viernes, 5 de mayo de 2017

UT PLACEAT DEO ET HOMINIBUS

En un paraje deleitoso, rodeado por el río Xerete (Jerte), cerca de un antiguo asentamiento romano denominado Ambracia o Ambrosía, Alfonso VIII fundó en el año 1186 una ciudad para que agradase a Dios y a los hombres (Ut placeat Deo et hominibus) tal y como reza el lema que luce la filacteria de su escudo. Se trata de la ciudad de Plasencia. La historia de su nacimiento como urbe ha sido narrada de un modo muy brillante por el escritor Jesús Sánchez Adalid en su novela El Alma de la Ciudad.

Nací allí pero hace muchos años que no resido en esta hermosa población, ya que por razones profesionales hube de trabajar en otros lugares. Pero no pierdo ocasión de visitarla pues sigue ejerciendo sobre mí un fuerte atractivo.

No en vano mi adolescencia y juventud transcurrieron en ella y eso deja huella indeleble en uno. Descubrí la ciudad cuando yo era aún niño de la sabia mano de mi abuelo Ignacio. Él me mostró por primera vez los diversos barrios, rincones y monumentos que atesora esta espléndida urbe asentada en las riberas de un río casi siempre caudaloso: el río Jerte que tiene su nacimiento en las montañas que forman la divisoria entre Extremadura y Castilla y León.

Este puente del primero de mayo he vuelto a recalar en la ciudad acompañando a mi mujer y a unos excelentes amigos: Mari Carmen y Pedro. Coincidí con él en el colegio marista de Plasencia y después de casi 50 años sin contacto he vuelto a reencontrarme con ellos en Cáceres. Y hemos retomado aquella antigua amistad juvenil.

Preparamos el viaje a la perla del Valle para recorrer los rincones placentinos que un buen amigo nuestro, Francisco Javier López Lorente compañero del colegio, ha reflejado con gran maestría en su libro de acuarelas titulado, Plasencia: trazos y colores.

Pedro aunque no ha nacido allí sino en Cañaveral, es un enamorado de la ciudad placentina puesto que en ella pasó varios años de su adolescencia como alumno interno del colegio marista. En donde.por cierto, obtenía unas brillantes calificaciones.

Tuvimos suerte con el tiempo. Aunque llovió algo al principio, poco después el cielo se fue despejando e incluso lució el sol. Lo cual nos permitió dar un amplio paseo por toda la ciudad pudiendo admirar la muralla y las puertas abiertas en ella, los palacios y casas solariegas, las iglesias y conventos y en general un casco histórico bastante bien conservado con alguna excepción como la Casa de las Dos Torres o palacio de los Monroy, monumento sobre el que la autoridad competente debería tomar decisiones que impidan que continúe su deterioro.

Admiramos varias de las siete puertas sitas en la muralla de la ciudad: Sol, Trujillo y Berrozana y algunos lienzos de la misma restaurados que nos revelan el modo en que la ciudad se defendía en el medievo de posibles ataques.

En el año 1189 el papa Clemente III fundó la diócesis de Plasencia, nombrando como primer obispo a Don Bricio, que reunía la condición de mitad monje, mitad soldado y que ayudó al rey fundador Alfonso VIII con las mesnadas placentinas en diferentes episodios bélicos de la época.

La sede de la diócesis que se extiende por tres provincias españolas: Salamanca, Cáceres y Badajoz, radica en sus dos hermosas catedrales. La vieja de estilo románico cuyo arquitecto fue Juan Francés, junto a la nueva gótica y plateresca que quedó inconclusa ya que sólo llegó a edificarse una mitad paredaña con la catedral antigua. En la construcción de la nueva seo intervinieron los más destacados arquitectos de la época: Juan de Álava, Francisco de Colonia, Alonso de Covarrubias, Diego de Siloe y Rodrigo Gil Ontañón.

El monumento se mantiene esplendoroso tras su reciente restauración siendo uno de los monumentos religiosos más notables de Extremadura y el edificio catedralicio de mayor importancia arquitectónica de la región.

Contemplamos la antigua judería, la más importante de las ubicadas en el territorio de la diócesis y sobre cuyos restos se levantaron edificios tan notables como el palacio del Marqués de Mirabel y la Iglesia de Santo Domingo con su convento anexo que ha sido restaurado con gran acierto y convertido en Parador de Turismo el cual mantiene un excelente nivel de servicios. Se encuentra entre los cinco paradores de turismo españoles mejor calificados por los huéspedes que los visitan.

Con sus casi 41.000 habitantes Plasencia une hoy día tradición y modernidad. Su casco histórico coexiste y se integra con una ciudad moderna y pujante, capital de la alta Extremadura y centro neurálgico de comarcas de una gran belleza y potentes recursos naturales como La Vera, los Valles del Jerte, del Ambroz y del Alagón, la Sierra de Gata y Las Hurdes o el cercano Parque Nacional de Monfragüe.

No faltaron unas “cañas” en la plaza Mayor, costumbre típicamente placentina, ante la mirada del abuelo Mayorga. Un excelente almuerzo en Casa Tomás restaurante que es un emblema de la gastronomía local y que se encuentra cerca del acueducto del siglo XVI que antaño abasteciera de agua a Plasencia, puso punto y final a una visita durante la que pudimos disfrutar una vez más de la belleza de la ciudad en la que vi la luz. Volveremos. Merece la pena el viaje.


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