LIBERTAD Y
SEGURIDAD
La
libertad es uno de los valores fundamentales que permite la existencia de la
democracia. Libertad de voto para decidir quién nos gobierna, libertad de
pensamiento y de expresión del mismo, libertad de manifestación y de reunión,
libertad de practicar o no una determinada religión. La libertad es además un
valor consustancial con el ser humano. Y por eso ha de preservarse a toda
costa.
La
libertad de un individuo ha de tener como único límite su posible colisión con
la libertad de otros individuos. Y esto en las sociedades modernas basadas en
principios democráticos está regulado en los códigos civiles o penales. Un
individuo es libre de hacer todo aquello que no esté penado por las leyes
reflejadas en los códigos. Y esas leyes han de ser redactadas y promulgadas por
los poderes legislativos elegidos democráticamente por los ciudadanos.
Pero
al lado de nuestros modos de vida, digamos occidentales, coexisten otros tipos
de sociedad en las cuales el desarrollo democrático está muy restringido o no
se da, las cuáles se regulan por otro tipo de principios. Fundamentalmente son
normas de carácter religioso que rigen sociedades poco evolucionadas, que
transitan ahora por la senda por la que lo hicieron las sociedades democráticas
hace muchos años. En ellas se dan extremismos religiosos y guerras santas, que
también las hubo en tiempos pretéritos, afortunadamente ya superados, en
nuestras sociedades occidentales. Recuérdense nuestras cruzadas y guerras de
religión de hace siglos.
Los
problemas surgen cuando se intenta tratar con criterios democráticos de las
sociedades occidentales, libertad de expresión por ejemplo, a personajes o
manifestaciones religiosas de otras sociedades que no tienen interiorizada esa
libertad de manifestación de las ideas y, entonces, surge el conflicto. Extremistas
de esas sociedades se toman la justicia por su mano, en defensa de unos
principios o líderes que ellos consideran intocables y se producen tragedias
tan incomprensibles como la matanza de la revista satírica Charlie Hebdo en la
que la equidad en la represión de la ofensa ha brillado por su ausencia. Para
cualquier persona razonable la sátira irreverente de la figura de un líder
religioso no puede castigarse con la muerte.
Hay
una segunda derivada y es que personas procedentes de esas sociedades poco evolucionadas
democráticamente, emigran para vivir en las sociedades occidentales y muchas
veces el proceso de adaptación a las normas por la que se rige la democracia no
es el adecuado. Núcleos de esos individuos mantienen su fanatismo religioso y
reaccionan de un modo irracional contra cualquier tipo de pretendida ofensa a
sus creencias. Sigue siendo el caso de los asesinatos de la revista Charlie
Hebdo perpetrados por terroristas de nacimiento y nacionalidad francesa pero de
formación islámica y fanáticos de la religión de Mahoma.
Habría
que buscar puntos de encuentro para resolver el problema. Las sociedades más
avanzadas tendrían que dar ejemplo respetando los símbolos y creencias de esas
otras sociedades en desarrollo, aunque tuvieran que atemperar un poco, en estos
casos, la libertad de expresión que no debería sobrepasar ciertos límites.
La
segunda gran línea de actuación sería el integrar mejor a los emigrantes de
esas sociedades más atrasadas en las sociedades desarrolladas haciéndoles ver y
convenciéndoles de la bondad de los principios democráticos para resolver las
controversias entre ciudadanos y respetando siempre sus ideas sin tratar de
imponerles las nuestras.
La
tercera vía sería intentar acuerdos de entendimiento entre sociedades distintas.
¿La alianza de civilizaciones? Aquí el asunto es más complejo pues hay
intereses al medio, fundamentalmente de tipo económico, de casta o de
ostentación del poder que pueden interferir en el propósito.
Mientras
se consiguen estos objetivos ha de mejorarse la seguridad de las sociedades
democráticas, pero sin menoscabar la libertad principio básico de las mismas.
La mejora en la seguridad no debe hacerse a costa de disminuir niveles de
libertad ni individual ni colectiva. Por eso hay que ser muy escrupuloso en el
diseño de los mecanismos de control. Episodios como los vividos en Francia
suelen ser aprovechados por políticos poco democráticos para llevar el agua a
su molino, legislando en caliente. Por ejemplo alguno de los que nos gobiernan
hoy en España que, tras la innecesaria ley mordaza, pretenden seguir recortando
derechos y libertades ciudadanas bajo el paraguas de este triste episodio.
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