LA GOBERNANZA
DEL AGUA
El
ministerio para la Transición Ecológica ha iniciado el procedimiento y las
consultas previas a los “stakeholders” (interesados) para proceder a la
redacción de un Libro Verde de la Gobernanza del Agua en España.
Hace
unos pocos días fui invitado a participar en un taller o “workshop” como se
dice ahora, celebrado en Mérida y organizado por el Ministerio junto con la
Dirección General de Infraestructuras de la Junta de Extremadura.
Agradecí
la invitación a participar en el evento, ya que para un ingeniero jubilado como
yo es un honor que todavía se acuerden de uno, quien procura seguir activo para
intentar salvarse de la sentencia que acuñó Miguel Delibes en su magnífica
obra: La Hoja Roja y que reza así: “la jubilación es la antesala de la muerte”.
Me
pareció muy interesante la reunión en la que participaron diversos expertos en
los temas de agua representando a intereses distintos y a veces contrapuestos
respecto de su uso.
El
agua se ha convertido en el oro blanco, yo diría incoloro, del siglo XXI. Un
bien que es escaso e indispensable para la vida de la biosfera y para el
desarrollo de los territorios, es lógico que deba tratarse con exquisito cuidado
para preservarlo y que de este modo pueda contribuir a lo largo del tiempo a crear
unas mejores condiciones de vida de los habitantes del planeta Tierra.
Pero
en el uso del agua hay intereses contrapuestos que han de concertarse de modo
que entre todos consigamos que el agua sea un elemento que coadyuve a un
desarrollo sostenible de los territorios. Adelanto que el desarrollo sostenible
no consiste en no desarrollarse, como algunos propugnan. Si se sigue la línea
de un conservacionismo a ultranza territorios como Extremadura sufrirían graves
perjuicios.
Si
se utiliza racionalmente y se gestiona con eficiencia y eficacia el agua puede
ser un factor de desarrollo al tiempo que se respetan las condiciones
ambientales de las masas de agua. Hay que armonizar el desarrollo y el medio
ambiente. Y ninguno de los dos ha de salir vencedor. Tiene que producirse un
equilibrio de modo que los diferentes intereses en juego puedan ser atendidos.
Por
eso encuentro excesivamente ambientalista la Directiva Marco del Agua (DMA) que
se “olvida” de la atención a las demandas para dar prioridad casi absoluta a la
consecución del buen estado ecológico y químico de las masas de agua.
Los
usuarios del agua tanto de la urbana, como de la agraria fundamentalmente los
de regadíos y de la industrial han de conseguir en la utilización de este bien
la máxima eficiencia.
Los
usuarios urbanos han de ser conscientes de que el agua es un bien escaso y no
ha de malgastarse. Existen muchas prácticas en nuestros hogares y segundas
residencias que permiten disminuir su consumo. De igual forma los gestores han
de procurar la máxima estanqueidad de la red de distribución en evitación de
pérdidas. Y los riegos de jardines públicos han de ser controlados y si es
posible utilizar en ellos aguas recicladas.
Por
otra parte ha de continuarse con la depuración de las aguas residuales urbanas
de modo que a nuestros ríos se devuelva un agua de calidad compatible con el
medio ambiente acuático.
En
el regadío, que es el uso que mayor volumen de agua utiliza, alrededor del 70 %
de los recursos hídricos, ya se han acometido importantes procesos de
modernización de las zonas regables que están mejorando su eficiencia y
productividad. Hay que seguir en esa línea. Por otra parte los agricultores han
de llevar a cabo una fertilización racional de sus cultivos que evite los
fenómenos de contaminación difusa debidos principalmente a la lixiviación hacia
capas profundas de nitratos y fosfatos. Además un abonado racional les supondrá sensibles
ahorros.
No
se debe olvidar que el regadío es un uso de gran trascendencia ya que asegura
el abastecimiento alimentario de los ciudadanos, fija la población rural en el
territorio y supone un importante sumidero de CO2, con lo cual coadyuva a
mitigar los efectos del cambio climático.
El
uso industrial del agua ha de ser llevado a cabo con la mayor eficiencia y
aprovechamiento y devolver al medio ambiente el agua depurada compatible con la
vida en los cursos de agua.
Tenemos
un importante reto por delante como es el cambio climático. De acuerdo con los
estudios del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) la tendencia más
probable es que se producirá un incremento térmico, acompañado de una
disminución de precipitaciones y de un aumento en la frecuencia de los
fenómenos extremos: inundaciones y sequías.
Por
lo tanto hay que reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEIs) y
llevar a cabo las medidas de mitigación y adaptación a este cambio climático.
La
gobernanza del agua ha de dar respuesta a una gestión de este recurso distinta,
de modo que se adapte a la nueva situación y que armonice los objetivos
ambientales con la atención a las demandas.
Quizás
fuera conveniente para conseguirlo estudiar en detalle la ejecución de nuevas
estructuras de regulación para aprovechar mejor los recursos hídricos que serán
cada vez más escasos e implementar medidas novedosas de gestión para hacer
frente a las nuevas condiciones que se presentan.