PABLO IGLESIAS
ESTÁ ENCANTADO DE HABERSE CONOCIDO
Pues
sí, este joven político con pinta de antiguo PNN de Universidad, con aspecto
algo desaliñado y un punto bohemio, que se encuentra al frente de PODEMOS, parece que se lo está comenzando a creer y da
la impresión de que empieza a estar encantado de haberse conocido. Y eso que
lleva menos de un año en la política activa de cara al público.
Esta
actitud puede ser debida a que la presencia continuada en los medios de
comunicación con los halagos de los entrevistadores, y las ovaciones de los
cabreados con la crisis y con el sistema, terminan con la modestia del más
pintado y exacerban la vanidad que está implícita en todo ser humano. No hay que
olvidar que nadie es perfecto y que en parte somos pecado. De vanidad, casi todo
el mundo.
He
observado en su comportamiento algunos gestos que me llevan a pensar que este
joven líder político se lo empieza a creer. Uno de ellos fue hace unos días en
la tertulia de un programa televisivo en el que manifestó textualmente que él
“tendría a bien debatir con Pedro Sánchez” como si estuviera dispuesto, desde
su pedestal, a hacerle un favor al secretario general de un partido que tiene
135 años de historia, fundado por cierto por otro Pablo Iglesias de profesión
tipógrafo y que además es el partido que con aciertos y errores más tiempo ha
gobernado en España desde la transición. Visto el detalle podemos concluir que
a este ciudadano como “toque pelo”, o sea el poder, no va a haber quien lo
aguante.
Claro
que la respuesta que recibió de otro de los contertulios fue muy adecuada. Le
replicó que con quien tiene que debatir es con Rajoy que es quien está
gobernando y quien está tomando las medidas “merkelianas”, como alumno
aventajado de la líder alemana, que están haciendo la vida imposible a los
españoles. Pero debatir con D. Mariano lo va a tener difícil salvo que discutan
por vía de plasma.
Otra
particularidad que he observado en su actuación es que da la impresión que al
igual que Luis XIV de Francia mantenía aquello de que: El Estado soy yo, Pablo
Iglesias piensa que la izquierda es suya y que además él y sólo él representa
el cambio. Intenta a toda costa apoderarse del espacio PSOE, un espacio
sociológico muy amplio que creo será difícil que se eche en sus brazos. Los votantes
socialistas, en su mayoría, suelen ser gente comprometida y racional que no se
deja llevar fácilmente por fenómenos luminiscentes que al final se quedan en
fuegos artificiales, a pesar de que ahora puedan encontrarse algo decepcionados.
Ya veremos.
Afirmo
lo anterior porque en el mismo programa de televisión argumentaba que pactaría
con el PSOE siempre que este partido siguiera sus directrices y que entonces
los socialistas serían bienvenidos al cambio. Es decir, según él, la izquierda
y el cambio están representados unívocamente en su persona y en PODEMOS. Como
dijo aquel torero en un arranque de valentía: ¡fuera peones, dejadme solo¡
Claro
que estas presunciones son lógicas en un recién llegado que gracias a multitud
de errores ajenos está logrando, con gran habilidad por su parte y la de su
equipo todo sea dicho, movilizar a una parte del electorado al que le transmite
los mensajes que todos queremos oír. Pero una cosa es predicar y otra es dar
trigo.
Si
algún día llegase al poder, cosa que estimo será difícil aunque todo es posible
en política y más en España país de vaivenes y de comportamientos pendulares
algo irreflexivos, se comprobaría que muchas de las utopías que propugna
devendrían irrealizables como sin duda él sabe y, en consecuencia, el
electorado hasta entonces subyugado por sus promesas caería en la cuenta de que
la cosa no es tan mollar ni la aplicación de recetas utópicas tan fácil. Y en
ese momento sus votantes se considerarían defraudados y engañados.
Claro
que lo importante es trincar el poder, aunque sea mintiendo. En la historia
política antigua y reciente hay ejemplos varios. Con consecuencias bastante
desastrosas por cierto.
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