miércoles, 3 de diciembre de 2014

EL TAXISTA DE SEVILLA

Se llama Rafael Segura y es taxista en la ciudad de Sevilla. Hace unos meses contemplé en televisión un reportaje sobre su original taxi. Lo tiene adornado con motivos infantiles: héroes y heroínas de cuentos de niños, que al menos en una primera impresión causan extrañeza porque es inesperado encontrase en un taxi este tipo de ornamentos
.
Cuando le preguntan la razón de decorar de esta guisa el coche, responde que lleva unos años transportando gratis hasta el hospital a niños que padecen cáncer y acuden allí para su ingreso o tratamiento. Últimamente también traslada sin coste a todo tipo de niños enfermos. Ha adornado el coche con estos motivos infantiles porque entiende que los chavales disfrutarán con ellos durante su traslado y dejarán de pensar en lo que les espera en el hospital.

Este gesto en cualquier parte del planeta sería reconocido como un gesto solidario, digno de admiración y también de respeto. Menos en Sevilla. Bueno, matizo, menos por algunas autoridades de Sevilla. La práctica totalidad de los sevillanos estoy seguro de que aplauden la actuación del taxista para con esos críos enfermos.

Pues bien la policía local sevillana, matizo, algunos policías locales sevillanos, con la conformidad del señor alcalde, obligan al taxista a suprimir la decoración infantil de su vehículo, alegando motivos de seguridad. No se han explicitado estos motivos. Y yo me pregunto ¿la decoración interior del taxi ha propiciado algún accidente por parte del taxista? ¿Se da el mismo tratamiento por parte de la policía local a la infinidad de vehículos tuneados que circulan por la ciudad hispalense con sus altavoces y luces a todo trapo?

El alcalde sevillano, si consiente este despropósito, me imagino que al final reculará por la que se le va a venir encima, demostrará una insensibilidad supina para valorar la situación de esos niños enfermos y de sus familiares.

Quizá fuese conveniente que dejase sus múltiples y sesudas ocupaciones y se diese una vuelta para contemplar en los hospitales sevillanos el sufrimiento de esos niños, sus miradas de pena y preocupación y las de sus familias y tal vez entendería la actuación del taxista. Pero los hay muy merluzos. Aunque sean alcaldes de una gran ciudad como la hispalense.

Y es que hay políticos que están en otro mundo. Un mundo artificial de soberbia y prepotencia fundamentado en el “aquí mando yo”, porque para eso hace casi cuatro años que me votaron y me dieron patente de corso para hacer de mi capa un sayo y adoptar las más caprichosas y absurdas decisiones porque la democracia me legitima.

Haría mejor en preocuparse y resolver los temas candentes que afectan a Sevilla y a muchos sevillanos: paro, pobreza, desigualdad, desnutrición infantil, desahucios o falta de viviendas dignas, en lugar de perder el tiempo en solucionar problemas nimios como la decoración de este taxi.

Y, de paso, tendría que agradecer institucionalmente a Rafael su gesto solidario. Es lo que procede. Porque la actuación de este taxista dignifica a la ciudad. Y no la del alcalde.

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