DESIGUAL
RETRIBUCIÓN DEL MÉRITO
Hace
unos días he tenido la suerte de escuchar una conferencia magistral pronunciada
en Cáceres por Carlos López Otín, catedrático de Bioquímica y Biología
Molecular de la Universidad de Oviedo. Versaba sobre la genética de la vida, la
enfermedad y la muerte.
Discípulo
de Eladio Viñuela y de Margarita Salas, el conferenciante con su sabio
magisterio, pasó revista en su charla desde los orígenes bacterianos de la vida
hasta describir lo que es la base de ella, es decir lo que se sabe del genoma
humano o el de los animales y plantas, puesto que es en su conocimiento donde
reside la explicación de lo que es la vida, la enfermedad y la muerte.
Dio
cuenta al auditorio de la ingente tarea que lleva a cabo junto con su equipo del
que se sintió orgulloso a lo largo de toda su disertación. Uno de sus trabajos
actuales consiste en tratar de descifrar las alteraciones genéticas que causan
la leucemia.
El
trabajo en grupo es la única forma de actuación científica hoy día. Ya no
existe el investigador solitario, con su microscopio a cuestas, como fue el caso
de Ramón y Cajal, y hoy día los procesos de investigación son llevados a cabo
por equipos dirigidos por personas de alta cualificación científica e intelectual
como López Otín.
A
la salida de la conferencia algunos de los asistentes reflexionábamos más que
sobre su contenido cuyo interés había sido innegable, sobre la desigual
retribución que la sociedad y los medios de comunicación dan a la valía de las
personas.
Científicos
como el conferenciante u otros profesionales de alta cualificación, conseguida
a base de un gran esfuerzo personal y muchas horas de estudio e investigación o
de preparación en su área profesional, no reciben la remuneración crematística
ni el reconocimiento social que sus desvelos merecen, en comparación con los
que perciben otros personajes o personajillos que pululan por nuestra decadente
sociedad.
Ese reconocimiento sólo les es otorgado en
áreas científicas o profesionales muy concretas y casi nunca en forma de una
elevada retribución económica sino de excelencia científica o técnica. La
existencia de este tipo de situaciones es propia de países con un nivel
cultural precario, que dan más importancia a las cuestiones banales que a la
ciencia y a la técnica o al trabajo bien hecho. España es un ejemplo
paradigmático.
Es
inconcebible que en el seno de una sociedad que se precie de ser desarrollada y
culta, personajes que no aportan más que mediocridad y una ignorancia supina
tengan acceso diariamente y durante horas a programas de amplia audiencia en
los que solamente vierten su zafiedad y su inmensa incultura. Pues bien estos
personajes perciben más emolumentos y tienen un reconocimiento social más
amplio que aquellos que trabajan con constancia y denuedo y que aportan a la
sociedad descubrimientos que sirven de base a su progreso y a la obtención de
unas mejores condiciones de vida para la población.
El
colmo de los despropósitos toma cuerpo con los recortes presupuestarios que los
gobiernos de distinto signo, sobre todo los populares, han aplicado en España
durante la crisis a dos de los pilares que marcan el progreso de una nación y
de sus habitantes: la educación y los programas de investigación y desarrollo.
Esta
drástica reducción del gasto ha traído como consecuencia que una elevado número
de nuestros jóvenes talentos de la ciencia y de la técnica, hayan tenido que
emigrar a otros países que les ofrecían unas condiciones de trabajo que no
podían encontrar en España, porque los recortes han limitado sensiblemente la
financiación de programas de investigación científica o tecnológica en cuyos
equipos podían haberse integrado.
Como
ejemplo del grado de degeneración social en el que nos encontramos, se
mantienen sueldos astronómicos de pretendidas figuras deportivas por parte de
los clubes de los que forman parte, mientras estas instituciones deben a la
Hacienda Pública ingentes cantidades correspondientes a pagos de impuestos y de
seguridad social. Increíble. Jóvenes talentos se ven obligados a abandonar
España mientras un montón de deportistas, la mayoría de ellos extranjeros, se
forran a costa de que los clubes en los que militan generen cuantiosos agujeros
en la hacienda española.
“Panem
et circenses ” El circo español continúa. Mientras en España tienen su sede
cinco equipos de fútbol que se encuentran entre los veinte más potentes del
mundo, ninguna de nuestras universidades se halla entre las cien primeras del "ranking" mundial de ellas. Una pena.
Por
eso escuchar conferencias como la de López Otín abre una puerta a la esperanza
de que no todo esté perdido en España. Confiemos en que alguien con inteligencia
arregle el desaguisado actual.