miércoles, 17 de septiembre de 2014

NO HAY QUE VENDER LA PIEL DEL OSO ANTES DE CAZARLO

Esta sentencia muy común en el lenguaje español es de total aplicación a lo que le ha ocurrido a la selección española de baloncesto en su inesperada eliminación durante el campeonato mundial que se ha celebrado en España.

Desde el principio, sin jugar todavía ni la fase de grupos ni las eliminatorias posteriores, la única preocupación de los medios de comunicación, entrenador, jugadores, directivos y público en general era si íbamos a ganar o no la final al equipo de Estados Unidos. Es decir se daba por sentado que la fase de grupos y las eliminatorias previas a la final serían un paseo militar para la selección.

La verdad es que en esta ocasión nuestro combinado nacional estaba constituido por los mejores jugadores que podían seleccionarse, entre los cuáles se encuentran una amplia representación de aquellos que juegan en la NBA americana. En este sentido parece difícil encontrar, puede que haya alguna excepción, mejores jugadores de los que se ha dispuesto.

Lo más probable es que esta panoplia de excelentes jugadores muchos de los cuales juegan en la mejor liga de baloncesto, deslumbrara a nuestros dirigentes y a los medios de comunicación que creyeron que la clasificación para la final era segura. O sea que estaba “chupao”.

Al frente de este selecto grupo de figuras se ha puesto a Juan Antonio Orenga, un buen jugador en su día, pero que en mi opinión carece del bagaje técnico y de los conocimientos tácticos y  estratégicos así como del carisma personal, para imponerse a este grupo de grandes jugadores muchos de ellos acostumbrados a estar bajo el mando de importantes entrenadores americanos.

Se ha programado un excesivo número de encuentros de preparación que yo creo que ha terminado por aburrir a los jugadores, que han llegado al campeonato, como quemados y hartos de baloncesto. Tampoco se ha sabido dosificar a muchos de ellos en la fase de grupos en la que ante rivales a los que se ganaba por 20 o 30 puntos, se les ha mantenido en la cancha en lugar de sentarlos y reservarlos para compromisos de más envergadura y dar tiempo en la pista a los más nuevos o de menos relevancia.

Y para colmo de males el partido contra Francia, al que por cierto le faltaban tres de sus principales jugadores, ha sido un desastre sin paliativos. Con un magnífico planteamiento defensivo muy agresivo del entrenador galo, que ni Orenga ni los jugadores españoles han sido capaces de superar. Errores garrafales del míster, como el de mantener sentado a Felipe Reyes, un buen reboteador y luchador en la zona, cuando precisamente uno de los problemas era el rebote. Y también de los jugadores, pues con 2 de 22 en triples es prácticamente imposible ganar un partido de estas características.

En mi opinión la eliminación de la selección ha de ser una lección de humildad para todos, entrenador, jugadores, directivos, afición y medios de comunicación, para en el futuro no vender la piel del oso antes de cazarlo. Y ser conscientes de que con el nombre no se gana, que aquí nadie regala nada y que con la prepotencia y la soberbia lo más probable es que el resultado sea el que se ha conseguido. Un desastre.

Y ahora toca recuperarse. Hay buenos jugadores y otros jóvenes en ciernes. Con humildad y un buen entrenador, Orenga en un gesto que le honra ha presentado su dimisión, puede volverse a la senda del triunfo. Pero hay que ser humildes. Y no vender la piel del oso antes de cazarlo. Pues pasan estas cosas.



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