CAROLINA MARÍN:
UNA JOVEN DE ORO
Lloraba
en el pódium olímpico de Río de Janeiro, con su medalla de oro colgada al
cuello mientras se interpretaba el himno nacional de España. Estaba emocionada
al escuchar las notas de la Marcha Real. Sollozaba por el recuerdo de su tierra
española, de su patria chica Huelva y de todos aquellos que la quieren y se
alegran de su difícil y espectacular triunfo en un deporte minoritario en
nuestro país: el bádminton.
Esta
joven onubense con sólo 23 años ha alcanzado los máximos galardones en este
deporte. Era campeona de Europa y del mundo. Ahora también es campeona
olímpica. Todo un record.
Carolina
Marín es un ejemplo para la juventud española. Con sacrificio, constancia y
sana ambición de triunfo pueden alcanzarse grandes metas. Las medallas sólo son
la culminación del trabajo. Pero para llegar a obtenerlas hay muchos años de
sacrificio, de esfuerzos, de caer y levantarse, de perseverar en su preparación
física y técnica. Son el premio a muchas horas de dedicación, cambiando el
bádminton por el botellón o por el ocio improductivo en el que está sumida buena
parte de nuestra juventud, probablemente porque algunos segmentos de la
sociedad española han dejado de lado la educación en valores para dar prioridad
al hedonismo y a la “dolce vita”.
Lo
de Carolina ha sido una lucha contra viento y marea. Inopinadamente, cuatro
meses antes de las Olimpiadas cariocas, su patrocinador le retiró su ayuda
económica. Aceites Carbonell una marca pionera en España la dejaba sin su apoyo
en el momento más inoportuno. Es comprensible que esta empresa tuviera sus
razones para tomar esta decisión y allá ellos con ellas. Pero lo que es
evidente es que se han equivocado. La repercusión mediática del triunfo
olímpico de la onubense habría compensado con creces el esfuerzo económico a
realizar por la aceitera andaluza.
Esta
dificultad añadida da, si cabe, más valor aún al triunfo de Carolina. Porque se
ha producido casi en exclusiva por su esfuerzo personal y el de su equipo de
preparación enfrentados a una sensible reducción de ayudas externas. Y esto
tiene un gran mérito. Ha sido la primera vez que una participante no asiática
obtiene una medalla de oro olímpica en bádminton. Todo un acontecimiento
histórico.
De
igual modo es un ejemplo del triunfo de la mujer en las áreas del deporte. Al
igual que están triunfando en la empresa, en la administración, en la política
y en otras muchas facetas de la vida española. Ruth Beitia, las baloncestistas
femeninas o el equipo de gimnasia rítmica, entre otros casos, también han
obtenido medallas olímpicas de gran mérito que demuestran la irrupción
imparable de las españolas en el deporte de competición.
Jóvenes
como Carolina son los que hacen albergar esperanzas de que no todo esté perdido
en España. Hay una buena parte de nuestra juventud que en otros campos distintos
al deporte también se prepara y trabaja con denuedo para poder alcanzar altas
metas en áreas como la ciencia o la tecnología. Aunque muchos de nuestros
jóvenes han tenido que abandonar España contra su voluntad, ante la falta de
perspectivas que les permitan desarrollar sus ideas y obtener un trabajo digno
en función de su preparación.
Para
evitar esta sangría los poderes públicos han de poner los medios para que este
exilio de nuestras mejores inteligencias se detenga. Han de habilitarse los fondos
necesarios para recuperar la investigación, la innovación y su aplicación a las
diversas facetas de la actividad económica de todos los avances obtenidos. Será
una inversión que dará sus frutos en cuanto se estabilice el proceso y las
ideas pasen a hacerse realidades.
En
tanto que un hatajo de descerebrados, en aras de una pretendida libertad de
expresión - España debe ser el único país en que ocurre este fenómeno - silba y abuchea el himno nacional cuando se
interpreta, Carolina Marín en el pódium lloraba emocionaba al escuchar sus
notas a muchos kilómetros de distancia de España recordando a su tierra y a su
gente.
Esto
demuestra que además de ante una excepcional deportista, estamos ante una gran
patriota que lleva el nombre de España con orgullo y, en consecuencia, ante una
mujer de muchos quilates. Por eso he
titulado este post, Carolina Marín: una joven de oro. No sólo por la medalla.