AUSTERIDAD,
EXPANSIÓN Y ESTABILIDAD PRESUPUESTARIA
En España el paradigma de la aplicación de las
políticas de austeridad, conocidas en ámbitos políticos como “austericidio”, ordenadas
por Merkel y por la “troika” durante el proceso de rescate financiero acaecido
en nuestro país, ha sido el PP.
Sus
efectos han resultado favorecedores para capas muy reducidas de la población
española (grandes fortunas, empresas potentes y capitalistas) y perniciosos
para la mayoría de los ciudadanos especialmente para la clase media y los
trabajadores. Los corolarios principales han sido: un aumento muy notable de la
desigualdad, un importante deterioro de la clase media y un incremento
desmesurado en los niveles de pobreza.
Han
impuesto con su mayoría absoluta una reforma laboral cuyas consecuencias han
sido: despidos más fáciles, reducción de salarios y empleo precario. Se ha
tratado de conseguir incrementar la competitividad mediante recortes en los
salarios o en la calidad del empleo, más que por la vía de una mejora tecnológica
de los procesos de producción y de la fabricación de bienes nuevos de más alto
valor.
Se
han llevado a cabo importantes recortes en sanidad y en educación que han
generado un menoscabo muy acentuado de estos sectores que son la base del
estado del bienestar y se han introducido copagos especialmente onerosos en las
áreas sanitarias.
Con
el trampantojo de asegurar a las pensiones una subida del 0,25 % se ha engañado
a los jubilados, puesto que los incrementos en el coste de la cesta de la
compra que realmente les afecta, han sido sensiblemente mayores que la
actualización aplicada durante toda la legislatura.
Podría
pensarse que después de la puesta en marcha de estas políticas de austeridad,
las condiciones de estabilidad presupuestaria habrían mejorado y estaríamos en
un camino más cómodo. Nada de eso. En estos cuatros años a pesar de los
recortes aplicados no se ha cumplido nunca con el porcentaje de déficit
establecido por la UE y la deuda pública ha pasado del 70 % del PIB a prácticamente
el 100 %. Como ven una paradoja que nunca se ha explicado a la población.
¿Quién se ha beneficiado de este contrasentido? Pues los de siempre: capitalistas
y corruptos y la pléyade de enchufados de las empresas públicas, que no hemos
de confundir con los funcionarios de las diferentes administraciones que han
sido otras víctimas.
Y
es que el manido crecimiento del PIB se ha hecho a expensas de incrementar
fuertemente la deuda. Y eso no es una mejora de la economía. Al contrario. Es
un deterioro de la misma.
Ahora
algunos partidos de corte progresista propugnan un cambio radical en estas
políticas de austeridad y estando en parte de acuerdo con ellos, éstas han de aplicarse
adoptando algunas cautelas para que la deuda pública no continúe disparada y se
vuelva imposible, ya casi lo es, su devolución.
Hay
que introducir políticas que favorezcan el crecimiento económico de modo que
haya más que repartir y proceder a una distribución más equitativa, mirando
siempre a la consecución de la estabilidad presupuestaria en el plazo más breve
posible.
Dado
que el crecimiento sólo se genera a través de los emprendedores había que
facilitar la constitución de nuevas empresas, dando facilidades y evitando
trámites administrativos penosos que disuadan a los empresarios para acometer
su creación.
Los
dineros públicos han de ir dirigidos a la inversión productiva, mejorando las
infraestructuras en las que seamos deficitarios, la sanidad o la formación
especialmente en la innovación y la investigación en nuevas tecnologías de
producción y nuevos materiales destinados a producir bienes de mayor valor
añadido.
Ha
de desarrollarse una política fiscal progresiva que ha de tener como fundamento
la persecución del fraude fiscal y de la economía sumergida, evitando las
escapatorias fiscales existentes (las sicav por ejemplo). No puede ser que la
fiscalidad continúe gravitando sobre las espaldas de las rentas del trabajo y
no colaboren al menos en igual medida las rentas del capital y los beneficios
de las empresas.
A
los más afectados por la crisis ha de ayudárseles con prioridad, pero con el
horizonte de facilitarles un puesto de trabajo digno y no limosnas que son pan
para hoy y hambre para mañana.
Es
decir hay que aplicar políticas expansivas pero con moderación y vigilando la estabilidad
presupuestaria y la deuda y en un marco de persecución implacable de la
corrupción.
Utopías
como las que propone Podemos en su programa son inviables por imposible
financiación y sólo conducen a la frustración de los ciudadanos y a aumentar la
pobreza de España. Y es que los números sobre el papel aguantan todo, pero
luego resulta que la realidad es muy testaruda y los termina destrozando.