viernes, 26 de febrero de 2016

AUSTERIDAD, EXPANSIÓN Y ESTABILIDAD PRESUPUESTARIA

 En España el paradigma de la aplicación de las políticas de austeridad, conocidas en ámbitos políticos como “austericidio”, ordenadas por Merkel y por la “troika” durante el proceso de rescate financiero acaecido en nuestro país, ha sido el PP.

Sus efectos han resultado favorecedores para capas muy reducidas de la población española (grandes fortunas, empresas potentes y capitalistas) y perniciosos para la mayoría de los ciudadanos especialmente para la clase media y los trabajadores. Los corolarios principales han sido: un aumento muy notable de la desigualdad, un importante deterioro de la clase media y un incremento desmesurado en los niveles de pobreza.

Han impuesto con su mayoría absoluta una reforma laboral cuyas consecuencias han sido: despidos más fáciles, reducción de salarios y empleo precario. Se ha tratado de conseguir incrementar la competitividad mediante recortes en los salarios o en la calidad del empleo, más que por la vía de una mejora tecnológica de los procesos de producción y de la fabricación de bienes nuevos de más alto valor.

Se han llevado a cabo importantes recortes en sanidad y en educación que han generado un menoscabo muy acentuado de estos sectores que son la base del estado del bienestar y se han introducido copagos especialmente onerosos en las áreas sanitarias.

Con el trampantojo de asegurar a las pensiones una subida del 0,25 % se ha engañado a los jubilados, puesto que los incrementos en el coste de la cesta de la compra que realmente les afecta, han sido sensiblemente mayores que la actualización aplicada durante toda la legislatura.

Podría pensarse que después de la puesta en marcha de estas políticas de austeridad, las condiciones de estabilidad presupuestaria habrían mejorado y estaríamos en un camino más cómodo. Nada de eso. En estos cuatros años a pesar de los recortes aplicados no se ha cumplido nunca con el porcentaje de déficit establecido por la UE y la deuda pública ha pasado del 70 % del PIB a prácticamente el 100 %. Como ven una paradoja que nunca se ha explicado a la población. ¿Quién se ha beneficiado de este contrasentido? Pues los de siempre: capitalistas y corruptos y la pléyade de enchufados de las empresas públicas, que no hemos de confundir con los funcionarios de las diferentes administraciones que han sido otras víctimas.

Y es que el manido crecimiento del PIB se ha hecho a expensas de incrementar fuertemente la deuda. Y eso no es una mejora de la economía. Al contrario. Es un deterioro de la misma.

Ahora algunos partidos de corte progresista propugnan un cambio radical en estas políticas de austeridad y estando en parte de acuerdo con ellos, éstas han de aplicarse adoptando algunas cautelas para que la deuda pública no continúe disparada y se vuelva imposible, ya casi lo es, su devolución.

Hay que introducir políticas que favorezcan el crecimiento económico de modo que haya más que repartir y proceder a una distribución más equitativa, mirando siempre a la consecución de la estabilidad presupuestaria en el plazo más breve posible.

Dado que el crecimiento sólo se genera a través de los emprendedores había que facilitar la constitución de nuevas empresas, dando facilidades y evitando trámites administrativos penosos que disuadan a los empresarios para acometer su creación.

Los dineros públicos han de ir dirigidos a la inversión productiva, mejorando las infraestructuras en las que seamos deficitarios, la sanidad o la formación especialmente en la innovación y la investigación en nuevas tecnologías de producción y nuevos materiales destinados a producir bienes de mayor valor añadido.

Ha de desarrollarse una política fiscal progresiva que ha de tener como fundamento la persecución del fraude fiscal y de la economía sumergida, evitando las escapatorias fiscales existentes (las sicav por ejemplo). No puede ser que la fiscalidad continúe gravitando sobre las espaldas de las rentas del trabajo y no colaboren al menos en igual medida las rentas del capital y los beneficios de las empresas.

A los más afectados por la crisis ha de ayudárseles con prioridad, pero con el horizonte de facilitarles un puesto de trabajo digno y no limosnas que son pan para hoy y hambre para mañana.

Es decir hay que aplicar políticas expansivas pero con moderación y vigilando la estabilidad presupuestaria y la deuda y en un marco de persecución implacable de la corrupción.

Utopías como las que propone Podemos en su programa son inviables por imposible financiación y sólo conducen a la frustración de los ciudadanos y a aumentar la pobreza de España. Y es que los números sobre el papel aguantan todo, pero luego resulta que la realidad es muy testaruda y los termina destrozando.






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