CORRUPCIÓN POR DOQUIER
La
corrupción campa a sus anchas por la piel de toro y por las islas. Los casos se
extienden por toda la geografía española y raro es el día en el que los medios
de comunicación no ofrecen datos de un nuevo suceso.
Fundamentalmente
son episodios de corrupción política, pero no hay que olvidar que la economía
sumergida, que en España se evalúa en un 25 % del PIB, también es corrupción
aunque pueda considerarse como privada. Porque cuando se evaden impuestos se
está robando dinero público.
No
debería extrañarnos la situación actual pues la historia de España ha estado
jalonada por continuados fenómenos de nepotismo y corrupción política y de
picaresca privada. Y es que en nuestro país siempre han prosperado los “listos”
y los sinvergüenzas. Esto es un hecho histórico. Los honrados que han trabajado
de sol a sol y pagan sus impuestos han sido los burros de carga que han
mantenido el sistema. Antes y ahora.
Cuando
logramos zafarnos de la dictadura franquista, en donde había corrupción a
mansalva no se olvide: los de la camisa azul, las familias poderosas y otros
adheridos se lo llevaban crudo lo que pasa es que entonces no nos enterábamos,
el pueblo español creyó que la democracia que tanto había costado alcanzar,
reduciría al mínimo la corrupción política y la privada. Al menos la primera
pues la otra es parte de nuestra idiosincrasia. Pero craso error. Los mangantes
están por encima de los sistemas políticos. Al menos en España. En otros países
creo que no tanto.
La
partitocracia nacida en 1978, además de traernos una débil democracia ha
montado un tinglado que favorece la corrupción y lo que es peor permite la
impunidad más absoluta. Pero no sólo alienta la inmoralidad política sino
también la privada. No hay una persecución tenaz ni del fraude fiscal ni de la
economía sumergida. Ni por supuesto de la corrupción política. Las
conversaciones de la alcaldesa de Alicante con un constructor son paradigma de
la situación. Y ella sigue de alcaldesa sin que su partido haya llevado a cabo,
hasta la fecha, el más mínimo gesto de desautorización de la implicada o para
su expulsión del mismo.
La
confusión existente entre los poderes del Estado y la toma por los políticos
del tercer poder, el judicial, permite más manga ancha para los corruptos
excepto cuando se topan con un juez imparcial, que haberlos haylos. Pero luego,
cuando se asciende en el entramado procesal la cosa va perdiendo fuerza y
desactivándose en sumarios que se eternizan.
Díganme
si no como salvo Bárcenas, los corruptos de mayor enjundia andan por ahí
sueltos haciendo mangas y capirotes y ocultando o destruyendo pruebas a
mansalva, bajo el palio de costosos bufetes de abogados, perseguidos por unos
jueces carentes de medios, pues ya se encargan los políticos de que no los
tengan.
Recuerden
cómo estaba el despacho del juez Castro, instructor del caso Urdangarín y
señora en Mallorca, con los expedientes apilados en mesas y sillas y con el
magistrado teniendo que trabajar en un ordenador portátil de su propiedad
debido a la falta de uno oficial.
Es
preciso que se produzca de inmediato una catarsis en los partidos afectados por
la corrupción y a su vez la modificación de la normativa, especialmente del
código penal, para que el que meta la mano lo pague con la devolución del
dinero y con la cárcel.
Lo
de pedir perdón está muy bien de cara a la galería y a hacerse la foto con la
expresión compungida. Pero hay que ir más allá y permitir que grupos de
expertos jurídicos independientes y no los grupos políticos, generen una nueva
normativa a aplicar a la corrupción en España. Y otorgar medios adecuados e
independencia al poder judicial para imponerla y a los servicios tributarios
para perseguir el delito fiscal.
De
lo contrario, los ciudadanos que están hartos de tanto chorizo, ejercerán un
voto de castigo y tal vez accedan al poder en España formaciones nuevas e
inexpertas que pueden hacer más daño todavía a este país que, desgraciadamente,
va de tumbo en tumbo.