SALAMANCA HISTORIA VIVA
Como
es costumbre mis buenos amigos Romi y Jose nos han invitado a mi mujer y a mí a
comer junto a un grupo de cacereños en su casa de Salamanca. Su vivienda que
ocupa un ático de la plaza de San Julián dispone de una amplia terraza desde la
que pueden contemplarse unas maravillosas vistas panorámicas de la ciudad del
Tormes y en particular de sus monumentales catedrales. Es un placer poder
degustar, desde esta atalaya, una cerveza bien fría acompañada de un hornazo
típico de la zona, comentando las peripecias que acontecían antaño en la urbe
salmantina, desde el principio de la Cuaresma hasta el Lunes de Aguas, mientras
fijas en tus retinas las bellas imágenes de la villa.
Además
y por lo que a mí respecta, la morada de estos amigos se encuentra situada
enfrente del edificio de la Gran Vía en donde estuvo ubicado el Colegio Mayor
Hernán Cortés, en el que residí durante un curso académico, mientras cursaba el
Selectivo de Escuelas Técnicas en la Facultad de Ciencias por entonces ubicada
en el bello y neoclásico Palacio de Anaya. Todavía pueden apreciarse en la
fachada del colegio mayor salmantino, construida con piedra arenisca de las
canteras de Villamayor, los rojos “victores” o “vítores” de los doctores universitarios
que residieron en la institución. Aseguraban las crónicas que estaban pintados
con sangre de toro. Me imagino que sería de toros bravos dada la abundancia de
ganaderías de lidia que pastan en el campo charro.
Jose,
nuestro anfitrión, que es un experto cicerone, suele prepararnos un recorrido
turístico por la ciudad para que podamos deleitarnos con la visión de sus
numerosos monumentos, gracias a los cuáles y a su importancia histórica,
Salamanca es ciudad Patrimonio de la Humanidad con todos los merecimientos.
Claro
que la ciudad no se compone sólo de notables obras arquitectónicas. También es
sede de una de las universidades más antiguas y de más solera de España. Desde
su fundación por Alfonso IX en 1218, miles y miles de estudiantes han pasado
por sus aulas. Pero a este respecto ha de recordarse que una añeja sentencia
atribuye el mérito del triunfo académico a la inteligencia estudiantil: Quod
natura non dat, Salmántica non praestat. También hay otro dicho popular que
ensalza y destaca la categoría de sus docentes universitarios: El que quiera
aprender que vaya a Salamanca.
En
esta ocasión aunque paseamos por ellas, abandonamos las rutas turísticas
salmantinas más habituales que te conducen a monumentos tan importantes como
las Catedrales, el Palacio de Anaya, la Universidad, la Clerecía, la Casa de la
Conchas o el Palacio de Monterrey por citar los más conocidos.
Visitamos
el centro de interpretación de las murallas de la ciudad, de reciente
inauguración, en donde por medio de diversas presentaciones se va dando cuenta
de la evolución de los diferentes baluartes, hubo hasta cinco, el último del
siglo XIII, que fortificaron el casco viejo salmantino como defensa ante los
ataques de sus enemigos.
También
nos deleitamos con la ascética belleza de algunas iglesias románicas de las
siete que hay en la ciudad: Santo Tomás Cantuariense, San Cristóbal, San Julián
y San Marcos.
Aunque
la visita más detenida la hicimos al convento de clausura de Santa Clara,
situado en las traseras de la Gran Vía. Nada más entrar experimentamos lo que
es el silencio, la calma, el sosiego y la paz de un claustro que acoge a 10
monjas clarisas que viven en un ambiente que invita a la oración, a la
introspección y a la búsqueda de la paz interior. Ellas tal y como describiera
el eximio agustino Fray Luis de León, profesor en la universidad charra, en su
Oda a la Vida Retirada “huyen del mundanal ruido, y siguen la escondida senda
por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”.
Contemplamos
además de los coro bajo y alto, las polícromas pinturas murales rescatadas de
la cal que se aplicaba en los paramentos para defenderse de los estragos de la
peste, la iglesia con su bello retablo barroco y la construcción de su bóveda
por debajo de la cubierta de madera del edificio, la cual es visitable y da
idea de la forma constructiva tan original. Finalmente nos detuvimos en el
museo etnográfico existente que recoge los aperos de los diversos oficios a lo
largo del tiempo.
En
un día primaveral, con sol y una agradable temperatura, la ciudad lucía todo su
esplendor en sus calles y plazas atiborradas de gentes, con presencia de
muchísimos jóvenes. Esta juventud estudiantil y universitaria es la que da vida
a una ciudad tan vieja pero a la vez tan moderna.
Salamanca
es una ciudad vital que ha recogido su pasado histórico y cultural y lo
proyecta hacia un futuro de modernidad y actividad inusitada adaptándose a las
nuevas circunstancias sociales.
El
urbanismo tanto en el casco histórico como en sus aledaños ha sido cuidado con
esmero y ha dejado a la ciudad en perfectas condiciones de uso por parte de los
numerosos visitantes que acuden a ella y de sus propios habitantes.
Por
todo este cúmulo de razones es un placer visitar Salamanca. Y lo hago cada vez
que puedo. Esta bella urbe le trae recuerdos de juventud a quien ya tiene una
edad provecta. Y eso es muy reconfortante porque me retrotrae a un tiempo muy feliz
que viví en esa bellísima ciudad.
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