MUERTE DE UN
TORERO
Hasta
hace unos días en tierras de la finca Vistahermosa en Luesia (Zaragoza) a unos
1.000 m de altitud pastaba un toro de la ganadería de Los Maños propiedad de D.
José Luis Marcuello, de nombre Lorenzo, marcado con el nº 26, nacido en abril
de 2012. Fue criado con mimo por el ganadero quien previamente había
seleccionado a su madre y al semental que la padreó, buscando obtener en el
cruce las mejores características de un origen genético emblemático: Santa
Coloma.
En
la ganadería lo reseñan como negro bragao, pero más parecía burraco. Su peso
529 kg. Un cuatreño buen mozo, bien armado y con trapío.
El
toro fue embarcado para la feria del Ángel en Teruel y en el sorteo
correspondió su lidia y muerte a un
torero joven que había triunfado de novillero incluso en Madrid, aunque tenía
una carrera de matador corta, de pocas corridas: Víctor Barrio de 29 años.
Se
corre este toro en tercer lugar. Cuando el matador se encuentra en el inicio de
una tanda de naturales, una ráfaga de viento, uno de los grandes enemigos de
los toreros, lo deja al descubierto y el toro lo prende por el muslo y lo
arroja al suelo. Allí, con el instinto de bravura de su raza, vuelve a hacer
por él clavándole el pitón en el tórax y penetrando el asta hasta el mismo
corazón destrozando antes el pulmón y la aorta torácica. El joven diestro queda
exánime, falleciendo prácticamente en el acto, de modo que una vez trasladado a
la enfermería el equipo médico nada puede hacer por salvar su vida.
En
la lucha entre el toro y el torero le había tocado perder al hombre. Como
muchas otras veces había ocurrido en los anales de la tauromaquia. Desde
toreros antiguos: Granero o Joselito hasta los más modernos: Manolete, Paquirri
o Yiyo. En la dura lid había sido derrotado el maestro.
El
toro también muere a continuación a manos del director de lidia Curro Díaz que
solicita al presidente la suspensión de la corrida, a la vista del
fallecimiento en la enfermería de su compañero de terna. Desolación y lágrimas
corren por los tendidos turolenses. Es la tragedia de la fiesta de los toros.
Desde 1992 no se había producido ninguna muerte. Casi un cuarto de siglo sin
duelo en los ruedos. La inteligencia y preparación de los toreros, la suerte que
muchas veces interviene en los lances y los avances en medicina taurina habían
conseguido salvar la vida de los matadores y de sus cuadrillas.
En
Teruel había inteligencia y técnica en el torero y adecuadas asistencias
sanitarias. Pero falló la suerte. Una ráfaga de viento inesperada descubrió al
espada ante la cara del toro y éste hizo lo que el instinto de bravura que
genéticamente corresponde a su raza le ordenaba. Cornear el bulto delante de él
y arrojarlo al suelo. La suerte siguió esquiva y una segunda cornada alcanzó
órganos del diestro indispensables para la vida. Y se consumó la tragedia.
Hay
desolación en el ganadero que cría y envía sus toros a los cosos taurinos con
el único fin de que los toreros triunfen ante ellos. Porque eso significa el
triunfo de su divisa y el suyo propio. Estará triste cuando ordene matar a la
vaca que engendró a Lorenzo como marca la tradición. Nunca querría haber
llegado a esta situación que lamentará toda su vida.
Lágrimas
y desgarrador dolor de una joven viuda y de una familia que además estaban
presentes en el coso, que se vieron afectados súbitamente por una tragedia que
aun siendo posible, nunca se espera que ocurra. Al menos con un final tan trágico.
Las cornadas casi siempre se terminan curando. Lo acaecido en Teruel es
definitivo. Y marcará para siempre la vida de esta familia.
Y
consternación en los buenos aficionados que van a la plaza a presenciar una
fiesta ancestral y alegre de la lucha entre el hombre y el toro. Como
espectadores de una pelea inteligente y artística. Que casi siempre termina con
el triunfo del hombre pero que a veces se tuerce y acaba con la vida de éste.
Como por desgracia ha ocurrido en Teruel.
Para
Víctor Barrio el descanso eterno. Murió haciendo aquello que amaba, buscando la
gloria y la puerta grande. Pero tuvo la mala suerte de encontrarse con el
viento y con un toro de nombre Lorenzo una tarde de primeros de julio en
Teruel. Descanse en paz.
Dejo
para el final algo que nunca pensé que pudiera ocurrir. Una manada de
descerebrados anti taurinos se alegra en las redes sociales de la muerte del
torero. Es inconcebible. No merecen más atención. Son seres repugnantes dotados
de menos racionalidad que los animales a los que dicen defender.
Las vacaciones dejaran
en suspenso este blog hasta el 20 de agosto. Que sean felices este verano y
muchas gracias por la atención que me prestan.