viernes, 3 de junio de 2016

SABER GANAR Y SABER PERDER

Para que desde el principio quede meridianamente claro, manifiesto que soy madridista desde mi más tierna infancia. Sobre todo desde que mi padre, cuando yo tenía 11 años, me llevó al Santiago Bernabéu a presenciar una Copa Latina en la que participaron: Benfica, Milán, Saint Etienne y Real Madrid. Jugaron aquel trofeo, Di Stéfano, Kopa, Gento, Coluna, Aguas,  Schiaffino y  Maldini  entre otros grandes jugadores. Casi nada.

Soy seguidor madridista, pero no forofo ni hooligan, por lo que intento analizar los partidos o circunstancias que se producen en el club blanco de la manera más ecuánime posible, siempre desde mi militancia merengue.

También he de decir que como me gusta el fútbol, durante los años de mis estudios en Madrid alternaba mi asistencia a los partidos del Bernabéu con los que se jugaban primero en el Metropolitano y posteriormente en el Vicente Calderón. Allí tuve ocasión de ver jugar en el Atleti a figuras de la talla de: Mendoza, Ufarte, Collar, Gárate, Luis o Adelardo. El Atlético de Madrid ha sido y es un equipo grande que siempre me ha caído bien. Sobre todo por su filosofía de esfuerzo y lucha en la competición junto a una gran capacidad de encaje cuando las cosas vienen mal dadas.

Disputada la final de la Champions League contra los colchoneros, la Undécima ya está en nuestras repletas vitrinas, pero ha sido conseguida ante un conjunto de gran talla futbolística que ha dado todo para impedirlo. El partido tal vez no haya sido muy vistoso pero sí muy competido y emocionante.

En la final creo que los dos clubes han dado muestras de una gran categoría como entidad. El vencedor ha sabido ganar; el derrotado ha sabido perder. Y esto es lo mejor que en mi opinión ha sucedido en la final de la Champions League. La han disputado dos equipos con señorío.

Saber ganar suele ser más fácil que saber perder. Pero se puede celebrar la victoria de muchas maneras que van desde la prepotencia a la elegancia. Y al terminar la final para satisfacción de la mayoría de seguidores madridistas el Real Madrid estuvo en su sitio, haciendo pasillo y consolando al equipo derrotado que había puesto todas sus ilusiones en conquistar su primer trofeo de Champions League aunque no lo consiguiera.

El Atlético de Madrid supo perder. Con dignidad y señorío, dando todo lo que tenía e intentándolo hasta el último minuto de la prórroga y hasta el último penalti de la tanda de cinco que se tiraron. Supo irse del campo con gallardía, sin protestar, reconociendo la superioridad del rival que en este caso fue muy exigua. Lo que va de acertar o fallar  una pena máxima. Y en eso interviene mucho la suerte. La que seguramente le faltó al equipo colchonero. Pero ya la tendrá. Hoy día es uno de los mejores equipos de Europa.

Lo que más admiro de estos dos clubes, es que se limitan a ser eso: clubes deportivos. Y tratan de obtener los mejores resultados para sus equipos en el ámbito estrictamente competitivo, dejando a un lado reivindicaciones políticas que son impropias de un club de deportistas y que tienen otros ámbitos en donde han de ser planteadas. Cuando proceda.

En la final de la Champions League asistimos a un evento deportivo en el que no se mezclaron el culo con las témporas y las aficiones se dedicaron en cuerpo y alma a animar a sus equipos para que trataran de obtener el triunfo. Así que lo único que se vieron fueron banderas y camisetas de los equipos que jugaban. Y se dejaron en un cajón las “esteladas” y otro tipo de enseñas no deportivas que no pintan nada en un estadio de fútbol. Por eso las prohíbe la UEFA. Con toda la razón del mundo. Aquí en España para no enfadar a unos cuantos fanáticos antiespañoles las permitimos. Así nos luce el pelo.

Creo sinceramente que en la final se enfrentaron los dos mejores equipos de Europa, que en la Liga española además han de soportar el politiqueo y el victimismo de otro equipo, de cuyo nombre no quiero acordarme, que tiene derecho de pernada para ganar siempre – para cuyo fin utiliza profusamente la colaboración del estamento arbitral y federativo - con el objetivo de contentar a unos cuantos impresentables que mezclan política y deporte y que además quieren irse de España. Pero esto en Europa no les vale porque allí los árbitros y la UEFA se mueven por otros derroteros. Gracias a Dios.

De modo que después de lo visto he de concluir que la final la disputaron los dos mejores equipos de Europa, los dos españoles, de Madrid, que dieron una lección de lo que es un evento deportivo y que supieron ganar y perder. Por eso las felicitaciones de todos los aficionados han de ser para los dos equipos. Se lo merecieron ambos.


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