domingo, 27 de julio de 2014

EL MAQUINISTA DE ANGROIS

 Se ha cumplido el primer aniversario del accidente de un tren Alvia de alta velocidad ocurrido en la localidad gallega de Angrois, que se saldó con el resultado de 80 muertos y 147 heridos. Una tragedia de proporciones inusitadas.

Conducía el convoy, como único responsable, el maquinista Francisco Garzón, un hombre menudo pero experto, que había pasado por aquel punto, con trenes de iguales características que el accidentado, en innumerables ocasiones sin problema alguno.

El lugar en el que se produjo el accidente, es una curva que ha de tomarse a la velocidad máxima de 80 km/h por convoyes cuya velocidad de crucero es de 190 km/h. Esta “ratonera” no contaba con ningún sistema activo de control externo de la velocidad. El control de la misma estaba encomendado única y exclusivamente al maquinista. Porque aunque estaba instalado, el sistema de control automático ERTMS  no estaba en funcionamiento ¿Cuáles eran las razones de su inactividad? ¿Tal vez los recortes?

Una inoportuna llamada telefónica del interventor del tren Alvia, acontecida en las proximidades de la maldita curva, distrae al maquinista y el convoy entra allí a 179 km/h cuando no debería haber rebasado los 80 km/h. Consecuencias las descritas. Una masacre de muertos y heridos.

Y a partir de aquí surgen algunas preguntas: ¿Cómo se puede permitir que en una línea férrea de velocidad 190 km/h exista una curva de 80 km/h? ¿En esta curva en la que hay que realizar una deceleración de 110 km/h mínimo, por qué no estaba activo un sistema de control que frene automáticamente el convoy, por si el maquinista sufre un error o una pérdida súbita de sus facultades, por ejemplo un desvanecimiento? ¿Cómo es posible que una línea y un tren de alta velocidad no dispongan de elementos de seguridad externa para evitar posibles accidentes y si estaban instalados, por qué no funcionaban?

Como suele ocurrir en España, de inmediato se ha culpado del siniestro a la parte más débil, o sea al maquinista que ha cometido el error y parece que, hasta ahora, se dejan exonerados de responsabilidad a los dirigentes de ADIF y RENFE que tenían que haber velado porque ese peligroso tramo estuviese  dotado de elementos de seguridad. Si no ¿qué pintan y a qué se dedican estos directivos y en razón de qué perciben unos elevados emolumentos?

La situación psicológica de este hombre, que gana 10 veces menos que sus superiores que tenían que haber vigilado la seguridad de la línea, de los convoyes y de los pasajeros, es de un hundimiento total. Porque están presentándole como el único responsable. Pero no es él sólo. Evidentemente ha cometido un error del que por cierto ha pedido un sincero perdón que es lo único que puede hacer por las víctimas. Algunas de ellas y algunos familiares no han estado a la altura de la circunstancias, ni de la caridad, ni de la solidaridad negando al conductor el pan y la sal. Debe ser que estas personas son infalibles.  Otras sí que han comprendido las circunstancias del accidente y la situación personal de hundimiento moral del maquinista.

Corresponde a las autoridades judiciales investigar a fondo este accidente y depurar responsabilidades. Pero de todos. Del maquinista también, pero no de él sólo. Aquí hay más culpables. Porque la causa última del accidente es la falta de un control externo de velocidad activo, que si hubiera funcionado, que es lo lógico en una línea férrea de estas características, habría evitado el error del maquinista.

Y lo que es causa de la causa, es causa del mal causado. Eso, al menos, es lo que pregonan los juristas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario