ROBO EN PLASENCIA
El
27 de abril de 1952, hace ya 72 años, el nuncio de su Santidad en España, monseñor
Cicognani acompañado de los obispos de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ávila,
Badajoz, Coria y Plasencia, procedía a la coronación canónica de la Virgen del
Puerto, patrona de esta última ciudad. Esta virgen es conocida popularmente
como La Canchalera, dada la ubicación de su ermita en el macizo de canchos
rocosos de la dehesa de Valcorchero, situada a unos cuatro kilómetros de la
ciudad.
La
ceremonia religiosa se celebró en el parque existente enfrente del cuartel del
Regimiento de Órdenes Militares nº 37, de guarnición, por entonces, en la
ciudad. Desde ese día el parque es conocido en Plasencia como parque de la
Coronación. El cuartel se ha transformado en Centro Universitario tras abandonar
los militares la ciudad.
Yo
por entonces tenía seis años y mis padres me llevaron con ellos para presenciar
la ceremonia religiosa. Recuerdo un día muy caluroso de la primavera
placentina, un elevado número de fieles, se calculó en 50.000 los asistentes,
que ocupaban también el parque de los Pinos, y como algo sorprendente para mis
pocos años, el vuelo de una escuadrilla de aviones Junkers, procedentes de la
base aérea de Matacán en Salamanca, que arrojaron pétalos de flores sobre el
recinto ceremonial cuando se coronaba a la Virgen.
Las
coronas de la Virgen y el Niño, con un peso de más de dos kilos de oro,
recamadas de piedras preciosas, así como los mantos de la Madre y de su excelso
Hijo, fueron costeados por suscripción popular de gentes de Plasencia y sus
comarcas, devotos de la Virgen Canchalera, mediante la aportación de dinero,
oro, joyas y piedras preciosas.
Recuerdo
que se editó un libro, con pastas de color rojo, en el que se exponían
fotografías de la ceremonia religiosa y contenía la lista de las personas que
habían contribuido a sufragar el coste de las coronas y los mantos. Yo leía de
pequeño aquellas interminables relaciones de donantes, pues muchos de los allí
reseñados eran familiares nuestros, o amigos y conocidos de mis padres.
Las
coronas de Madre e Hijo, se exhibían en los últimos tiempos en el museo
catedralicio de la ciudad. Y sorprendentemente han sido robados hace unos días,
en la madrugada del Domingo de Ramos. Increíble. Los ladrones saben que más de
dos kilos de oro, una vez fundido es un botín de altísimo importe para sus
bolsillos. El alcalde placentino estima el montante de lo robado en más de un
millón de euros. El valor sentimental que estas coronas tienen para los
placentinos devotos de la Virgen del Puerto es incalculable, pero eso les
importa poco a estos desalmados.
Es
sorprendente que el museo catedralicio de Plasencia, dado los tesoros tan
importantes que alberga, no cuente con un sistema apropiado de alarmas, para
poder impedir estos robos. Y para complicar más la cuestión el sistema de
cámaras de seguridad del museo no funcionaba adecuadamente. Quizás un exceso de
confianza, pensando que este tipo de robo sacrílego tiene una baja probabilidad
de producirse. Pero en los tiempos que corremos, cualquier cosa es posible,
como se ha podido comprobar.
Ahora
la situación pasa porque las investigaciones policiales, puedan dar con los
autores de este robo sacrílego y lleguen a tiempo de evitar la pérdida
definitiva de las joyas robadas. Espero que, si existen cámaras de seguridad en
las inmediaciones, puedan dar información sobre los autores del robo y
conseguir recuperar lo robado.
Porque
por el tipo de joyas tan especial, los ladrones que deben ser muy
profesionales, dada la imposibilidad de venderlas en el mercado, tendrán como
objetivo, retirar las piedras preciosas y fundir el oro que en este estado será
de muy difícil identificación.
Plasencia
está consternada por este robo inexplicable. Ya que estas coronas eran el
homenaje de la ciudad y sus comarcas a su patrona y a su hijo. La Virgen del
Puerto goza de la devoción de miles de placentinos, que todos los años en el
domingo siguiente al de Resurrección, peregrinan a su santuario para rezarle y
pedirle ayuda en sus contratiempos de la vida.
Hemos
de confiar en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, para que pueda
producirse una rápida recuperación de los robado. La Virgen del Puerto desde su
ermita, seguro que echará un cable a los investigadores, que tienen una
compleja tarea por delante. O tal vez, mueva el corazón de los ladrones para
que devuelvan lo robado.