AUTOPISTAS
FALLIDAS
Las
autopistas de peaje en el entorno de Madrid, las denominadas radiales, y
algunas otras de iguales características ubicadas en el resto de España,
construidas mediante el sistema de colaboración público – privada, han
resultado ser un fiasco y las sociedades concesionarias se encuentran al borde
de la quiebra.
Se plantea como solución al problema que dichas concesionarias
sean rescatadas por el Estado, o sea por los contribuyentes españoles los que,
una vez más, tendrán que asumir costes de fracasos de iniciativas privadas, que
actúan prácticamente sin riesgo alguno. Si todo va bien se quedan con los
beneficios y si la cosa va mal le empluman los costes al Estado, o sea a los
españolitos. No me digan que no es jugar con ventaja.
Estas
autopistas fueron diseñadas en los momentos de auge de la economía española, en
la hipótesis de que el crecimiento económico iba a seguir siendo sostenido y
permanente y que el tráfico por ellas sería el previsto en los estudios de
viabilidad, los papeles aguantan todo porque no protestan, a pesar de ubicarse
dichas autopistas próximas a autovías estatales libres de peaje, que son
soluciones alternativas gratuitas para los conductores.
Con
el estallido de la crisis, los automovilistas optaron por la solución de las
autovías libres de peaje y el tráfico en las autopistas de pago no ha alcanzado
ni con mucho lo calculado en los
estudios. Únase a eso unos costes desmesurados de las expropiaciones, que son
incomprensibles: terrenos rústicos pagados a precio de terreno urbano. Unos
cuantos años en esta situación de bajos ingresos por peaje, han llevado al
fracaso económico de las sociedades concesionarias.
Pero
estas sociedades constituidas por las grandes constructoras que han ejecutado
las autovías y los principales bancos financiando y que se
han encontrado de pronto con la catástrofe financiera, como mandan mucho en los
distintos Gobiernos, ya se habían cubierto las espaldas en el condicionado de
las concesiones para incluir la figura de un posible rescate, por si la cosa no
pintaba bien.
Y
en estas estamos. Podía optarse por dejar quebrar las concesionarias y que sus
socios asumieran los elevadísimos costes de la operación, estamos hablando entre
unas cosas y otras, de unos 5.000 millones de euros. Esta manera de actuar
sería la lógica al tratarse de una iniciativa privada que tendría que asumir
los riesgos y sus consecuencias. Pero esta solución podría hacer mucho daño a
alguna empresa constructora o banco socio en las concesionarias. Y como los
amigos estamos para las ocasiones pues el Estado aplicará la cláusula de rescate
de estas concesiones asumiendo una empresa pública las deudas existentes. Eso
sí, harán el paripé de una quita. Y los bancos protestarán y todo. Para
disimular.
Ya
verán como si la cosa se recupera y el tráfico aumenta y hay negocio, esta
empresa pública con sus autopistas se volverá a privatizar. Para que los
amiguetes se sigan forrando. Como siempre.
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