EXTREMADURA ANTE LA NUEVA
FINANCIACIÓN AUTONÓMICA
Se
acerca una revisión del modelo de financiación autonómica y las distintas
comunidades autónomas se aprestan a exhibir sus características diferenciales
para obtener la máxima tajada posible del nuevo mecanismo que sustituirá al que
se implantó en 2009.
El
nuevo modelo nace envilecido por dos situaciones excepcionales, una que ya
existía y otra de nuevo cuño. Su influencia en el proceso de revisión de la
financiación autonómica será difícil de soslayar. La primera es la especial fiscalidad
del País Vasco y Navarra que con sus foros y sus fueros gozan de privilegios
que incluso están amparados por la Constitución.
La
segunda es el chantaje de los separatistas catalanes por el “procés” que, con
su amenaza continuada de salirse de España, procurarán mientras intentan
conseguirlo, sacar la mayor tajada posible, negociando de manera unilateral con
el gobierno central y presionándolo ya que necesita de sus votos para
mantenerse en el poder.
Con
estos importantes recelos iniciales, la financiación autonómica debería llevar
a cabo una serie de acciones previas antes de tomar forma definitiva. Como
primer paso ha de procederse a la nivelación de servicios entre todas las
comunidades autónomas, habilitando los fondos especiales necesarios para
conseguirlo. Si no se hace así Extremadura, junto con otras regiones de parecidas
características, partirían desde atrás en este proceso de financiación.
Los
fondos especiales de nivelación de servicios habrían de lograr una cierta
igualdad previa en cuestiones como la sanidad, la educación o las infraestructuras
generales (carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, telecomunicaciones, agua...etc.).
Esto traería consigo la necesidad de llevar a cabo una valoración y aporte
previo de dichos fondos especiales para estas regiones de modo que todas las
comunidades autónomas salieran aproximadamente del mismo punto de partida en el
nuevo mecanismo de financiación.
Sería
una compensación por el hecho de que la historia trató de manera desigual a unas
y otras comunidades autónomas, haciendo perdedoras a las regiones pobres, incluso
de una buena parte de su población que pasó a engrosar la de las regiones
privilegiadas por los distintos regímenes gobernantes en España, que siempre
fueron las mismas.
Una
vez establecidos estos fondos de nivelación inicial, que podrían repartirse en
varios ejercicios, habría que diseñar el nuevo mecanismo de financiación que
debería ser justo, equitativo y solidario y tener en cuenta un abanico de
variables y no sólo el número de habitantes.
La
población se revela como una variable de gran importancia, pero no puede ser
considerada la única. Si se hace así se beneficiaría a las regiones muy
pobladas, generalmente las más ricas, en perjuicio de las regiones menos
pobladas, que suelen ser las de menor renta per cápita disponible. Y esto
llevaría a incrementar la divergencia y la desigualdad entre unas y otras. La
España vaciada o en proceso de vaciamiento se vería sensiblemente perjudicada y
se aceleraría su despoblamiento.
Por
tanto, además de la población, la financiación habría de tener en cuenta
aspectos de gran importancia tales como la densidad de la misma, la dispersión
en el territorio, el número de municipios, la insularidad, la tasa de desempleo
y el nivel de renta disponible.
Fijando
la financiación autonómica en base a este conjunto de variables, podría
llegarse a una cierta igualdad entre las comunidades autónomas. Y sería una
manera de que no se acrecentasen las diferencias entre unas y otras, evitando
que haya españoles de primera y de segunda división.
La
propuesta anterior no será fácil de llevar a cabo. Primero por su complejidad,
aunque esto sería superable y merecería la pena hacer el esfuerzo y en segundo
término porque las regiones con más población intentarán imponer el criterio
del número de habitantes o algo próximo a él, que les beneficia.
La
solidaridad queda muy bien en los discursos y manifestaciones grandilocuentes
de los políticos, pero hay mucha resistencia de las regiones pudientes a ceder
algo a las más necesitadas para intentar un equilibrio y que se produzca una
mínima convergencia.
Y
no digamos la deriva que tomará el nuevo modelo de financiación ante las
presiones que sobre el gobierno ejercerán vascos y navarros con sus fueros y
ventajas fiscales y el chantaje permanente catalán al que el gobierno cederá
con alta probabilidad.
Me
temo que Extremadura volverá a salir perjudicada ya que a las regiones ricas y
privilegiadas les interesa aplicar el criterio de población de modo casi
exclusivo y nos venderán la idea de que las comunidades autónomas menos
pobladas ya reciben financiación “per cápita” superior a las más pobladas
exhibiendo estas cifras. Una falacia que nunca conseguirá una mínima
convergencia entre regiones ricas y pobres.
Con el modelo actual de media en 2019, cada región española recibió 2.833 euros por habitante. Extremadura (3.086
euros por habitante) podría parecer que sale beneficiada, pero no se tienen en
cuenta la superficie, dispersión y características de la región, con lo que en
realidad sale perjudicada.
Si no hay solidaridad y no se aplican criterios distintos a la población se mantendrá o aumentará la desigualdad interregional, como ocurre en la actualidad.
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