EL TAXISTA DE
SEVILLA
Se
llama Rafael Segura y es taxista en la ciudad de Sevilla. Hace unos meses
contemplé en televisión un reportaje sobre su original taxi. Lo tiene adornado
con motivos infantiles: héroes y heroínas de cuentos de niños, que al menos en
una primera impresión causan extrañeza porque es inesperado encontrase en un
taxi este tipo de ornamentos
.
Cuando
le preguntan la razón de decorar de esta guisa el coche, responde que lleva
unos años transportando gratis hasta el hospital a niños que padecen cáncer y
acuden allí para su ingreso o tratamiento. Últimamente también traslada sin
coste a todo tipo de niños enfermos. Ha adornado el coche con estos motivos
infantiles porque entiende que los chavales disfrutarán con ellos durante su
traslado y dejarán de pensar en lo que les espera en el hospital.
Este
gesto en cualquier parte del planeta sería reconocido como un gesto solidario,
digno de admiración y también de respeto. Menos en Sevilla. Bueno, matizo,
menos por algunas autoridades de Sevilla. La práctica totalidad de los
sevillanos estoy seguro de que aplauden la actuación del taxista para con esos
críos enfermos.
Pues
bien la policía local sevillana, matizo, algunos policías locales sevillanos,
con la conformidad del señor alcalde, obligan al taxista a suprimir la
decoración infantil de su vehículo, alegando motivos de seguridad. No se han
explicitado estos motivos. Y yo me pregunto ¿la decoración interior del taxi ha
propiciado algún accidente por parte del taxista? ¿Se da el mismo tratamiento
por parte de la policía local a la infinidad de vehículos tuneados que circulan
por la ciudad hispalense con sus altavoces y luces a todo trapo?
El
alcalde sevillano, si consiente este despropósito, me imagino que al final
reculará por la que se le va a venir encima, demostrará una insensibilidad
supina para valorar la situación de esos niños enfermos y de sus familiares.
Quizá
fuese conveniente que dejase sus múltiples y sesudas ocupaciones y se diese una
vuelta para contemplar en los hospitales sevillanos el sufrimiento de esos
niños, sus miradas de pena y preocupación y las de sus familias y tal vez
entendería la actuación del taxista. Pero los hay muy merluzos. Aunque sean
alcaldes de una gran ciudad como la hispalense.
Y
es que hay políticos que están en otro mundo. Un mundo artificial de soberbia y
prepotencia fundamentado en el “aquí mando yo”, porque para eso hace casi
cuatro años que me votaron y me dieron patente de corso para hacer de mi capa
un sayo y adoptar las más caprichosas y absurdas decisiones porque la
democracia me legitima.
Haría
mejor en preocuparse y resolver los temas candentes que afectan a Sevilla y a muchos
sevillanos: paro, pobreza, desigualdad, desnutrición infantil, desahucios o
falta de viviendas dignas, en lugar de perder el tiempo en solucionar problemas
nimios como la decoración de este taxi.
Y,
de paso, tendría que agradecer institucionalmente a Rafael su gesto solidario.
Es lo que procede. Porque la actuación de este taxista dignifica a la ciudad. Y no la del alcalde.
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