ESTÁN MONTANDO
EL POLLO
Lo
que está ocurriendo en Cataluña supera los límites de lo imaginable y va siendo
hora de que los líderes catalanes y nacionales comiencen a reflexionar sobre lo
que está aconteciendo en ese territorio.
Cuando
estuve visitando Auschwitz, contemplé en uno de los pabellones una frase que me
dio mucho que pensar, decía: “Aquellos
pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla “ Parece que
es debida a Cicerón.
Creo
que esta sabia sentencia debería empezar a formar parte del pensamiento de los
líderes políticos de nuestro país, pues España está empezando a caminar por una
senda que puede ser peligrosa y que si por parte de estos dirigentes no se
aplica mucha inteligencia y comedimiento puede conducirnos a escenarios muy
penosos que no debieran volver a producirse.
Menéndez
Pelayo también nos advertía en el mismo sentido que Cicerón: “Pueblo que no sabe su historia es pueblo
condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades
aisladas, rasgos de pasión e ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos
que acrecentarán más y más la lobreguez de la noche”
Los
secesionistas catalanes no consiguieron la mayoría de votos las últimas
elecciones autonómicas a las que ellos mismos otorgaron el carácter de
plebiscitarias. En lugar de aceptar democráticamente su derrota, siguen erre
que erre con el mantra de conseguir la secesión al precio que sea.
Y
tal y como aventuró Baños, un conspicuo líder radical de CUP, con la sonrisa en
los labios, han comenzado a montar un pollo. Nada más constituirse el
Parlament, los secesionistas que disponen de mayoría de escaños - gracias a la
ley d’Hont y al diferente valor de los sufragios según la circunscripción –,
han presentado una propuesta para declarar la independencia de Cataluña de
forma unilateral. En contra de los principios de la democracia y de la legalidad
de ámbito autonómico, nacional o internacional vigente. En fin un despropósito.
Han lanzado un órdago que puede tener consecuencias imprevisibles.
Sería
conveniente que estos irresponsables volvieran la vista atrás, a hace menos de un siglo, cuando tanto en 1931
como en 1934 se declaró en Cataluña una República Catalana dentro de la República
Federal Española. Aquello derivó en un tremendo caos y fue semilla de una
discordia civil que por ninguna razón debiera repetirse.
Sería
bueno que se entrase en la senda de la racionalidad y se dejase a un lado la
exacerbación de los sentimientos, que es un mecanismo primario para manipular a
unas masas, que en el caso de Cataluña y a pesar de la presión administrativa y
mediática a que esa sociedad ha sido sometida desde hace años, no son mayoría
en su ansia secesionista. Esta maniobra lo único que ha conseguido es
fragmentar a la sociedad catalana en dos bandos. Ya estamos como siempre en
España: los buenos y los malos.
Un
asunto tan importante como es que se separe de España un trozo como Cataluña,
no se puede sustanciar con el 48 % de los votos, que solamente corresponden en
número al 36 % de la población total de ese territorio. Eso no tiene ni pies ni
cabeza. Ni se puede invocar el derecho de autodeterminación que solamente está
previsto en el derecho internacional para casos de descolonización.
Pero
tampoco es solución como hace Rajoy, agarrarse a la aplicación estricta de la
ley como único camino para resolver el problema. Una decisión tan grave como es
la aplicación del artículo 155 de nuestra Carta Magna solamente puede tomarse
cuando no quede otro remedio. Antes ha de dialogarse. Sobre todo para defender
a los que quieren quedarse a los que no se les da voz en los medios de
comunicación.
Serviría
también para dar solución a las aspiraciones de un considerable porcentaje de
la población que estaría dispuesta a separarse. Aunque lo haga sin considerar
las consecuencias que su decisión traería consigo.
Lo
primero que hay que hacer es explicar a todos los catalanes con cifras
concretas y veraces estas consecuencias. Y esto nunca se ha hecho. Rajoy en los
últimos cuatro años, que es cuando se ha recrudecido el problema separatista,
no ha hecho nada por desmontar los argumentos de los que quieren irse.
Trabajos
como el del catalán Josep Borrell, publicados recientemente, sí que son
necesarios para explicar a los catalanes las mentiras en que se basa la
pretendida independencia y sus consecuencias para la población.
Y
por último hay que tratar de encajar las peculiaridades de Cataluña en el
ordenamiento jurídico español. Pero desde la igualdad y la solidaridad. La
misma que en épocas anteriores tuvo con los catalanes el resto de España.
No
será tarea fácil. Pero debe intentarse.