sábado, 24 de mayo de 2014

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La prolongada crisis que nos afecta está causando estragos en la libertad e independencia de un gran número de medios de comunicación, ya que la reducción de ingresos por ventas y publicidad ha afectado notablemente sus estructuras financieras que han pasado a ser controladas por los poderes fácticos. El resultado es que España muestra en la actualidad, salvo unas pocas excepciones, una opinión publicada que se aproxima mucho al pensamiento único. Precisamente todo lo contrario de lo que debería ocurrir en un estado democrático, donde los medios de comunicación habrían de ser un fiel reflejo de la diversidad de opiniones que sustentan los ciudadanos y de la pluralidad de ideas que existen en la sociedad.

La crisis ha afectado a la economía y a las finanzas de los grupos editoriales titulares de los principales medios de comunicación. Esto ha producido que dichos medios hayan pasado a depender de entes financieros, prontos a renegociar deudas pero a cambio de que se atiendan sus intereses que casi siempre están en sintonía con los del gobierno de turno, ya que se retroalimentan.

Los medios públicos actúan la mayoría de las veces al dictado del partido político gobernante. Un ejemplo es la manipulación de Radio Televisión Española en sus canales nacionales y en sus centros territoriales. A ella se unen las televisiones públicas autonómicas, altavoz de los partidos gobernantes en los territorios. En ambos casos, además, estos medios le cuestan dinero al contribuyente. Es decir aparte de tendenciosos y de no contribuir a crear opinión imparcial son onerosos para los ciudadanos. En algunos casos como los medios públicos catalanes son el altavoz de reivindicaciones independentistas que podrían traer graves consecuencias a España y a Cataluña al transmitir al ciudadano una información sesgada y sectaria que le puede llevar a adoptar decisiones erróneas en temas trascendentes.

Grupos editoriales importantes como PRISA o Unidad Editorial con graves problemas de financiación se han visto presionados por los poderes fácticos en la toma de posiciones financieras y han cambiado sus directores para poner personas más próximas a los grupos capitalistas y al gobierno. El País por ejemplo un periódico del máximo prestigio acusa una deriva en su línea editorial, ahora mucho más proclive al partido gobernante. Lo mismo podría decirse de El Mundo donde la salida de su veterano director con 25 años al frente del mismo, ha devenido de inmediato en una mayor complacencia con el gobierno.

Así que son cada día más escasos los medios que ofrecen información imparcial y los periodistas, redactores o tertulianos capaces de criticar a los poderosos y a los que ostentan el poder político. No obstante quedan algunos francotiradores, pocos. Y también las redes sociales. Menos mal. Pero ya hay intentos de amordazarlas.

Esta indeseable situación no hace más que socavar los débiles cimientos de la democracia española, donde no existe la clásica división de poderes al estar los tres mediatizados por el poder político: legislativo con mayoría absoluta de un partido y ejecutivo son la misma cosa y el poder judicial no es independiente al estar colonizado por los otros dos.

En resumen: el pesebrismo en los medios de comunicación debilita cada día más nuestra joven democracia. Los españoles no nos merecemos esto. Ya tuvimos, no hace mucho tiempo, casi cuarenta años de pensamiento único. Y terminamos hartos.

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