SABER GANAR Y
SABER PERDER
Para
que desde el principio quede meridianamente claro, manifiesto que soy
madridista desde mi más tierna infancia. Sobre todo desde que mi padre, cuando
yo tenía 11 años, me llevó al Santiago Bernabéu a presenciar una Copa Latina en
la que participaron: Benfica, Milán, Saint Etienne y Real Madrid. Jugaron aquel
trofeo, Di Stéfano, Kopa, Gento, Coluna, Aguas,
Schiaffino y Maldini entre otros grandes jugadores. Casi nada.
Soy
seguidor madridista, pero no forofo ni hooligan, por lo que intento analizar
los partidos o circunstancias que se producen en el club blanco de la manera
más ecuánime posible, siempre desde mi militancia merengue.
También
he de decir que como me gusta el fútbol, durante los años de mis estudios en
Madrid alternaba mi asistencia a los partidos del Bernabéu con los que se
jugaban primero en el Metropolitano y posteriormente en el Vicente Calderón.
Allí tuve ocasión de ver jugar en el Atleti a figuras de la talla de: Mendoza,
Ufarte, Collar, Gárate, Luis o Adelardo. El Atlético de Madrid ha sido y es un
equipo grande que siempre me ha caído bien. Sobre todo por su filosofía de
esfuerzo y lucha en la competición junto a una gran capacidad de encaje cuando
las cosas vienen mal dadas.
Disputada
la final de la Champions League contra los colchoneros, la Undécima ya está en
nuestras repletas vitrinas, pero ha sido conseguida ante un conjunto de gran
talla futbolística que ha dado todo para impedirlo. El partido tal vez no haya
sido muy vistoso pero sí muy competido y emocionante.
En
la final creo que los dos clubes han dado muestras de una gran categoría como
entidad. El vencedor ha sabido ganar; el derrotado ha sabido perder. Y esto es
lo mejor que en mi opinión ha sucedido en la final de la Champions League. La
han disputado dos equipos con señorío.
Saber
ganar suele ser más fácil que saber perder. Pero se puede celebrar la victoria
de muchas maneras que van desde la prepotencia a la elegancia. Y al terminar la final para
satisfacción de la mayoría de seguidores madridistas el Real Madrid estuvo en
su sitio, haciendo pasillo y consolando al equipo derrotado que había puesto todas
sus ilusiones en conquistar su primer trofeo de Champions League aunque no lo
consiguiera.
El
Atlético de Madrid supo perder. Con dignidad y señorío, dando todo lo que tenía
e intentándolo hasta el último minuto de la prórroga y hasta el último penalti
de la tanda de cinco que se tiraron. Supo irse del campo con gallardía, sin
protestar, reconociendo la superioridad del rival que en este caso fue muy
exigua. Lo que va de acertar o fallar una pena máxima. Y en eso interviene mucho la
suerte. La que seguramente le faltó al equipo colchonero. Pero ya la tendrá.
Hoy día es uno de los mejores equipos de Europa.
Lo
que más admiro de estos dos clubes, es que se limitan a ser eso: clubes
deportivos. Y tratan de obtener los mejores resultados para sus equipos en el
ámbito estrictamente competitivo, dejando a un lado reivindicaciones políticas
que son impropias de un club de deportistas y que tienen otros ámbitos en donde
han de ser planteadas. Cuando proceda.
En
la final de la Champions League asistimos a un evento deportivo en el que no se
mezclaron el culo con las témporas y las aficiones se dedicaron en cuerpo y
alma a animar a sus equipos para que trataran de obtener el triunfo. Así que lo
único que se vieron fueron banderas y camisetas de los equipos que jugaban. Y
se dejaron en un cajón las “esteladas” y otro tipo de enseñas no deportivas que
no pintan nada en un estadio de fútbol. Por eso las prohíbe la UEFA. Con toda
la razón del mundo. Aquí en España para no enfadar a unos cuantos fanáticos
antiespañoles las permitimos. Así nos luce el pelo.
Creo
sinceramente que en la final se enfrentaron los dos mejores equipos de Europa,
que en la Liga española además han de soportar el politiqueo y el victimismo de
otro equipo, de cuyo nombre no quiero acordarme, que tiene derecho de pernada
para ganar siempre – para cuyo fin utiliza profusamente la colaboración del
estamento arbitral y federativo - con el objetivo de contentar a unos cuantos
impresentables que mezclan política y deporte y que además quieren irse de
España. Pero esto en Europa no les vale porque allí los árbitros y la UEFA se
mueven por otros derroteros. Gracias a Dios.
De
modo que después de lo visto he de concluir que la final la disputaron los dos
mejores equipos de Europa, los dos españoles, de Madrid, que dieron una lección
de lo que es un evento deportivo y que supieron ganar y perder. Por eso las
felicitaciones de todos los aficionados han de ser para los dos equipos. Se lo
merecieron ambos.
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