DERECHOS DE
REUNIÓN Y DE MANIFESTACIÓN
El
artículo 21 de nuestra Carta Magna regula el derecho de reunión y de
manifestación en el supuesto del ejercicio pacífico de los mismos. Para la
reunión no se necesita autorización y en el caso de reunión en lugares de
tránsito público y manifestación es necesario dar comunicación previa a la
autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de
alteración del orden público con peligro para personas y bienes.
El
artículo 55 de dicha norma establece que los derechos del artículo 21 sólo
podrán ser suspendidos cuando se declare el estado de excepción o de sitio.
Está
claro que nuestra Constitución protege los derechos de reunión y manifestación
que tienen el carácter de derechos fundamentales de los ciudadanos. Y esto es
así porque España se define como un estado democrático de derecho.
Hasta
aquí todo bien. El problema surge cuando se llega a la realidad del ejercicio
de este derecho, que como fija la norma ha de ser pacífico.
En
los últimos tiempos y dada la política de austeridad y de recortes propiciada
por el Gobierno, que afecta sensiblemente a derechos ciudadanos tales como la
salud, la educación, la protección social, la vivienda y el trabajo que estaban
hasta ahora relativamente bien consolidados en la sociedad española, los
ciudadanos se manifiestan cada vez con mayor frecuencia y por diferentes causas
y razones. Estas manifestaciones, de acuerdo con declaraciones de dirigentes
del Ministerio del Interior, son en un altísimo porcentaje pacíficas. Se
registran incidentes, según ellos, en menos del 1 % de los casos.
Pues
bien, en base a estos mínimos incidentes se ha pergeñado por el Gobierno una
ley de Seguridad Ciudadana que recuerda mucho a las leyes franquistas y que ya
ha recibido el varapalo del poder judicial, que encuentra en el borrador del
proyecto de ley indicios claros de ilegalidad constitucional.
Y
es que en lugar de reprimir a los ciudadanos, que se manifiestan pacíficamente
casi siempre, lo que han de hacer nuestros gobernantes es escucharles, analizar
sus peticiones y buscar soluciones a sus problemas, que por cierto son
gravísimos. El resolver la situación de crisis y recomponer esos derechos,
habría de ser preocupación prioritaria de nuestros dirigentes y no el reprimir
manifestaciones con leyes retrógradas que recuerda tiempos pretéritos de
ingrato recuerdo.
Y
aunque se tenga mayoría absoluta, legítimamente conseguida en las urnas, esto
no da derecho a rehuir la opinión de la oposición y de los ciudadanos. La
mayoría absoluta no es una patente de corso, para que el partido que la consiga
haga de su capa un sayo y aplique inexorablemente el rodillo. Debe escuchar a
los manifestantes. Que por algo se manifiestan. Y no se olvide que la mayoría
absoluta de la que dispone el partido gobernante actual, en número de votos no
representa ni el 25 % de la población total de España. Busquen resultados
electorales, hagan números y lo comprobarán.
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