ARDEN DE NUEVO LAS HURDES Y SIERRA DE GATA
Un
incendio forestal, al parecer intencionado ha calcinado, hace unos días, extensas
superficies de las Hurdes y de la Sierra de Gata. Dos comarcas extremeñas del
norte de la provincia de Cáceres de extraordinaria belleza por su fragosidad y
verdor.
No
es la primera vez que acontecen incendios forestales en estas comarcas ni en el
norte de Extremadura. Sin ir más lejos, el año pasado tuvieron lugar importantes
incendios en Santa Cruz de Paniagua y sierra de Gata, en Las Hurdes saltando de
la provincia de Cáceres a la de Salamanca, en Casas de Miravete afectando al
Parque Nacional de Monfragüe y en el valle del Jerte.
Los
expertos en incendios forestales hacen uso de la regla 30 – 30 – 30 (más de 30
km/h de velocidad del viento; más de 30 º C de temperatura ambiente y una
humedad relativa menor del 30 %) como límites de las condiciones idóneas para
que se produzcan incendios forestales y se haga complicada su extinción. En
este reciente incendio hurdano y serragatino, ha sido la persistencia del
fuerte viento la causa meteorológica que ha impedido poder extinguir el fuego
con prontitud, a pesar del despliegue de medios aéreos, terrestres y personales
que se ha hecho. Comenzado un miércoles por la tarde, había destrozado entre
10.000 y 12.000 hectáreas hasta el domingo en el que los mandos consideraban el
incendio como estabilizado, que no extinguido. La junta de Extremadura había
declarado el nivel 2 de peligrosidad por su cercanía a cascos urbanos y
viviendas.
Los
pinos en combustión, han hecho el incendio más virulento todavía si cabe, con
sus piñas incandescentes volando para propagar las llamas y aumentar el
desastre. Tal vez un cambio de especies forestales repoblando con castaños,
robles y otras especies autóctonas, en sustitución de los pinos, podría
aminorar las consecuencias de los incendios.
Existe
un dicho en el argot forestal que reza: los incendios del verano, se apagan en
invierno. Y aquí parece que estamos fallando una vez más en aplicar esta máxima
avalada por la experiencia. Por razones que no acabo de entender, de unos años
a esta parte se ha dejado de lado la gestión del monte y las actuaciones que,
hace un tiempo, en las épocas fuera del verano, se llevaban a cabo en el mismo.
El
sotobosque proporciona una buena parte del material inflamable que condiciona
la mayor o menor facilidad de combustión cuando se produce un incendio
forestal. El pastoreo del monte con ganado vacuno u ovino, pero especialmente
con la especie caprina, aseguraba que la materia inflamable del sotobosque
quedaba reducida a su mínima expresión, ya que estos animales tienen una gran
facilidad para alimentarse de las plantas y arbustos que forman el piso
inferior de nuestro bosque, con lo cual el nivel de gravedad de los incendios
se reducía sensiblemente.
La
acción del ganado se completaba con labores de limpieza y mantenimiento
llevadas a cabo por personal desempleado que antiguamente era dirigido por el
ICONA, hoy desparecido, y que prácticamente no se llevan a cabo en la
actualidad. El despoblamiento masivo del mundo rural puede ser otra de las
causas del abandono de las labores de limpieza, junto a la disminución del
número de ganaderos.
En
muchas zonas forestales protegidas declaradas como ZEPAS, LICS, o Parques
naturales o nacionales, una presión ecologista absurda está llevando a la
prohibición de las labores que tradicionalmente se hacían en nuestros montes:
caza para control de las especies cinegéticas; pastoreo que limpiaba la maleza
y reducía la carga combustible y la realización de cortafuegos que servían para
dividir el territorio y manteniéndolos limpios, limitaban la propagación de los
incendios.
Todas
estas prácticas están casi en su totalidad en desuso, porque la presión de los
lobbies ecologistas, que disponen de una fuerza desmesurada, subvencionada por
la propia administración, están imponiendo a los poderes legislativo y
ejecutivo unas ideas falsas, de las que no se han analizado sus consecuencias,
ni se saben sus efectos. Y los políticos que tienen pánico a los ecologistas
han cedido a estas presiones. Y estamos pagando las consecuencias.
El
sector forestal es una parte del sector agrario y forma parte del medio rural.
Tradicionalmente su gestión y los medios de extinción de incendios han estado
encomendados al departamento de agricultura. El ICONA, ente especialista en la
extinción de incendios forestales, fue un organismo autónomo adscrito al
ministerio de Agricultura.
En
Extremadura se mantiene este acertado principio, pero no así a nivel central en
donde todo el sector forestal ha sido desgajado del sector agrario y
encomendado al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico,
probablemente para inflarle de competencias y poder darle una vicepresidencia a
una señora cuya gestión está siendo de lo más deficiente por calificarla de una
manera benévola. Tanto el sector forestal que no puede desligarse de la
agricultura y la ganadería, como el reto demográfico deberían estar adscritos
al ministerio que se ocupa del medio rural que es el de Agricultura.
Incendios
forestales los ha habido siempre. Ciclos de temperaturas elevadas en verano y
de sequedad ambiental, también. Tal vez ahora lo sean más frecuentes, pero eso
no justifica los importantes incendios forestales que estamos teniendo en
Extremadura, pero también en otras partes de España. Y echar las culpas de los
incendios forestales al cambio climático, mueve a risa.
El
hecho de que muchos incendios forestales sean intencionados complica las cosas.
Es incomprensible que el ser humano pueda quemar el monte. Pero pirados y locos
de atar los hay en todos los estratos sociales. Y los pirómanos forestales
están ahí. Y lo que debe hacerse es controlarlos, en los núcleos rurales se
conoce todo el mundo, y perseguirlos con la ley en la mano hasta conseguir que
dejen de actuar.