SEQUÍA:
HAY QUE ADOPTAR MEDIDAS URGENTES
Estamos
inmersos en un período de grave sequía que está afectando a buena parte de
España. Las cuencas internas de Cataluña, la del Guadalquivir y algunas
internas de Andalucía y la del Segura, presentan niveles muy bajos de
acumulación de agua en los embalses. En otras cuencas, como la del Guadiana, las
últimas lluvias han resuelto el problema de la próxima campaña.
Los
períodos de sequía son frecuentes en climas mediterráneos como el español. He conocido
episodios de grave sequía en los años 1978, 1982 – 83, 1992 – 95, la de 2004 –
2005 y la actual. Por tanto, la sequía es algo consuetudinario, especialmente
en la denominada España seca.
Los
expertos en el análisis de la variabilidad climática aseguran, que habrá un
incremento en la frecuencia en los períodos de sequía y también un mayor número
de etapas de lluvias torrenciales, con el consiguiente riesgo de producirse
inundaciones graves.
Dado
el escenario climático en el que nos movemos, la sequía hay que tratarla con
miras de largo plazo en el tiempo. Y en España solemos actuar a corto plazo.
Se
me ocurren unas cuantas actuaciones ineludibles. Examinémoslas.
En
relación con las infraestructuras hidráulicas básicas podrían ser las
siguientes:
·
Si habrá
períodos de lluvia abundante y períodos secos, lo racional es aumentar la
capacidad de regulación mediante la construcción de nuevos embalses, que
acumulen los excesos de agua en los períodos húmedos, para utilizarla en los
períodos secos. Estos embalses a su vez cumplirían la importante función de
laminación de avenidas, en los casos de lluvias torrenciales para evitar daños
en personas y bienes. El incremento de regulación a su vez serviría para
asegurar los caudales ecológicos sin merma de la garantía de otros usos.
·
Diseñar
un nuevo Plan Hidrológico Nacional, proyectando aquellos trasvases que sean
imprescindibles, dejando a salvo las necesidades de la cuenca cedente.
·
Fomentar
las investigaciones en los procesos de desalación para utilizar el agua de mar
en abastecimientos urbanos o en regadíos próximos al mar, solucionando los
problemas del retorno de la salmuera y su posible afección a los ecosistemas
marinos.
·
Mejorar
las actuaciones de depuración, de modo que el agua depurada pueda ser
reutilizada en usos urbanos o en regadíos, consiguiendo la calidad pertinente
en los efluentes depurados.
·
Llevar
a cabo una explotación de los acuíferos acorde con su capacidad de renovación
de agua, impidiendo la existencia de acuíferos sobreexplotados. Aquí habría
mucho que hablar sobre los cientos de miles de aprovechamientos ilegales que,
según diversas fuentes, siguen activos.
Respecto
a los diferentes usos del agua, habría que actuar sobre los siguientes
aspectos.
·
Mejora
de la estanqueidad de las conducciones de abastecimiento urbano, tanto de
aducción como de distribución, para evitar pérdidas en las mismas.
·
Campañas
de concienciación a la población para hacer un consumo responsable del agua en
los hogares, tanto en primeras como en segundas residencias. Hay que hacer ver
que el agua es un bien escaso y no puede despilfarrarse.
·
Aunque
sea muy duro para el usuario, revisar los precios del agua según los estados de
la sequía, estableciendo unos mínimos exentos, para penalizar los altos
consumos en momentos de falta de recursos hídricos.
·
Continuar
los procesos de modernización de regadíos, para introducir en las zonas
regables métodos de riego de alta eficiencia. Esta es una de las pocas
políticas que se vienen haciendo con éxito desde el año 1998. Hay que seguir
insistiendo en ellas puesto que todavía tenemos más de un 21 % de los regadíos
españoles que se riegan por gravedad con un alto consumo de agua. Si se
autorizan nuevos regadíos, estos sólo podrán llevarse a cabo mediante métodos
de riego de alta eficiencia, no autorizando, salvo casos muy excepcionales, los
regadíos por gravedad.
·
Y
digitalizar los riegos de modo que controlemos tanto las dosis de riego a
aplicar mediante el uso de datos agroclimáticos e imágenes satelitales o de
drones, como el grado de humedad del suelo para dar los riegos en el momento
más adecuado.
·
En
cuanto a los caudales ecológicos a los que se da la categoría de ser una
restricción previa a los sistemas de explotación, habría que actuar en varios
frentes. El primero homologar métodos de cálculo que estén contrastados y que
contribuyan a alcanzar el buen estado de las masas de agua. Esto exige
programas de investigación y estudio sobre el particular. Y también se deberían
aplicar reducciones de su cuantía en épocas de sequía en proporción a los
diferentes estados: prealerta, alerta o emergencia en que se encuentren las distintas
demarcaciones hidrográficas.
En
España no se ha actuado con acierto en la previsión de las sequías y sus
consecuencias para los diferentes usos del agua.
Prácticamente
desde principios del siglo XXI no se han construido nuevas infraestructuras de
regulación de agua en España. Parece que como a los ecologistas no les gustan,
en el Ministerio siguen la corriente de ir aguantando y que llueva. Es más, se
ha seguido una política de eliminación de embalses, totalmente errónea en
nuestro clima.
Sí
es de destacar lo logrado en modernización de regadíos. En España ya se riegan
por goteo 2.025.928 ha, el 54,8 % de la superficie total de riego que alcanza
3.694.507 ha (ESYRCE, 2022), quedando solamente 793.402 ha en riego por
gravedad. Se ha conseguido un importante avance en este aspecto. Pero hay que
seguir modernizando.
Es
necesario fomentar la investigación en aspectos tales como la desalación y la
reutilización de las aguas depuradas para defendernos mejor de la sequía.
Y
concienciarnos todos del valor del agua, como un bien escaso. Aunque cuando
abramos el grifo o reguemos el agua salga sin problemas.
Pero
sobre todo es imprescindible, que llueva. Sin agua la vida será más difícil
para todos.
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