INÉS
SUÁREZ DE PLASENCIA
La
serie de televisión “Inés del alma mía” basada en la novela histórica del mismo
título de la chilena Isabel Allende, ha puesto de actualidad la figura de una
mujer excepcional, que fue una adelantada a su época: Inés Suárez.
Nacida
en 1507 en Plasencia, la ciudad del Jerte, en el seno de una familia de rancias
costumbres y de no muchos posibles, chocó desde el principio con la figura de
su abuelo un hombre de severas costumbres y rígido proceder, aspectos que
contrastaban con las ansias de libertad que desde la adolescencia mostró
nuestra heroína Inés.
Experta
costurera y cocinera, oficios que aprendió en su casa, también adquirió
conocimientos de enfermería en el hospital de monjas placentino. A todas estas
habilidades unía el tener la sensibilidad suficiente para ser zahorí. Esta
capacidad para descubrir la existencia de agua le salvaría la vida en el
desierto chileno. A ella y también a los compañeros de fatigas que la acompañaron
en el descubrimiento y conquista de Chile.
En
Plasencia, en 1526, conoció al que sería su primer marido Juan de Málaga, un
seductor, vividor, pendenciero y jugador que le enseñó los secretos del amor y
de la coyunda, y más tarde la dejó compuesta y sin novio, para irse al Nuevo
Mundo en busca de aventuras y de El Dorado metal.
Inés
mujer valiente, después de un tiempo de espera, se lanzó a la búsqueda de su
marido tras pasar por Sevilla y Cádiz y sufrir las peripecias de un viaje oceánico
en el que sólo iban en el barco como mujeres ella y su sobrina Constanza, las
cuales tuvieron que defender su honra frente al acoso de los hombres de la
tripulación que navegaba hacia las Indias Occidentales.
Llegada
a Lima, la Ciudad de los Reyes, y posteriormente a Cuzco comprobó que su marido
había muerto en la batalla de Las Salinas, una contienda entre seguidores de
Pizarro y Almagro. En Cuzco, Inés conoció a otro extremeño de Castuera, Pedro
de Valdivia un gran militar que había intervenido en diversos episodios
guerreros de la época de Carlos V, entre otros el saco de Roma en 1527, y que, dejando
en Extremadura a su familia, estaba casado con Marina Ortiz de Gaete, se había
embarcado a la conquista del Nuevo Mundo en busca sobre todo de fama y honores
más que de dinero.
Inés
se convirtió en la amante de Pedro de Valdivia y en su consejera en la soledad
del tálamo y con él acometió la epopeya de la conquista de Chile, participando
en la segunda expedición que se montó desde Cuzco. La primera, que resultó
fallida, la había llevado a cabo Diego de Almagro rival de Pizarro que, aunque
no consiguió su objetivo, facilitó información cartográfica relevante a
Valdivia y a Inés Suárez para emprender el segundo intento.
La
expedición a Chile de los dos amantes, después de una travesía complicadísima
desde Cuzco y tras grandes sufrimientos, logró rebasar la zona desértica conocida
como el Despoblado y llegar a zonas más fértiles en el río Mapocho. Durante la
travesía del desierto de Atacama las habilidades de zahorí de Inés Suárez,
lograron dar con yacimientos de agua subterránea que salvaron la vida de los
soldados españoles, los conocidos como viracochas o huincas por los indígenas,
y de los indios que los auxiliaban en la expedición, los yanaconas. Sin el agua
descubierta por Inés, todos ellos habrían muerto de sed.
En
las inmediaciones del río Mapocho, Pedro e Inés fundaron Santiago de la Nueva
Extremadura (Santiago de Chile, hoy) desde donde Valdivia hizo diferentes
salidas hacia el sur a fin de conquistar nuevos territorios para la corona
española y someter a los indígenas.
En
1541 Inés defendió del asalto de los indios la nueva capital de Santiago
logrando salvar la ciudad del ataque mapuche, hasta el retorno de Pedro de
Valdivia que se hallaba en una de sus salidas para conquistar nuevos
territorios. Durante el asedio, Inés arengó a la guarnición, atendió y curó a
los heridos, suministró agua y provisiones a los soldados y llevó el mando de
la defensa de la ciudad. Ordenó ejecutar hasta siete caciques indios que tenía
prisioneros lo cual frenó y desarboló las embestidas de los incaicos.
Separada
sentimentalmente de Pedro de Valdivia por una decisión del virrey que no
permitió la continuidad de su amancebamiento, terminó casada con otro gran
militar Rodrigo de Quiroga, que llegó a ser gobernador de Chile y ella
gobernadora en su calidad de consorte, aunque ya lo había sido cuando estaba
con Valdivia.
Inés
Suárez fue una luchadora y para las generaciones de mujeres que la sucedieron un
espejo en el que mirarse para conseguir el respeto a sus personas, afianzar sus
derechos y superar el machismo imperante.
Valiente
y arriesgada, tenaz, inteligente y luchadora fue un ejemplo de liberación de la
mujer y una hembra especial en el contexto social del siglo XVI.
Isabel
Allende desliza en su libro una sentencia muy interesante: El hombre hace lo
que puede y la mujer lo que el hombre no puede. Inés Suárez logró que Valdivia
hiciera todo lo que pudo y ella completó lo que aquel no pudo hacer.
Murió
en Chile en 1580. Su ciudad natal, Plasencia, ha reconocido sus valores dedicándola
una calle, y dando su nombre a un grupo escolar. Quizás es poco premio para sus
méritos y la fama que dio a Plasencia en su época, más tarde a través de la
historia española y chilena y la que le ha dado ahora por medio de la reciente
serie televisiva.
Sugiero
a las autoridades placentinas el dar su nombre a un centro cultural de nuevo
cuño, que se encargue del estudio de nuestra presencia en América, para poner
en sus justos términos la labor de España y de Extremadura en el Nuevo Mundo y
desenmascarar la leyenda negra que existe sobre el particular y además fortalecer
y estrechar el hermanamiento iniciado en el año 2007, de Plasencia con la
ciudad de Santiago de Chile que ella fundara. Serían merecidos homenajes a la
figura de una mujer que fue excepcional y adelantada a su tiempo.