ESTRATEGIA PELIGROSA
En
una entrada de este blog de fecha 27 de diciembre de 2015 aventuré que Pablo
Iglesias, el líder de Podemos, era muy probable que empezara a agitar la calle.
Me basaba para afirmarlo en que no tendría suficiente con su representación
parlamentaria para hacerse notar.
Al
parecer las cosas van a ir por ahí a tenor de las últimas manifestaciones del
jerarca de Podemos. En su enésimo giro ideológico, ha pasado de la
socialdemocracia condimentada con su alianza con IU - que les costó un millón
de votos en las elecciones del 26 J - a la agitación callejera, ya que al
parecer no tiene bastante con trabajar en el Congreso para, por medios
democráticos, modificar las normas en beneficio de los españoles. Tampoco le
basta con los “números” que monta en esa institución.
Después
del “tortasso” del 26 J ha culpado del mismo a la campaña electoral diseñada
por su camarada Errejón, al que quiere eliminar a toda costa para quedarse él
como único dueño de la finca podemita. Ambos rivales venden en los medios de
comunicación esta lucha fratricida como un debate interno muy saludable.
Iglesias
en una deriva radical impropia de los tiempos en los que vivimos se ha lanzado
a la tribuna y con soflamas propias de un líder demagógico y populista ha
sentenciado que el Parlamento no es suficiente y que hay que tirarse al barro.
O sea mover la calle.
En
el último mitin que ha dado – con bastante menos gente de la que cabía esperar,
por cierto - su exaltación ha ido “in crescendo” a medida que transcurrían los
minutos. Ha vilipendiado al Parlamento que es el único órgano de representación
de la voluntad de los electores. Y el lugar en el que han de discutirse las
normas mediante un diálogo sensato, respetuoso y democrático.
El
excitar al personal es asunto propio de irresponsables. Y este “profesor” debería
medir sus palabras y sus métodos de actuación. Porque el agitar la calle puede
traer consecuencias indeseables. De las que los españoles tenemos, por
desgracia, muy amargas experiencias. A la calle hay que salir cuando existan
causas justificadas. Porque el derecho de manifestación es irrenunciable. Pero
siempre con orden y concierto.
Este
líder debería recuperar la sensatez y medir un poco más su lenguaje y su proyecto
de futuras actuaciones callejeras, no calentando a la masa. Estas algaradas por
las rúas suele cargarlas el diablo. Y muchas veces terminan como el Rosario de
la Aurora.
La
adopción de esta peligrosa estrategia callejera es indicio de una falta de formación
y de equilibrio notables. También denota que no sabe adaptarse ni al espacio ni
al tiempo.
No
se ha percatado de que estamos en la UE (Unión Europea) – creo que todavía no
se ha enterado de lo que significan estas siglas - y no en la Venezuela de sus
amores ni en el Irán de sus dineros. Somos un país democrático, con algunas
carencias, pero democrático. Y, mal que le pese, estamos en Europa a pesar de
las posibles deficiencias que puedan existir. Peor sería estar fuera de ella en
manos de desaprensivos como los que
asesoraron a Chávez y ahora siguen haciéndolo con Maduro.
Por
otra parte vivimos en el siglo XXI y no se pueden aplicar recetas que se han
demostrado inviables y que han dado lugar a conflictos muy penosos en épocas
pasadas.
Garzón
su aliado de IU, también opta por agitar la calle. Y así se lo ha hecho saber
al Rey en su reciente consulta para proponer candidato a presidente del
Gobierno. Dios los cría y ellos se juntan.
La
primera consecuencia de la soflama de Iglesias ya ha tomado cuerpo en la
Universidad Autónoma de Madrid. Doscientos borregos “universitarios” han
reventado una conferencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián. Como se ve
pura tolerancia en la institución que debería ser ejemplo de ella.
El
líder de Podemos ha considerado que los hechos son “una protesta estudiantil”
en lugar de condenarlos sin paliativos. Veremos el día que le ocurra a él cómo
los califica. Seguro que de fascismo.
Su
última perla la ha soltado en el discurso pronunciado en la investidura de
Rajoy. Ha sentenciado: Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara, que
fuera de ella. Frase que puede aplicarse a sí mismo pues él también potencialmente
lo es por su condición de diputado. Como se ve un lenguaje indigno de un
parlamento.
En
resumen, este excitado prócer debería de tranquilizarse. Y no pensar que España
es una asamblea de facultad universitaria que él maneja a su antojo. Nuestro
país es algo mucho más serio y merece líderes que antepongan el bienestar de
los ciudadanos a sus mezquinos intereses.
A
la calle habrá que salir cuando la gente libremente quiera manifestar su
descontento. No cuando le convenga a un exaltado de verborrea incendiaria y
demagógica.