LOBBIES Y LOBBISTAS
Un
lobby podíamos definirlo como un grupo de personas físicas o jurídicas que
presiona y trata de influir en los políticos o en las instituciones y
organismos nacionales o internacionales, con el objetivo de que las
disposiciones legales que se dictan y en las que estos participan o las
decisiones que se adoptan, favorezcan los intereses de aquellas personas,
grupos o empresas para quienes el lobby trabaja.
Estos
grupos de presión iniciaron su andadura en Inglaterra pero toman carta de
naturaleza en USA y desde allí se han
extendido al resto del mundo desarrollado con inusitada velocidad. En la UE hay
lobbies especialmente poderosos, que pululan a diario por las instituciones
comunitarias para tratar de llevar el agua a su molino.
Hablando
en roman paladino, el lobby es una versión civilizada del cohecho y del tráfico
de influencias, todo ello bajo una apariencia de legalidad, provocada y
consentida por aquellos que participan en el juego. Los lobbies consiguen sus
fines y de ello no ha de caber la menor duda, con presiones basadas en una
contraprestación al o a los presionados. El pago puede adoptar diversas
variantes: dinero contante y sonante, probablemente no sería esta la vía más
frecuente por su peligrosidad, generación de relaciones que posteriormente se
traducen en poder e influencia, donaciones “legales” a partidos políticos u
organizaciones de diverso tipo, ascensos y puestos de trabajo mejor
remunerados…En fin una panoplia de posibles contraprestaciones. Do ut des en
definitiva.
Este
juego perverso, está bien visto e incluso legalizado y hoy día quien no tiene a
su servicio uno de estos grupos de presión, podemos considerar que es un don
nadie. Por eso valerse de un lobby o formar parte de él es cosa de personas y
organizaciones poderosas y potentes que tienen la capacidad de presionar,
incluso generando miedo en los sometidos a presión a causa del poder que tienen
el propio lobby o aquellos para quien trabaja.
Una
presión del lobby, revestida de legalidad, puede cambiar un informe o una resolución
a tiempo, lo que a su vez se traduce en la adopción de normativas o decisiones que
favorecen al cliente o al propio lobby.
Y
de esta manera, basadas en la presión y
revestidas de la correspondiente dosis de hipocresía y cinismo, es como hoy se
adoptan normas y providencias que pueden afectar a millones de ciudadanos, sin
que estos tengan la menor participación en ellas, sino que son las víctimas
propiciatorias de los poderosos que dirigen el mundo.
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