domingo, 6 de diciembre de 2015

DEBATES

El debate, la discusión o el intercambio de opiniones e ideas son elementos consustanciales con la democracia. Y los políticos de uno u otro signo tendrían que hacer del debate en los medios de comunicación su bandera, ya que es a través de esta figura como los electores pueden conocer, comparar y valorar las propuestas de cada líder y, en consecuencia, emitir su voto con conocimiento de causa en los comicios de que se trate.

Por cierto que en el transcurso del período que se inició con la transición, debatir no ha sido precisamente elemento fundamental en nuestro devenir democrático. Los partidos se han decantado más por el mitin, que se desarrolla en un entorno mucho más amable para el político que se siente arropado por los militantes y simpatizantes de su formación que son quienes generalmente asisten a ese tipo de actos.

En el mitin se trata de convencer a unos incondicionales que en la mayoría de los casos ya están convencidos. Por tanto es tarea más fácil para el líder que la que conlleva un debate. En éste, que se lleva a cabo en contraposición con otros rivales en la lucha política, se trata de convencer a los que dudan en su voto para que se decanten a favor del partido que representa, o de sacar a los posibles abstencionistas de su postura de inhibición y llevar su voto al propio redil.

En España la irrupción en el escenario político de partidos de nuevos cuño – surgidos como consecuencia de la crisis y de la falta de respuesta adecuada a la misma de los partidos clásicos - a los que las encuestas otorgan intenciones de voto bastante significativas, ha cambiado el marco de actuación y el debate se revela hoy día como más decisivo para arrastrar el voto, que el mitin con la presencia de afiliados propios. Aunque como decía el fraile, todo sea bueno para el convento y continúen llevándose a cabo mítines.

Pero la postura de los partidos clásicos ante los debates de cara a las próximas elecciones es muy distinta.

El PSOE formación más acostumbrada a la discusión interna en sus filas, no los rehúye, aunque los modula, porque considera que, por razones de estrategia, no se puede estar continuamente debatiendo y dando cancha a los nuevos rivales.

El PP por el contrario acostumbrado a gobernar con mayoría absoluta en la última legislatura y siendo un partido de corte más presidencialista los rehúsa claramente y su líder sólo acepta un debate a dos con su rival tradicional socialista, en la creencia de que puede vencer en la contienda con cierta facilidad. Cuestión que está por ver.

Del debate a cuatro que tendrá lugar en cadenas de televisión privadas, Rajoy se ha borrado, invocando problemas de agenda, justificación tan angelical que no convence a ningún observador imparcial y a la que sólo le otorgan credibilidad sus seguidores acérrimos. Para sustituirle ha designado a la Vicepresidenta - ¿será la tapada en caso de futuros pactos? - que como es sabido no es candidata a la presidencia del gobierno como es el caso de D. Mariano, que es quien debería acudir a la cita. Su ausencia es signo, como mínimo, de cobardía.

Al líder popular le gusta poco el debate. Es más proclive y se encuentra más a gusto rodeado de sus conmilitones que le aplaudirán todo lo que diga. Y en lo que dice ya se cuida él muy mucho de no meterse en terrenos pantanosos, tales como la corrupción de su partido que afecta a grandes áreas del mismo o los aspectos negativos que todavía mantiene la crisis en España: la desigualdad galopante, el empleo precario que se está creando, el desplome del sistema de pensiones o el desbocado aumento de la deuda pública durante su mandato. Parece que confía en la amnesia de la ciudadanía.

Se argumenta por algunos comentaristas, que el líder popular rehúye la confrontación múltiple por su diferencia de edad con los otros tres rivales. No parece que esta pueda ser la causa de la huida, puesto que su edad madura le da un plus de experiencia de gobierno que los otros no tienen y muchísima más información de la situación por razón de su cargo. En teoría en un debate múltiple partiría con cierta ventaja.

La causa reside más bien en sus “antecedentes”. Debe ser muy difícil enfrentarse a tres líderes limpios, a los que no se les conocen escándalos, cuando se llevan veinte años en cargos directivos de primera línea en un partido en el que la corrupción ha campado a sus anchas. Esa puede ser la causa más probable de su deserción. Lo de su apretada agenda es un argumento infantil. Que convence a muy pocos.

Y aviso para navegantes ¡Mucho ojo con la vicepresidenta, que ésa está limpia de antecedentes¡

Por su actualidad adelanto esta entrada.


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