, es que no se pueden declarar zonas protegidas a troche y moche, sin que existan unos rigurosos estudios justificativos, llevados a cabo por equipos de expertos multidisciplinares e independientes (por ejemplo, docentes e investigadores de la Universidad de Extremadura y otros especialistas destacados) y no por asociaciones o funcionarios de convicciones ecologistas y conservacionistas.

En dichos estudios han de quedar descritos minuciosamente y acreditados de modo indubitable los valores ambientales existentes, estableciendo la figura de protección más adecuada a cada caso. En las zonas protegidas hasta ahora ¿se han llevado a cabo estudios rigurosos sobre los valores ambientales a proteger? Me temo que no.

Con datos de la Junta de Extremadura, nuestra región acoge actualmente las siguientes superficies protegidas: Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPAs) = 1.089.232,9 ha; Lugares de Interés Comunitario (LICs) = 828.949,17 ha; Espacios Naturales Protegidos (ENPs) = 314.110,89 ha. Total: 2.232.292,96 ha. El 53,5 % del territorio. ¿Les parece poco? Por arte de birlibirloque la Junta asegura que sólo hay 1.276.288,09 ha de superficie protegida, el 30,6 % de la superficie regional.  Supongo que la diferencia puede deberse a que hay zonas que tienen doble o triple figura de protección.

Si nos vamos a datos comparativos con el resto de España, hay que destacar que la superficie protegida por habitante resulta ser en España de 0,29 ha y en Extremadura de 1,2 ha en los datos referidos a la red Natura 2000 que es la más representativa. En la provincia de Cáceres, al norte del río Tajo esta cifra llega a elevarse hasta 1,72 ha.

Ha de tenerse en cuenta que cuando se protege un territorio, se desencadenan una serie de cortapisas y prohibiciones ante posibles inversiones a acometer que son un freno para el desarrollo del mismo y esto debería tenerse muy en cuenta antes de declarar una zona como protegida. Porque una vez que se decide la protección ya no hay vuelta atrás, salvo que se incoe un expediente de desafectación de la figura protectora con los inconvenientes y tediosos trámites que ello conllevaría. Y los jueces se ven abocados a sentenciar aplicando unas normas de protección que ellos no han dictado.

El caso de la ZEPA de Valdecañas es el paradigma de cómo no se deben hacer las cosas. Un territorio con más de 7.000 ha dentro de las cuáles estaba la península sobre la que se asienta la urbanización Marina Isla de Valdecañas con una superficie de unas 153 ha (el 2% de la ZEPA). Esta península no tenía valores ambientales dignos de protección como se ha puesto de manifiesto en diversos informes y, sin embargo, fue incluida dentro de la ZEPA. En consecuencia, no podía construirse sobre ella lo que posteriormente un PIR autonómico autorizó y que las sentencias de los tribunales españoles anularon.

Este desgraciado caso nos va a costar el dinero a los extremeños tanto por el importe de la demolición y acondicionamiento posterior, como por las sustanciosas indemnizaciones que habrá que pagar a los propietarios – puesto que son adquirentes de buena fe - salvo que a algún tribunal de apelación se le encienda la luz de la racionalidad y considerando que la restitución de la zona a su estado anterior es de imposible consecución, evite el escandaloso estropicio del derribo. Difícil.

Toda esta situación ha de urgir a la Junta de Extremadura para que lleve a cabo una revisión en profundidad de todas las zonas protegidas existentes en la comunidad autónoma, a fin de que sólo aquellas que sustenten valores ambientales destacados puedan continuar protegidas, liberando al resto de la protección de que injustificadamente gozan y que se convierte en un corsé para el desarrollo extremeño.

Y esto ha de defenderlo con uñas y dientes ante el gobierno de España y ante la Comisión Europea, digan lo que digan los ecologistas, poniendo de manifiesto la situación de pobreza a la que una política ambientalista, radical y fuera de lugar, ha conducido a Extremadura al dificultar o impedir su desarrollo agrario, industrial y turístico y la ejecución de infraestructuras adecuadas.

Visto todo lo ocurrido con Marina Isla de Valdecañas parece que ha llegado la hora de que la Junta de Extremadura, en base a los estudios de un equipo multidisciplinar experto e independiente, lleve a cabo un Plan de Ordenación del Territorio Extremeño.

Habrán de determinarse en el mismo el tipo de uso de cada zona: zonas protegidas, urbanas y urbanizables, forestales, agrícolas de secano y dehesa, agrícolas de regadío, suelo industrial, llevando a cabo una revisión profunda de todo el territorio protegido hasta la fecha, desafectando de la declaración de protección todas aquellas áreas que no reúnan valores ambientales dignos de ser protegidos y supongan un impedimento para el desarrollo regional.

Sería la lección más importante a extraer de un episodio tan complejo como ha sido el de la Marina Isla de Valdecañas. Tengo serias dudas de que se vaya a hacer nada al respecto. Pero le otorgaré a la Junta de Extremadura el beneficio de la duda. A ver si esta vez hay suerte.

viernes, 4 de febrero de 2022

 

LOS CAUDALES ECOLÓGICOS Y LA GARANTÍA HÍDRICA DE LOS REGADÍOS

El clima en la mayor parte de España, en la denominada España seca, se caracteriza por una distribución irregular de las lluvias en el espacio y en el tiempo. De ahí nace la necesidad de regular agua mediante la construcción de obras hidráulicas de almacenamiento, los embalses, que acumulan y retienen agua en las épocas lluviosas, para poder utilizarlas en los períodos secos.

