viernes, 30 de octubre de 2015

ESTÁN MONTANDO EL POLLO

Lo que está ocurriendo en Cataluña supera los límites de lo imaginable y va siendo hora de que los líderes catalanes y nacionales comiencen a reflexionar sobre lo que está aconteciendo en ese territorio.

Cuando estuve visitando Auschwitz, contemplé en uno de los pabellones una frase que me dio mucho que pensar, decía: “Aquellos pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla “ Parece que es debida a Cicerón.

Creo que esta sabia sentencia debería empezar a formar parte del pensamiento de los líderes políticos de nuestro país, pues España está empezando a caminar por una senda que puede ser peligrosa y que si por parte de estos dirigentes no se aplica mucha inteligencia y comedimiento puede conducirnos a escenarios muy penosos que no debieran volver a producirse.

Menéndez Pelayo también nos advertía en el mismo sentido que Cicerón: “Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión e ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentarán más y más la lobreguez de la noche”

Los secesionistas catalanes no consiguieron la mayoría de votos las últimas elecciones autonómicas a las que ellos mismos otorgaron el carácter de plebiscitarias. En lugar de aceptar democráticamente su derrota, siguen erre que erre con el mantra de conseguir la secesión al precio que sea.

Y tal y como aventuró Baños, un conspicuo líder radical de CUP, con la sonrisa en los labios, han comenzado a montar un pollo. Nada más constituirse el Parlament, los secesionistas que disponen de mayoría de escaños - gracias a la ley d’Hont y al diferente valor de los sufragios según la circunscripción –, han presentado una propuesta para declarar la independencia de Cataluña de forma unilateral. En contra de los principios de la democracia y de la legalidad de ámbito autonómico, nacional o internacional vigente. En fin un despropósito. Han lanzado un órdago que puede tener consecuencias imprevisibles.

Sería conveniente que estos irresponsables volvieran la vista atrás,  a hace menos de un siglo, cuando tanto en 1931 como en 1934 se declaró en Cataluña una República Catalana dentro de la República Federal Española. Aquello derivó en un tremendo caos y fue semilla de una discordia civil que por ninguna razón debiera repetirse.

Sería bueno que se entrase en la senda de la racionalidad y se dejase a un lado la exacerbación de los sentimientos, que es un mecanismo primario para manipular a unas masas, que en el caso de Cataluña y a pesar de la presión administrativa y mediática a que esa sociedad ha sido sometida desde hace años, no son mayoría en su ansia secesionista. Esta maniobra lo único que ha conseguido es fragmentar a la sociedad catalana en dos bandos. Ya estamos como siempre en España: los buenos y los malos.

Un asunto tan importante como es que se separe de España un trozo como Cataluña, no se puede sustanciar con el 48 % de los votos, que solamente corresponden en número al 36 % de la población total de ese territorio. Eso no tiene ni pies ni cabeza. Ni se puede invocar el derecho de autodeterminación que solamente está previsto en el derecho internacional para casos de descolonización.

Pero tampoco es solución como hace Rajoy, agarrarse a la aplicación estricta de la ley como único camino para resolver el problema. Una decisión tan grave como es la aplicación del artículo 155 de nuestra Carta Magna solamente puede tomarse cuando no quede otro remedio. Antes ha de dialogarse. Sobre todo para defender a los que quieren quedarse a los que no se les da voz en los medios de comunicación.

Serviría también para dar solución a las aspiraciones de un considerable porcentaje de la población que estaría dispuesta a separarse. Aunque lo haga sin considerar las consecuencias que su decisión traería consigo.

Lo primero que hay que hacer es explicar a todos los catalanes con cifras concretas y veraces estas consecuencias. Y esto nunca se ha hecho. Rajoy en los últimos cuatro años, que es cuando se ha recrudecido el problema separatista, no ha hecho nada por desmontar los argumentos de los que quieren irse.

Trabajos como el del catalán Josep Borrell, publicados recientemente, sí que son necesarios para explicar a los catalanes las mentiras en que se basa la pretendida independencia y sus consecuencias para la población.

Y por último hay que tratar de encajar las peculiaridades de Cataluña en el ordenamiento jurídico español. Pero desde la igualdad y la solidaridad. La misma que en épocas anteriores tuvo con los catalanes el resto de España.

No será tarea fácil. Pero debe intentarse.


  

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