sábado, 30 de marzo de 2024

 

ROBO EN PLASENCIA

El 27 de abril de 1952, hace ya 72 años, el nuncio de su Santidad en España, monseñor Cicognani acompañado de los obispos de Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ávila, Badajoz, Coria y Plasencia, procedía a la coronación canónica de la Virgen del Puerto, patrona de esta última ciudad. Esta virgen es conocida popularmente como La Canchalera, dada la ubicación de su ermita en el macizo de canchos rocosos de la dehesa de Valcorchero, situada a unos cuatro kilómetros de la ciudad.

La ceremonia religiosa se celebró en el parque existente enfrente del cuartel del Regimiento de Órdenes Militares nº 37, de guarnición, por entonces, en la ciudad. Desde ese día el parque es conocido en Plasencia como parque de la Coronación. El cuartel se ha transformado en Centro Universitario tras abandonar los militares la ciudad.

Yo por entonces tenía seis años y mis padres me llevaron con ellos para presenciar la ceremonia religiosa. Recuerdo un día muy caluroso de la primavera placentina, un elevado número de fieles, se calculó en 50.000 los asistentes, que ocupaban también el parque de los Pinos, y como algo sorprendente para mis pocos años, el vuelo de una escuadrilla de aviones Junkers, procedentes de la base aérea de Matacán en Salamanca, que arrojaron pétalos de flores sobre el recinto ceremonial cuando se coronaba a la Virgen.

Las coronas de la Virgen y el Niño, con un peso de más de dos kilos de oro, recamadas de piedras preciosas, así como los mantos de la Madre y de su excelso Hijo, fueron costeados por suscripción popular de gentes de Plasencia y sus comarcas, devotos de la Virgen Canchalera, mediante la aportación de dinero, oro, joyas y piedras preciosas.

Recuerdo que se editó un libro, con pastas de color rojo, en el que se exponían fotografías de la ceremonia religiosa y contenía la lista de las personas que habían contribuido a sufragar el coste de las coronas y los mantos. Yo leía de pequeño aquellas interminables relaciones de donantes, pues muchos de los allí reseñados eran familiares nuestros, o amigos y conocidos de mis padres.

Las coronas de Madre e Hijo, se exhibían en los últimos tiempos en el museo catedralicio de la ciudad. Y sorprendentemente han sido robados hace unos días, en la madrugada del Domingo de Ramos. Increíble. Los ladrones saben que más de dos kilos de oro, una vez fundido es un botín de altísimo importe para sus bolsillos. El alcalde placentino estima el montante de lo robado en más de un millón de euros. El valor sentimental que estas coronas tienen para los placentinos devotos de la Virgen del Puerto es incalculable, pero eso les importa poco a estos desalmados.

Es sorprendente que el museo catedralicio de Plasencia, dado los tesoros tan importantes que alberga, no cuente con un sistema apropiado de alarmas, para poder impedir estos robos. Y para complicar más la cuestión el sistema de cámaras de seguridad del museo no funcionaba adecuadamente. Quizás un exceso de confianza, pensando que este tipo de robo sacrílego tiene una baja probabilidad de producirse. Pero en los tiempos que corremos, cualquier cosa es posible, como se ha podido comprobar.

Ahora la situación pasa porque las investigaciones policiales, puedan dar con los autores de este robo sacrílego y lleguen a tiempo de evitar la pérdida definitiva de las joyas robadas. Espero que, si existen cámaras de seguridad en las inmediaciones, puedan dar información sobre los autores del robo y conseguir recuperar lo robado.

Porque por el tipo de joyas tan especial, los ladrones que deben ser muy profesionales, dada la imposibilidad de venderlas en el mercado, tendrán como objetivo, retirar las piedras preciosas y fundir el oro que en este estado será de muy difícil identificación.

Plasencia está consternada por este robo inexplicable. Ya que estas coronas eran el homenaje de la ciudad y sus comarcas a su patrona y a su hijo. La Virgen del Puerto goza de la devoción de miles de placentinos, que todos los años en el domingo siguiente al de Resurrección, peregrinan a su santuario para rezarle y pedirle ayuda en sus contratiempos de la vida.

Hemos de confiar en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, para que pueda producirse una rápida recuperación de los robado. La Virgen del Puerto desde su ermita, seguro que echará un cable a los investigadores, que tienen una compleja tarea por delante. O tal vez, mueva el corazón de los ladrones para que devuelvan lo robado.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario