LA LIBERTAD DE
EXPRESIÓN EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La
prolongada crisis que nos afecta está causando estragos en la libertad e
independencia de un gran número de medios de comunicación, ya que la reducción
de ingresos por ventas y publicidad ha afectado notablemente sus estructuras
financieras que han pasado a ser controladas por los poderes fácticos. El
resultado es que España muestra en la actualidad, salvo unas pocas excepciones,
una opinión publicada que se aproxima mucho al pensamiento único. Precisamente
todo lo contrario de lo que debería ocurrir en un estado democrático, donde los
medios de comunicación habrían de ser un fiel reflejo de la diversidad de
opiniones que sustentan los ciudadanos y de la pluralidad de ideas que existen en
la sociedad.
La
crisis ha afectado a la economía y a las finanzas de los grupos editoriales
titulares de los principales medios de comunicación. Esto ha producido que
dichos medios hayan pasado a depender de entes financieros, prontos a
renegociar deudas pero a cambio de que se atiendan sus intereses que casi
siempre están en sintonía con los del gobierno de turno, ya que se
retroalimentan.
Los
medios públicos actúan la mayoría de las veces al dictado del partido político
gobernante. Un ejemplo es la manipulación de Radio Televisión Española en sus
canales nacionales y en sus centros territoriales. A ella se unen las
televisiones públicas autonómicas, altavoz de los partidos gobernantes en los
territorios. En ambos casos, además, estos medios le cuestan dinero al
contribuyente. Es decir aparte de tendenciosos y de no contribuir a crear
opinión imparcial son onerosos para los ciudadanos. En algunos casos como los
medios públicos catalanes son el altavoz de reivindicaciones independentistas
que podrían traer graves consecuencias a España y a Cataluña al transmitir al
ciudadano una información sesgada y sectaria que le puede llevar a adoptar
decisiones erróneas en temas trascendentes.
Grupos
editoriales importantes como PRISA o Unidad Editorial con graves problemas de
financiación se han visto presionados por los poderes fácticos en la toma de
posiciones financieras y han cambiado sus directores para poner personas más
próximas a los grupos capitalistas y al gobierno. El País por ejemplo un
periódico del máximo prestigio acusa una deriva en su línea editorial, ahora
mucho más proclive al partido gobernante. Lo mismo podría decirse de El Mundo
donde la salida de su veterano director con 25 años al frente del mismo, ha
devenido de inmediato en una mayor complacencia con el gobierno.
Así
que son cada día más escasos los medios que ofrecen información imparcial y los
periodistas, redactores o tertulianos capaces de criticar a los poderosos y a
los que ostentan el poder político. No obstante quedan algunos francotiradores,
pocos. Y también las redes sociales. Menos mal. Pero ya hay intentos de
amordazarlas.
Esta
indeseable situación no hace más que socavar los débiles cimientos de la
democracia española, donde no existe la clásica división de poderes al estar
los tres mediatizados por el poder político: legislativo con mayoría absoluta
de un partido y ejecutivo son la misma cosa y el poder judicial no es
independiente al estar colonizado por los otros dos.
En
resumen: el pesebrismo en los medios de comunicación debilita cada día más nuestra
joven democracia. Los españoles no nos merecemos esto. Ya tuvimos, no hace
mucho tiempo, casi cuarenta años de pensamiento único. Y terminamos hartos.
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