CONVERSOS EN CATALUÑA
A
finales de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado, se produjo un
fuerte movimiento migratorio en el interior de España. No era el primero. Ya había tenido lugar alguno más desde principios de siglo y especialmente durante el
tiempo que duró la primera guerra mundial. Las regiones receptoras de aquellos iniciales trasiegos de gentes eran Cataluña y el País Vasco en donde por
entonces se instalaban las primeras industrias importantes.
La
política franquista aplicada después de la guerra civil trajo consigo que millones
de trabajadores del campo se vieran obligados a abandonar las desprotegidas
zonas rurales del sur (Extremadura, Andalucía, Castilla la Nueva menos Madrid y
Murcia) en una diáspora indecorosa hacia las tierras norteñas de Cataluña y el
País Vasco. Allí el régimen invertía dinero público a manos llenas para
desarrollar esas regiones, con la ingenua y a la postre inútil intención de
acallar posibles movimientos nacionalistas o separatistas en ambos territorios.
La
emigración se realizaba en unas condiciones tan lastimosas que el tren que unía
Almería con Barcelona era conocido desde antiguo como “el transmiseriano”.
Miles y miles de españoles con una maleta de cartón y una mano delante y otra
detrás partían hacia las regiones privilegiadas por Franco para servir como
fuerza de trabajo barata en la industrialización de aquellas zonas.
Posteriormente trasladarían a sus familias para instalase allí definitivamente.
El
actual alcalde de Blanes una bella ciudad de la Costa Brava, un tal Lupiáñez,
fue uno de aquellos emigrantes que junto a su familia hubo de abandonar las
fragosas e impresionantes sierras andaluzas de la Alpujarra en busca de un
mejor futuro en tierras catalanas. No había vuelta de hoja. Si permanecían en
Andalucía lo más probable es que hubieran pasado estrecheces sin cuento. Era la
cruel salida que el dictador y su administración ofrecían a los habitantes de
las empobrecidas y casi siempre resignadas regiones del sur: irse.
Pero
Franco y sus adláteres no supieron calibrar que los nacionalistas e
independentistas catalanes, traidores siempre, seguirían bajo cuerda con su
labor de zapa y de conversión a sus ideas de aquellos niños y jóvenes que se
vieron obligados un día a abandonar sus tierras de nacimiento para recalar en
Cataluña.
Desde
comienzos de los años 70 el nacionalismo y el independentismo catalanes
empezaron a desenvolver su labor de prostitución de la historia y de
adoctrinamiento de toda esta población de aluvión para convertirlos a sus
tesis.
Así
fueron aleccionados cientos de miles de niños y jóvenes de modo que una buena parte
de ellos se convirtieron a la causa catalanista y fijaron en sus cerebros las
ideas que les inculcaron, de modo que se transformaron en conversos del independentismo
de los “Països Catalans” y en encarnizados enemigos de España. Sus cerebros
adolescentes machacados durante años no resistieron el embate.
Como
suele ocurrir los conversos a la nueva ideología tratan de mostrarse como los
más acérrimos defensores de la misma y para demostrarlo llegan a límites increíbles
de verborrea y facundia como a los que ha llegado el señor Lupiáñez, actual
alcalde de Blanes por el PSC.
Este
ciudadano que al parecer ha estudiado Derecho, da la impresión de que la
Universidad no ha dejado en él su impronta de cultura, de raciocinio y de
sabiduría.
En
su deriva de converso al separatismo catalán ha sentenciado que Cataluña es
como Dinamarca y que el resto de España es similar al Magreb para tratar de
justificar el referendum secesionista. Y que esas diferencias son las que
justifican que Cataluña quiera independizarse de España.
Cataluña
no es ya la región más próspera del Estado Español y está lejos de parecerse a
Dinamarca. La han sobrepasado otras comunidades autónomas que están superando
sus índices de bienestar y de renta. Por otra parte sus políticos son el centro
de una corrupción sistémica y a la par han generado una deuda pública
insostenible. Para escamotear la situación llaman a la secesión tratando de
justificar su postura con el mantra repetido hasta la saciedad: España nos
roba. ¡Con lo que se han aprovechado
ellos del resto de la nación¡ Entre otras cosas de todo ese volumen de
población que se vio obligada a emigrar allí porque al dictador se le ocurrió
la malhadada idea de privilegiar esta región sobre otras que tenían igual
derecho a verse beneficiadas.
Comparar
a España con el Magreb como hace el edil de Blanes es indicativo de dos cosas:
o que este ciudadano no conoce el Magreb y su situación actual ni por el forro,
o que si es consciente de ella trata de engañar a los ciudadanos al equiparar
dos áreas que no admiten comparación.
Y
para colmo resulta que es alcalde del PSC. Ya va siendo hora de que el PSOE
suelte este pesado lastre que para el partido representa su socio catalán. Los
socialistas, que llevan dando tumbos desde el comienzo de la crisis, son el
paradigma de una incongruencia manifiesta puesto que defienden una cosa en
España y la contraria en Cataluña. Todavía no he visto que hayan desautorizado
las manifestaciones del tal Lupiáñez. A ver si lo hacen de una vez.