jueves, 30 de octubre de 2014

CORRUPCIÓN POR DOQUIER

La corrupción campa a sus anchas por la piel de toro y por las islas. Los casos se extienden por toda la geografía española y raro es el día en el que los medios de comunicación no ofrecen datos de un nuevo suceso.

Fundamentalmente son episodios de corrupción política, pero no hay que olvidar que la economía sumergida, que en España se evalúa en un 25 % del PIB, también es corrupción aunque pueda considerarse como privada. Porque cuando se evaden impuestos se está robando dinero público.

No debería extrañarnos la situación actual pues la historia de España ha estado jalonada por continuados fenómenos de nepotismo y corrupción política y de picaresca privada. Y es que en nuestro país siempre han prosperado los “listos” y los sinvergüenzas. Esto es un hecho histórico. Los honrados que han trabajado de sol a sol y pagan sus impuestos han sido los burros de carga que han mantenido el sistema. Antes y ahora.

Cuando logramos zafarnos de la dictadura franquista, en donde había corrupción a mansalva no se olvide: los de la camisa azul, las familias poderosas y otros adheridos se lo llevaban crudo lo que pasa es que entonces no nos enterábamos, el pueblo español creyó que la democracia que tanto había costado alcanzar, reduciría al mínimo la corrupción política y la privada. Al menos la primera pues la otra es parte de nuestra idiosincrasia. Pero craso error. Los mangantes están por encima de los sistemas políticos. Al menos en España. En otros países creo que no tanto.

La partitocracia nacida en 1978, además de traernos una débil democracia ha montado un tinglado que favorece la corrupción y lo que es peor permite la impunidad más absoluta. Pero no sólo alienta la inmoralidad política sino también la privada. No hay una persecución tenaz ni del fraude fiscal ni de la economía sumergida. Ni por supuesto de la corrupción política. Las conversaciones de la alcaldesa de Alicante con un constructor son paradigma de la situación. Y ella sigue de alcaldesa sin que su partido haya llevado a cabo, hasta la fecha, el más mínimo gesto de desautorización de la implicada o para su expulsión del mismo.

La confusión existente entre los poderes del Estado y la toma por los políticos del tercer poder, el judicial, permite más manga ancha para los corruptos excepto cuando se topan con un juez imparcial, que haberlos haylos. Pero luego, cuando se asciende en el entramado procesal la cosa va perdiendo fuerza y desactivándose en sumarios que se eternizan.

Díganme si no como salvo Bárcenas, los corruptos de mayor enjundia andan por ahí sueltos haciendo mangas y capirotes y ocultando o destruyendo pruebas a mansalva, bajo el palio de costosos bufetes de abogados, perseguidos por unos jueces carentes de medios, pues ya se encargan los políticos de que no los tengan.

Recuerden cómo estaba el despacho del juez Castro, instructor del caso Urdangarín y señora en Mallorca, con los expedientes apilados en mesas y sillas y con el magistrado teniendo que trabajar en un ordenador portátil de su propiedad debido a la falta de uno oficial.

Es preciso que se produzca de inmediato una catarsis en los partidos afectados por la corrupción y a su vez la modificación de la normativa, especialmente del código penal, para que el que meta la mano lo pague con la devolución del dinero y con la cárcel.

Lo de pedir perdón está muy bien de cara a la galería y a hacerse la foto con la expresión compungida. Pero hay que ir más allá y permitir que grupos de expertos jurídicos independientes y no los grupos políticos, generen una nueva normativa a aplicar a la corrupción en España. Y otorgar medios adecuados e independencia al poder judicial para imponerla y a los servicios tributarios para perseguir el delito fiscal.

De lo contrario, los ciudadanos que están hartos de tanto chorizo, ejercerán un voto de castigo y tal vez accedan al poder en España formaciones nuevas e inexpertas que pueden hacer más daño todavía a este país que, desgraciadamente, va de tumbo en tumbo.

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