SINE
AGRICULTURA NIHIL
Sin
agricultura nada. Ya sentenció Cicerón (106 – 43 a.C.), hace más de 2.000 años,
que “la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al
sencillo, y la ocupación más digna para todo hombre libre”.
Agricultores
y ganaderos a lo largo de los siglos han sido respetuosos con el medio
ambiente, por una razón elemental: este es su sustento y su negocio. Por eso el
sector agrario que agrupa a las dos actividades más importantes del sector
primario ha realizado una explotación sostenible de los recursos naturales.
Este modo de actuar ha permitido a los movimientos ecologistas y a los gobiernos
por ellos abducidos, poder introducir “a posteriori” figuras de protección
territorial que en muchos casos son innecesarias y en algunos otros
contraproducentes.
Los
urbanitas de las grandes ciudades, que son uno de los grupos que más
contribuyen a la contaminación ambiental, tratan de imponer sus tesis
ecologistas al medio rural en el que todavía viven, ya veremos por cuanto
tiempo, los agricultores y ganaderos. Sin, en muchos casos, conocer la realidad
de este medio. Que cada vez tiene menos peso poblacional y político pero que es
estratégico ya que el trabajo de sus habitantes junto con la industria
agroalimentaria, asegura la alimentación de la población. Por eso Sine
Agricultura Nihil.
Un
ecologismo radical y en muchos casos sin fundamento científico alguno, se
extiende por las administraciones, comenzando por la de la UE. Unos urbanitas
con pocos conocimientos de lo que es el medio rural, a tenor de las decisiones
que toman, están llevando a la agricultura y la ganadería con el trampantojo de
la concesión de subvenciones, a una reducción de producción - hay autores que a
nivel de la UE la estiman en un 15% con las nuevas normativas y con las que se
avizoran - sin tener en cuenta que los ciudadanos de estos países han de ser
alimentados, cuestión fundamental para la vida. También hay que considerar que
con sus exportaciones el sector agrario europeo contribuye a la alimentación
del resto del mundo. En donde, hoy día, 2.000 millones de personas tienen
dificultades para acceder a una alimentación suficiente.
Las
nuevas disposiciones como la Directiva Marco del Agua (DMA) promulgada el año
2000, la PAC que se aplicará en su nueva versión a partir de 2023 y el Nuevo
Acuerdo Verde Europeo (Estrategia de la granja a la mesa) muestran una
componente ambientalista, la cual pretende la reducción de producciones y en
consecuencia una agricultura y ganadería cuyos rendimientos serán insuficientes
para alimentar a los ciudadanos europeos, y , como consecuencia, elevarán el
coste alimentario para los consumidores al reducirse la oferta local y tener
que depender de países terceros.
Estas
disposiciones y la transposición a los ordenamientos jurídicos de los estados
miembros están generando continuas trabas a una agricultura y ganadería que
están tratando de ser cada día más sostenibles. Se están aplicando desde hace
un tiempo en las explotaciones e industrias las nuevas tecnologías con el
objetivo de mitigar los efectos del cambio climático, aumentar la eficiencia en
el uso del agua en los regadíos, racionalizar la aplicación de fertilizantes o de
fitosanitarios y digitalizar los procesos productivos e industriales. Todo ello
para conseguir más producciones con menos insumos y menos tierra utilizada. Muy
pocos ciudadanos y menos los burócratas, agradecen ese esfuerzo innovador.
A
los dirigentes y funcionarios de la UE no les parece suficiente. Tratan de que
se reduzcan las producciones y no de mejorar la gestión para seguir alimentando
a la población a precios razonables. Ellos entienden por sostenible que no se
produzca o se reduzca la producción. De ahí, por ejemplo, los nuevos
ecoesquemas de la PAC, cuya sibilina filosofía es la de: te doy subvenciones
para que produzcas menos.
A
la crisis energética que actualmente padecemos por la dependencia exterior,
especialmente grave en España, es casi seguro que si se transita por este
camino ambientalista seguirá una crisis de alimentos. Los problemas de
abastecimiento en los supermercados del Reino Unido con su Brexit y su
dependencia alimentaria exterior, pueden ser un adelanto y ejemplo del problema
que casi seguro se producirá en el resto de la UE si seguimos el camino trazado.
Olvidan
que, en el año 2050, según estimaciones de la ONU, la población del planeta
estará muy cercana a los 10.000 Millones de habitantes. A los cuáles hay que
alimentar adecuadamente. Y para hacer sostenible el proceso estos alimentos
habrá que obtenerlos con menos agua y probablemente con menos tierra cultivada.
Lo que exigirá un esfuerzo adicional del sector agrario que tendrá que
incrementar su eficiencia y su productividad. Estoy seguro que la agricultura y
la ganadería superarán este reto como han hecho otras veces.
Pero
no se conseguirá, al menos en la UE, si se le siguen poniendo trabas y más
trabas en la normativa que se dicta y que cada vez supone más restricciones y cortapisas
al desarrollo del sector. Sería más conveniente dedicar recursos para la
introducción de las nuevas tecnologías y la digitalización del agro, para la
investigación en la obtención de nuevas variedades más resistentes a las
enfermedades y con menos necesidades hídricas, a investigar nuevas variantes de
alimentos para la ganadería y a la obtención de nuevos tipos de fertilizantes y
biofertilizantes que permitan una mejor sostenibilidad obteniendo mayores y
mejores producciones.
Deberían
reflexionar y no olvidar nunca que: Sine Agricultura Nihil.