SEÑALES DE ALARMA EN LA DEUDA PÚBLICA
El
montante de la deuda pública española ha llegado a un billón de euros, o lo que
es igual un millón de millones de euros que traducido a pesetas equivale a
166,386 billones. Cifra astronómica que es difícil de imaginar y de traducir a
la realidad.
Con
este importe la deuda pública alcanza el 98,7 % del Producto Interior Bruto (PIB)
anual de España, es decir del valor de todos los bienes y servicios producidos
en España durante un año evaluados a precios de mercado. Por lo tanto los
españoles debemos prácticamente todo lo que producimos durante un año. Como se
ve, una barbaridad.
Cuando
llegaron al poder los populares la deuda pública representaba el 72 % del PIB,
por lo que, en menos de tres años, el gobierno actual ha incrementado la misma
en un 26,7 % del PIB, una media de casi un 10 %
anual.
Nuestros
gobernantes en su pretensión enfermiza de querer hacer ver a los españoles que
la situación mejora a pasos agigantados, a esta cifra de deuda pública no le
prestan la menor atención y da la impresión de que para ellos es como si no
existiera. Les trae al fresco.
Lo
que sí hacen, apoyándose en que la prima de riesgo está en valores
relativamente bajos, es airear a los cuatro vientos, que los intereses que
hemos de pagar por la deuda son menores, ocultando que si esta aumenta,
aquellos también lo hacen y enmascarando
que lo que en realidad ocurre es una refinanciación de la misma aunque puedan
resultar algo más reducidos los intereses pagados. Se trata de una huida hacia delante.
Y
podemos preguntarnos y nos preguntamos, con este incremento de la deuda pública
¿qué es lo que se está financiando? Puesto que la sanidad, la educación, la
dependencia y la inversión pública en infraestructuras están sometidas a importantes recortes año tras año, hemos de convenir
que con el incremento de la deuda pública se está tapando una menor recaudación
fiscal, se financian una serie de gastos superfluos no productivos generados
por las instituciones políticas y también estamos sufragando el desmesurado
coste de una administración pública en la que no se ha llevado a cabo, ni de
lejos, el drástico reajuste prometido por los populares en su programa
electoral.
Y
no me refiero al hablar de este reajuste a la estructura administrativa servida
por los funcionarios de carrera, los cuáles han accedido a sus puestos mediante
la correspondiente oposición, sino a la pléyade de enchufados en empresas
públicas, fundaciones y organismos que prácticamente no han sido tocados y que
por cierto siguen percibiendo unos salarios muy por encima del que obtienen los
funcionarios que realizan trabajos similares.
El
mantenimiento de esta administración paralela es muy conveniente para los
intereses de los políticos que gobiernan, ya que este numeroso grupo de
elegidos acatará sin rechistar las directrices gubernamentales, pues su puesto
de trabajo es de designación digital de los políticos. Y si no son obedientes,
lo perderán. Los funcionarios son en su mayoría independientes, su puesto de
trabajo no está subordinado al político de turno y por tanto sus dictámenes son
asépticos y acordes con la legalidad. Ahí radica la gran diferencia entre un
funcionario de carrera y un enchufado.
En
resumen hemos de concluir, que mientras no se acometa una reforma en
profundidad de esa estructura administrativa paralela servida por paniaguados y
al mismo tiempo la austeridad de comportamientos entre de lleno en la cabeza de
nuestros políticos, la deuda pública seguirá creciendo inexorablemente. El
problema radica en cómo y cuándo se pagará y hasta dónde nos seguirán
prestando. La consecuencia más previsible es que estaremos entrampados por
muchos años. Si es que no se produce antes el default. Veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario