lunes, 11 de mayo de 2015

LA MUERTE DE UN JUEZ 

Los nazis grabaron en la entrada al campo de concentración de Auschwitz una frase lapidaria “Arbeit macht frei”: El trabajo os hará libres. Frase cínica y mendaz como se demostró con los resultados de aquel campo. Más de un millón de muertos.

Y es que el trabajo puede liberarnos, reconfortarnos, contribuir a la realización de nuestra personalidad o remunerarnos para permitir que vivamos lo mejor posible, siempre que se realice en cantidad, forma y modo adecuados y no se convierta en un martirio cuando nuestra persona se responsabiliza en exceso de sus consecuencias y se entrega a él de manera total.

Este ha sido el caso de un magistrado que llegó a ser jefe de la sección primera en la Audiencia Provincial de Sevilla, que falleció hace un año como consecuencia de un infarto de miocardio, fruto de su dedicación plena al trabajo, tal y como ha acreditado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que ha propuesto al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) la entrega de una pensión extraordinaria a sus familiares al considerar que la muerte del juez fue un accidente laboral.

Sin embargo el pago que recibió en vida este laborioso funcionario, que demostró con creces su entrega entusiasta a la tarea encomendada, consistió en un expediente sancionador por “desatención a sus asuntos” con propuesta de suspensión de funciones de 10 días. El Tribunal Supremo (TS) después de su muerte sobreseyó este expediente. Pero el mal ya estaba hecho con su incoación.

Este infatigable magistrado, según todos los testimonios recogidos, trabajaba de sol a sol, sábados, domingos y festivos incluidos, de modo que en su sección de la Audiencia Provincial de Sevilla consiguió que los asuntos pendientes se redujeran de 310 a 71. A nivel de su trabajo personal resolvía una media de 434 asuntos al año cuando la media por juez estaba en 390.

Este celo en el trabajo, que debería haber sido objeto de recompensa, recibió a cambio un expediente sancionador, injusto a todas luces como lo proclamaban los datos reales del trabajo que resolvía y, aunque posteriormente sobreseído por el TS, debió ser la puntilla para este ejemplar magistrado entregado de lleno a su labor en beneficio de los ciudadanos.

Esta carga excesiva de tareas junto a la asunción de responsabilidades ante la sociedad y al ingrato pago recibido por sus desvelos, pudo ser la causa de su muerte como ahora parece que se reconoce por parte de sus superiores. ¡A buenas horas, mangas verdes¡ que diría un castizo. Cuando ya no tiene remedio.

Y los que incoaron tan absurdo expediente y coadyuvaron a hacer la vida más difícil a este juez ¿han asumido algún tipo de responsabilidad? Evidentemente no, porque se escudan en la práctica imposibilidad de demostrar una relación unívoca entre su deplorable actuación y el deceso de su compañero. Y se irán de rositas aunque llevarán en su conciencia el despropósito cometido.

Este caso o parecido, aunque no haya al medio expedientes sancionadores, lo encontramos en muchas áreas de la administración en la que excelentes funcionarios dan lo mejor de sí mismos, día tras día, en aras a proporcionar un servicio de la mejor calidad a los contribuyentes que les pagan sus muchas veces exiguos sueldos.

 En contadas ocasiones la sociedad reconoce este esfuerzo, que casi siempre tiene lugar en un marco de falta de medios adecuados, teniendo que adquirir la formación precisa por su cuenta, dentro de un ambiente de falta de incentivos y de ilusión que una administración muchas veces obsoleta y sin medios adecuados proporciona a sus trabajadores.

La Justicia es el paradigma de una administración en la que casi siempre faltan los recursos humanos y materiales necesarios para llevar a cabo con rapidez y eficiencia la importante labor que tiene encomendada.

Pues bien en lugar de dotar a la judicatura de más personal y elementos materiales más modernos, lo que se hace es recortar los plazos de instrucción tal y como se ha llevado a cabo en la reciente normativa publicada. Con la nueva legislación es de prever que entre los jueces puedan producirse más fallecimientos por exceso de trabajo. Así que tal vez la solución sea una buena huelga hasta que les proporcionen los medios adecuados.


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