PROMETER Y
PROMETER
En
los albores de nuestra reciente democracia, el presidente Adolfo Suárez
utilizaba con frecuencia una frase que ha quedado para la historia: Puedo
prometer y prometo. En una sesión del Congreso en la que el presidente de UCD
volvió a utilizar por enésima vez la archisabida cantinela, un parlamentario
navarro creo recordar que de apellido Aizpún, en su turno de intervención le
espetó al jefe del ejecutivo: Usted puede prometer y promete; nosotros podemos
dudar y dudamos.
Eran
tiempos de un parlamentarismo de bastante más nivel intelectual del que hoy
padecemos. En las cortes actuales, salvo honrosas excepciones, predomina la
mediocridad y con frecuencia se da la pura chabacanería. Una pena.
Los
partidos políticos se han convertido en máquinas cuyo exclusivo fin es alcanzar
el poder y manejar el presupuesto y a este objetivo primordial dedican todos
sus esfuerzos, utilizando cualquier medio a su alcance sea este más o menos
ético.
Aplican
un principio de actuación que le escuché a unos jóvenes hace un tiempo:
prometer y prometer hasta llegar a meter, y una vez que se ha metido olvidar lo
prometido. Los mozos de mi generación, en general, no pudimos aplicar este
principio.
Cuando
llegan las campañas electorales como la que nos encontramos, el españolito de a
pie se ve abrumado por una orgía de promesas de todo tipo. Los políticos saben
con seguridad absoluta que no podrán cumplirse. Pero ellos las sueltan cada vez
con más desfachatez con la certidumbre de que los ciudadanos las creerán a pies
juntillas y les votarán en los cercanos comicios.
Si
uno sumara el importe económico al que ascienden las promesas electorales,
llegaría a la conclusión de que no habría fondos presupuestarios suficientes en
100 años para pagar el total. Pero los políticos siguen erre que erre
prometiendo y prometiendo, en la creencia de que los españoles somos tontos del
haba y nos lo creemos todo lo que su imparable verborrea nos arroja.
Dicen
todo aquello que los ciudadanos quieren escuchar y a ese fin dedican todos sus
esfuerzos.
Algunos
ejemplos. Todos o casi todos los partidos políticos aseguran a lo largo y ancho
de la campaña y fijan en sus programas electorales que las pensiones se
revisarán con el IPC para que no pierdan
su poder adquisitivo y aquellas de menos cuantía subirán por encima del mismo.
Los pensionistas se muestran muy contentos como no podía ser de otra manera.
En
general tenemos una buena sanidad pública en España. Aunque en algunas
comunidades autónomas se dan problemas puntuales que desembocan en una
sobreocupación de los hospitales en los que se ven con frecuencia acumulaciones
de enfermos en los pasillos. Es frecuente también la carencia de personal en
una gran parte de nuestros puntos de atención sanitaria, lo que incrementa los
tiempos de atención. Pues bien ellos en la campaña juran y perjuran que la cosa
quedará resuelta en la próxima legislatura y que las listas de espera se
reducirán sensiblemente rozando el cero absoluto. Si les votamos, claro.
Se
prometen ayudas y más ayudas a discapacitados, parados de larga y corta
duración, familias necesitadas. Todo ello es muy loable pues al necesitado hay
que echarle una mano para que no se quede en el camino. Todo el mundo sin
distinción suscribiría estos buenos propósitos que nos prometen los políticos.
A
los autónomos van dirigidas muchas de estas promesas asegurándoles beneficios
sin cuento como son la reducción de las cotizaciones y el incremento de las
prestaciones. Todo en un mundo idílico que sólo existe en las mentes de los que
prometen y prometen.
A
los trabajadores se les aumenta sensiblemente y muy por encima del IPC el
salario mínimo interprofesional, sin reparar si esta decisión afecta o no a la
actividad empresarial y a la economía nacional.
En
cuanto a la creación de puestos de trabajo la cosa comenzó en 800.000 y ya se
cuentan por millones los empleos que se crearán. Prácticamente España se queda
sin parados. Todo si les entregamos nuestro voto.
Respecto
de las infraestructuras se terminarán todos los AVEs pendientes. Que nos lo cuenten
a los extremeños que llevamos desde 2010 disfrutando del AVE en las campañas
electorales y padeciendo unos trenes tercermundistas en 2019 sin que se atisbe
el final del túnel.
Después
de prometer todos estos beneficios para los distintos colectivos, estos
políticos nuestros no explicitan el modo en que se financiará el incremento de
presupuesto que traerá consigo la nueva situación. No se adjunta a la promesa
electoral una memoria económica que justifique y asegure la subida. Eso ya se
verá después.
Unos
dicen que bajarán los impuestos y otros que los subirán pero sólo a los ricos y
a las empresas, sobre todo a las grandes con especial inquina con las del IBEX
35. Al final los impuestos se los sacarán, como siempre ocurre, a la clase
media que una vez más será la pagana del festejo. Y como es tradicional un
montón de promesas quedarán arrumbadas hasta las próximas elecciones. Es lo que
hay.