EXTREMADURA EN
EL POZO ¿PODREMOS SALIR DE ÉL?
El
INE (Instituto Nacional de Estadística) ha publicado hace unos pocos días los
datos del PIB correspondientes a 2018. Y Extremadura continúa hundida en el
pozo. Y allí seguirá por mucho tiempo si no se cambian las políticas y se
apuesta por desarrollar la región mediante: primero la explotación racional de
sus recursos endógenos y después por la instalación de industrias basadas en
las nuevas tecnologías.
El
año 2018 el PIB regional creció en Extremadura un 2 %, mientras que el
crecimiento medio nacional era del 2,6 %. Madrid la comunidad autónoma española
que más creció lo hizo en un 3,7 %. La UE – 28 también creció en un 2 %, como
Extremadura. Si España crece de media un 2,6 % en su PIB y Extremadura los hace
en un 2 % nuestra convergencia con la media española es prácticamente imposible
y deberíamos pensar si las políticas regionales aplicadas hasta ahora son
adecuadas o nos llevan a mantenernos más y más en el fondo del pozo del
desarrollo.
Los
datos del PIB “per cápita” muestran que el valor medio español creció en un 3,2
% mientras que el medio extremeño lo hizo en un 3,5 %. Esto que parecería ser
un buen dato es un espejismo. Mientras que la población de España se
incrementaba en un 0,32 % (150.848 habitantes) la población extremeña disminuía
un 0,65 % (7.057 habitantes).
En
valores absolutos el PIB “per cápita” medio de España era de 25.854 € y el de
Extremadura 18.174 €, el valor más bajo de todas las comunidades autónomas, un
29,7 % inferior al valor medio nacional. Madrid la comunidad autónoma con mayor
PIB “per cápita“, logra la cifra de 34.916 €, casi el doble que Extremadura.
Si
la población extremeña se hubiera mantenido en 2018, el PIB “per cápita”
equivalente en ese año habría sido de 17.961 €. En 2017 era de 17.444 €. El
incremento real habría sido del 2,96 % frente al 3,2 % nacional. En resumen el
PIB “per cápita” extremeño se ha incrementado más que la media española por la
pérdida de población de la región.
Como
puede deducirse seguimos peor que antes y la convergencia con la media nacional
parece muy difícil de alcanzar, salvo que se modifiquen las políticas
regionales puestas en marcha hasta el momento.
Y
eso pasa en primer lugar por aprovechar nuestros recursos endógenos procedentes
de la agricultura tanto de secano como de regadío – se han de concluir los
riegos de Centro de Extremadura, Barros, Monterrubio, Arroyo del Campo y Ortiga
– Guadámez – y de la ganadería instalando nuevas industrias agroalimentarias
que transformen y comercialicen los productos desde Extremadura para retener el
valor añadido. Los vinos, el aceite, los quesos, las frutas y hortalizas, el
corcho han de ser manipuladas y transformados en Extremadura. Y el ganado ha de
ser sacrificado y despiezado en la región. Es incomprensible que en vacuno se
sacrifique en la comunidad autónoma en torno al 14 % del censo cuando en España la cifra se acerca
al 40 % y en ovino las cifras sean de un 7 % y un 60 % respectivamente.
El
turismo es otro de nuestros recursos endógenos que hemos de potenciar para
aprovechar nuestro rico y variado patrimonio natural, paisajístico, histórico,
monumental y gastronómico. Pero eso exige unas buenas infraestructuras de
comunicación, especialmente el AVE o un tren de alta velocidad y la
introducción de nuestros circuitos turísticos en paquetes internacionales
apoyados en Madrid y en Lisboa. Y una mejora continuada en la calidad de los
servicios que se prestan.
Las
energías renovables pueden ser otra salida. Pero no debemos convertirnos en una
zona de producción exclusivamente, limitándonos a exportar esa energía como ha
sucedido con la energía hidroeléctrica y la nuclear. La energía renovable ya
cubre nuestras necesidades. Si se instalan los 10.000 MW más de potencia
previstos, que ocuparán una extensa superficie de suelo extremeño, sus
resultados han de traducirse en unos menores costes de la energía para las
industrias que se instalen en Extremadura: podemos actuar en modo “isla” con lo
que la energía podría abaratarse entre un 25 y un 30 % según los expertos. Y
por supuesto obligar a las compañías que se instalen a tener su domicilio
fiscal en Extremadura para tributar aquí.
Por
cierto se detecta una oposición frontal de algunos políticos y grupos de
presión a la minería y ese es también un recurso endógeno que podría ser
explotado si se hace racionalmente.
Pero
pienso que el futuro está en la industrialización basada en las nuevas
tecnologías: tecnología de los alimentos, biotecnología, nanotecnología,
productos farmacéuticos, informática. Eso pasa porque la Universidad de
Extremadura cambie el chip de titulaciones actuales, forme técnicos en estas
materias y fomente el espíritu emprendedor entre los titulados. Hay que formar
empresarios y no sólo funcionarios. Y adaptar las titulaciones a los nuevos
retos de las nuevas empresas. De igual modo la formación profesional ha de
moverse en este sentido para formar los técnicos necesarios. Y que la
administración oriente sus políticas para conseguir la industrialización de
Extremadura.
La
tarea no va a ser nada fácil. Pero hay que intentarlo. Han de abandonarse las
políticas conservacionistas aplicadas hasta ahora. Ese no es el futuro de la
región. Si se continúa con esa dinámica seguiremos en el pozo por muchos años.
Y los extremeños, especialmente los jóvenes, seguirán emigrando y la región
exportando talento.
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