La regulación en régimen natural que son capaces de llevar a cabo nuestros ríos alcanzaría al 9 % de las aportaciones de lluvia como media en España. Gracias a la red de embalses construidos en nuestro país a lo largo del tiempo, la regulación media se sitúa en el 44 % de la aportación de lluvia. Hay diferencias de unas cuencas hidrográficas a otras.  

Si sólo existiera la regulación natural, nada más que sería posible atender con garantía el 20 % de las demandas actuales de los usos socioeconómicos que utilizan el agua, como los abastecimientos urbanos, los regadíos, los usos industriales o la producción de energía hidroeléctrica. Gracias a nuestra red de embalses hemos visto que el panorama es muy distinto.

La introducción de los caudales ecológicos como restricción previa a los sistemas de explotación con preferencia absoluta a los otros usos, salvo a los abastecimientos urbanos cuando no haya soluciones alternativas, ha revolucionado el panorama del uso del agua. Y lo hizo un gobierno del Partido Popular, que no parece tener entre sus banderas preferentes al ecologismo precisamente.

Al no tener en cuenta las consecuencias que esta errónea decisión traería consigo por su afección negativa a usos preexistentes, los cuales tenían sus concesiones administrativas en regla, no se calcularon los perjuicios que la introducción de dichos caudales ecológicos causaría en la reducción de las garantías hídricas para los regadíos y para otros usos.

En la XX Jornada Técnica de FENACORE (Federación Nacional de Comunidades de Regantes), el catedrático de Hidráulica de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, Luis Garrote, presentó una comunicación de gran interés en la que se daba cuenta de la influencia de mantener caudales ecológicos sobre la disponibilidad de agua para otros usos, entre los cuales está el regadío que es el que más agua utiliza.

Veamos los casos de las cuencas del Tajo y Guadiana que son las que más afectan a Extremadura, desde donde escribo.

CUENCA

DISPONIBLE

NATURAL %

DISPONIBLE

REGULADO %

DISPONIBLE

PERC. 5 % (%)

DISPONIBLE

PERC. 10 % (%)

DISPONIBLE

PERC. 15 % (%)

GUADIANA

1

46

43

41

40

TAJO

6

66

50

41

38

 

Como se deduce de la tabla anterior mantener caudales ecológicos disminuye la disponibilidad para otros usos siendo más acusada la disminución en la cuenca del Tajo que en la del Guadiana y mayor cuanto más lo sea el percentil utilizado para determinar los caudales ecológicos mínimos mediante métodos hidrológicos.

Vamos a ver un ejemplo de afección generada a los regadíos por tener que asegurar los caudales ecológicos. Es la que se puede producir actualmente en la cuenca del Guadiana occidental que corresponde a la zona de Extremadura, si no llueve lo suficiente en un corto plazo de tiempo.

Los datos anuales son los siguientes con grandes números: Para asegurar el riego se necesitan 1.150 hm3, para los caudales ecológicos 800 hm3, para dos años de abastecimiento urbano 120 hm3, para los cultivos permanentes (frutales principalmente) 80 hm3 y en evaporación de los embalses 180 hm3. En total 2.330 hm3. Reparen en que el volumen asignado a los caudales ecológicos supone el 65 % de los destinados a regadío más los de cultivos permanentes.

Hace unos pocos días había unas reservas embalsadas de 1.922 hm3. Por tanto, existe un déficit de 408 hm3. Es decir que, para regadío si se atienden los caudales ecológicos de modo prioritario, quedarían 742 hm3, o sea el 64,5 % de las necesidades de riego de cultivos no permanentes. Quedarían atendidos los cultivos permanentes para evitar su desaparición.

Supongo que en situaciones de sequía habría que reducir drásticamente los caudales ecológicos a tenor de lo dispuesto de forma muy ambigua en el apartado 3.4.3 de la Instrucción de Planificación Hidrológica. Que por otra parte dispone que los caudales ecológicos en sequía no se apliquen a zonas protegidas de la red Natura 2000 o en la lista de humedales de importancia internacional de acuerdo con el Convenio de Ramsar. En la cuenca del Tajo por ejemplo el 70 % de la misma está afectado por la Red natura 2000 o el convenio de Ramsar. Y también establece otras limitaciones en función de alcanzar el objetivo de permitir el mantenimiento, como mínimo, de un 25% del hábitat potencial útil máximo.

La relajación del régimen de caudales ecológicos en la época de sequía permitiría destinar algún recurso más al regadío y evitar, aunque fuera parcialmente, los daños a este sector.

Ha de tenerse en cuenta que la práctica totalidad de las zonas regables del Guadiana en Extremadura tienen concesiones de agua o declaraciones de interés nacional muy anteriores a la introducción de los caudales ecológicos en la normativa, con lo cual estos se aplican con carácter retroactivo perjudicando a los regadíos. En consecuencia, sería justo que, si se mantienen estos caudales ecológicos por dar prioridad a los temas ambientales, a los regantes habría que indemnizarles en el importe de las pérdidas que tendrían que asumir por las superficies que no puedan regarse.

Me temo que si se da esta circunstancia las reclamaciones habrán de hacerse en vía judicial pues no parece estar prevista la correspondiente indemnización por parte de la administración.

Esperemos que llueva. Será lo mejor para todos.