UNA PLAGA BÍBLICA EN LA EXTREMADURA DEL SIGLO XXI
Cuando
estudié Entomología Agrícola durante mi proceso de formación como Ingeniero
Agrónomo, me sorprendió sobremanera que el catedrático de la asignatura Don
Francisco Domínguez García – Tejero, una excelente persona y magnífico profesor,
hiciera gran hincapié en el tratamiento que había de aplicarse a la langosta
mediterránea (Dociostaurus Maroccanus Thumb.) una plaga bíblica muy antigua, de
los tiempos en los que el pueblo de Israel andaba desterrado en Egipto, pero
que sigue activa en la actualidad. El tratamiento contundente era
imprescindible para evitar los graves daños y pérdidas económicas, que este
insecto puede producir en los cultivos y aprovechamientos agrarios.
El
paso de este insecto Ortóptero de la fase solitaria a la fase gregaria, marca
el momento en que la plaga empieza a convertirse en un problema grave para los
cultivos, árboles y pastos puesto que millones de individuos los atacan con una
enorme voracidad, destruyendo todo a su paso.
Para
evitar este cambio de fase, hay que controlar los focos permanentes en donde
habita la langosta para mantenerla en su fase solitaria, impidiendo el tránsito
a fase gregaria y la posterior ruina de los cultivos que resultarán atacados
por el depredador insecto. A lo largo de la historia de la humanidad, son
innumerables las hambrunas ocasionadas por la langosta en su destrucción de los
cultivos. Una vez que llega a la fase gregaria la lucha contra esta plaga se
hace muy difícil, compleja y gravosa.
Sus
zonas de permanencia en la fase solitaria están en diversos lugares de España y,
en Extremadura, estas áreas se encuentran ubicadas en La Serena y los Llanos de
Cáceres – Trujillo.
Es
en estos territorios en los que hay que tomar medidas de control
fundamentalmente mediante tratamientos con insecticidas, para impedir que la
plaga pase a fase gregaria que es en donde los daños pueden ser de gran magnitud.
Se
calcula que un individuo puede comer entre el simple y el doble de su peso en
vivo por lo que una sola langosta mediterránea puede llegar a consumir a lo
largo de su vida entre 33 y 66 gramos de pasto (A. Arias Giralda y
colaboradores, 1994).
Una
gran parte de las zonas permanentes de langosta en Extremadura fueron
declaradas como protegidas y son actualmente Zonas de Especial Protección de
Aves (ZEPA). Debido a estas figuras de protección ambiental, los tratamientos
fitosanitarios contra la plaga están restringidos y, cuando se hacen, se
emplean productos de baja toxicidad y de limitada eficacia contra este insecto.
La
existencia también de fincas con explotación ecológica, en la que no se
utilizan pesticidas y se reducen labores, hace que cuando las condiciones
climáticas acompañan como ocurre en esta campaña, este tipo de fincas se
conviertan en un reducto de producción de langostas.
Estas circunstancias y la
climatología han propiciado que, en la actualidad en los términos municipales
de Cabeza del Buey, Peñalsordo y Zarza Capilla se esté produciendo un grave
ataque de langosta mediterránea, el cual está ocasionando graves daños a los
agricultores y ganaderos, que pierden sus cultivos y sus pastos teniendo que
sustituir estos últimos por piensos. Los seguros agrarios no cubren estas
pérdidas.
Los hombres del campo acusan a la
Junta de Extremadura de no intervenir a tiempo para evitar el problema,
mediante la aplicación de los tratamientos fitosanitarios correspondientes, que
permitan impedir que la plaga evolucione a la fase gregaria que es la
peligrosa.
Una vez más un ecologismo mal
entendido se vuelve contra los profesionales de la agricultura, los cuales
tienen que afrontar pérdidas que nadie les indemniza. Antes de esta política
ecologista y conservacionista a ultranza, se aplicaban tratamientos
insecticidas (malatión y otros) que, llevándolos a cabo con las precauciones
adecuadas para impedir efectos nocivos en la fauna, permitían el control de la
plaga, de modo que los daños en los cultivos y aprovechamientos producidos por
la misma fuesen mínimos o al menos asumibles. Con la orden de la Consejería de
Agricultura de 5 de mayo de este año de lucha contra la langosta, sólo puede
utilizarse el deltametrin 2,5 %, aunque se autoriza a ensayar otros productos
de menor toxicidad para la salud humana y ambiental.
Al parecer los productos
insecticidas actualmente utilizados por la administración en sus tratamientos
son poco eficaces y no controlan eficazmente el problema de esta plaga.
Llama poderosamente la atención que,
para cualquier actuación del Servicio de Sanidad Vegetal, la mencionada orden
establezca la necesidad de obtener el permiso o informe favorable de la
Dirección General de Sostenibilidad Ambiental. Parece que el gran hermano
ambiental ha de dar su “nihil obstat”, hasta para ejecutar una actuación
rutinaria como es la fumigación contra la plaga. Toda esta burocracia trae
consigo retrasos en los tratamientos como al parecer está ocurriendo este año.
Y con estos retrasos se llevan más de 20.000 ha destruidas por la langosta.
Parece un contrasentido que, con
todos los avances experimentados en la lucha química y biológica contra esta
plaga, en pleno siglo XXI los agricultores de la zona de la Serena tengan que
sufrir las consecuencias de los ataques de esta maldición bíblica, lo que hace
que nos tengamos que retrotraer muchos siglos, a tiempos en los que la langosta
era un enemigo imbatible para las gentes del campo y causaba su ruina económica.
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