martes, 10 de febrero de 2015

AGUA SIN CAUCE

Un antiguo dicho popular sentencia con sabiduría de siglos que “el agua siempre discurre por sus atanores (cauces)”. A lo que habría de añadirse: que deben estar limpios.

El clima en España propicia episodios de lluvias intensas que se dan con cierta frecuencia y llevan aparejados avenidas que generan importantes caudales de agua a evacuar. Las obras de regulación ya construidas - a la ejecución de otras nuevas se oponen determinados grupos conservacionistas -  solucionan buena parte del problema al laminarse las avenidas en los embalses. Pero la regulación sola no es suficiente. Es preciso que además los cauces se encuentren limpios y al máximo de su capacidad para evacuar el agua de lluvia que discurra por ellos. Cuando así acontece los efectos dañinos de las riadas se reducen en gran medida.

Pero en la mayor parte de los casos en la geografía española los cursos de agua están invadidos por árboles, arbustos, cañas, hierbas y sedimentos y como consecuencia se reduce su sección hidráulica. Por esta razón cuando llueve con intensidad se desbordan dando lugar a pérdidas materiales de consideración y a veces pueden llevarse por delante vidas humanas. Estas situaciones se han producido hace unos días a consecuencia del último temporal de lluvia y nieve en varios ríos del norte de España: Asón, Cadagua, Ebro entre otros, pero ocurren periódicamente a lo largo y ancho de nuestro país.

Mientras que la mayoría silenciosa que habita en los pueblos y ciudades de España, está a lo suyo, es decir trabajando para sacar a este país del atolladero en el que está metido, confía en que los cauces estarán en buen estado, para que cuando llueva fuerte, respondan bien hidráulicamente y las riadas causen el menor daño posible a sus personas y bienes.

Desde que España es un país que propugna el “desarrollo sostenible”, los  cauces de los ríos y sus márgenes y riberas se limpian bastante poco, no sólo por escasez de presupuesto, sino porque cualquier actuación que se pretenda llevar a cabo en ellos con el fin de dejar expedita la sección hidráulica, se ve frenada por una normativa ambiental demasiado exigente, que los poderes públicos no se atreven a modificar a causa de la presión mediática de los mismos grupos que se oponen a la ejecución de las obras de regulación. 

Como en España sólo llueve intensamente de vez en cuando, estos grupos de presión aprovechan los períodos de poca precipitación para pregonar a bombo y platillo la excelencia de sus teorías y asegurar que cuando llueva con más fuerza los cauces responderán de un “modo natural”. Lo que callan es que este modo natural de funcionar se traducirá en graves inundaciones ya que su sección hidráulica, sucia hasta las trancas, se revelará  claramente insuficiente para dar salida a la avenida. Con el cauce limpio y acondicionado, es bastante probable que en el caso de que una  avenida extraordinaria no se hubiera conseguido evacuar en su totalidad, sí al menos se habrían reducido sensiblemente sus perniciosos efectos.

Cuando la realidad se impone a la teoría y ocurre la inundación estos grupos se afanan en repartir culpas a diestro y siniestro.  De manera especial hacen responsables a los ayuntamientos por autorizar construcciones en zonas inundables. En esto tienen toda la razón, pero si la realidad es la que es y existen viviendas y negocios con personas en riesgo, constituiría un argumento más para tener limpios los cursos de agua y tratar así de reducir todo lo posible los efectos perjudiciales de las intensas lluvias.

Lo procedente sería atajar de raíz el problema acondicionando los cauces sin que las Confederaciones Hidrográficas hagan caso de ciertas peregrinas teorías y además promulgar y hacer cumplir la normativa necesaria para impedir nuevas construcciones en zonas de riesgo o demoler las existentes si fuese posible legalmente.

Porque de estas riadas que han ocurrido en varios puntos de España, en unos pocos días sólo se acordarán los afectados y no volverán a tener cabida en los medios de comunicación. De modo que se seguirá dando pábulo a estas “acertadas” tesis de dejar los cauces llenos de suciedad, para que cuando llueva fuerte el agua circule por su exterior. Y así hasta el próximo temporal de lluvias. Que ojalá tarde mucho tiempo en producirse. 

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