LA CASTA
POLÍTICA: EL CASO GALLARDÓN
48
horas después de producirse su dimisión como ministro de Justicia, Gallardón ha
pasado a formar parte del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid con un
sueldo bruto de 8.500 € mensuales.
Además
como ha sido presidente de la citada Comunidad dispondrá de coche oficial,
conductor, secretaria y oficina, parece que “sine die”.
A
lo largo de su carrera política este prócer ha acumulado méritos tan destacados
como endeudar al Ayuntamiento de Madrid en 7.000 Millones de Euros consiguiendo
que sea la ciudad más endeudada de España. Entre otras lindezas, adquirió por
400 Millones de Euros el Palacio de Comunicaciones, en plena plaza de Cibeles,
una compra megalómana e innecesaria y en su lista de servidores tenía hasta un
mayordomo. Pueden imaginarse el concepto del dinero público que tiene este
hombre. Y la egolatría y la soberbia que atesora.
Más
méritos: con la ley de tasas judiciales promulgada en su mandato como ministro,
menos mal que ha sido corto, ha encarecido la justicia de modo que resulta
inasequible para los ciudadanos y ha conseguido cabrear durante su etapa
ministerial con sus proyectos de ley sobre el poder judicial a: jueces,
fiscales, secretarios judiciales, abogados, procuradores y yo creo que hasta a los
bedeles y por supuesto al público en general, con el de la ley del aborto.
Este
hombre es fiscal de oposición y lo lógico sería que una vez finalizada su
carrera política y presentada la dimisión de su cargo de ministro, regresara a
su puesto de trabajo como ocurre en la mayor parte de los países democráticos.
El problema que tenemos en España es que esto no es una democracia y sí es un
sistema muy parecido a una república bananera en la que los propios políticos
legislan en su favor condiciones privilegiadas para su retiro, que han de ser
pagadas por los ciudadanos. Como Juan Palomo ellos se lo guisan y ellos se lo
comen. Y todo eso será legal, pero es inmoral e injusto.
En
este sentido hay que dar la razón a Podemos que califica como “casta” a estos
políticos que en función de su cargo o por haberlo ocupado disfrutan de
condiciones de privilegio frente al resto de los ciudadanos, los cuáles en el
colmo de su aborregamiento y estolidez, encima les votan para que se hagan
acreedores a las prebendas que ellos mismos se otorgan aprobando leyes que les
favorecen.
Los
partidos políticos clásicos, si quieren que en España haya una verdadera
democracia y los ciudadanos volvamos a creer en ellos, van a tener que dar un
golpe de timón muy serio para erradicar todos estos privilegios de los que goza
la clase política y pasar a ser ciudadanos normales que una vez concluido el
período para el que fueron elegidos vuelven a sus trabajos de origen, o al paro
si se dan las circunstancias. Como todo hijo de vecino. Sin ninguna ventaja.
Y
no vale con apelar continuamente a la transparencia y a la regeneración dos
palabras puestas de moda por los políticos pero vacías de contenido, la
honradez y la honestidad hay que darlas por sentado, sino que hay que adoptar
decisiones que lleven a la eliminación de ventajas, prebendas y canonjías de
las que gozan los políticos sin justificación alguna.
La
corrupción tiene otro tratamiento que pasa por la expulsión inmediata de los
partidos de todos los corruptos y su procesamiento judicial para que una vez
devuelto el dinero sustraído, paguen su delito en la cárcel y con la
inhabilitación.
El
caso de Gallardón, hay otros cientos como el suyo, es paradigmático de lo que
no debe ocurrir. Este caballero lleva viviendo de la política 30 años y da la
impresión de que pretende seguir otros tantos. Y esto es impresentable. Los
ciudadanos tenemos que tomar decisiones radicales si los políticos no entran en
la vía de ser seres normales sin ventajas sobre el resto. Y eso se hace
votando. Así que deberían andarse con cuidado.
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