sábado, 9 de enero de 2016

ALEGRÍAS DE UN JUBILADO

 “La jubilación es la antesala de la muerte”. Esta afirmación puesta en boca de uno de los personajes de la novela de Miguel Delibes La Hoja Roja,  no es del todo cierta en los momentos actuales.

La jubilación tiene lugar en España alrededor de los 65 años y debido a la elevada esperanza de vida de la población fruto de unas mejores condiciones de la sanidad alcanzadas en nuestro país, los pensionistas suelen encontrarse en buenas condiciones físicas y mentales para poder seguir activos algunos años más, aportando su experiencia a la sociedad.

No quiero decir con esto que haya de prolongarse la edad de jubilación; yo creo que los 65 o 67 años que se propugnan ahora son una edad razonable para dejar el servicio activo. Sobre todo teniendo en cuenta que hay que dar paso a los jóvenes. Igual que nos ocurrió a nosotros los ahora jubilados. Nuestros antecesores también se hicieron a un lado cuando éramos jóvenes, para que tomáramos las riendas los que ahora hemos pasado a las clases pasivas como se decía antiguamente.

Y en este sentido es encomiable la actitud mostrada por los que eran mayores cuando yo era joven. En mi profesión - comencé en la empresa privada y a los dos años pasé al Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA) - siempre conté con el sabio consejo de los ingenieros veteranos que me ayudaron y me transmitieron sus conocimientos así como las actuaciones que habían llevado a cabo, con sus aciertos y sus errores, lo cual me fue de gran utilidad para desarrollarme profesionalmente.

En eso consiste el relevo generacional. Y tiene que seguir siendo así. Los que se van han de transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones, que deberán actuar de la misma manera con los que vienen detrás de ellos. Este es el modo por el que un país progresa y se desarrolla.

Pero los jubilados, al menos a aquellos a los que les apetezca, deberíamos poder seguir pasivamente activos. Sobre todo los que hemos desarrollado un trabajo de corte más intelectual que físico. Quiero decir que la sociedad podría contar con nosotros para que continuáramos aportando nuestros conocimientos y la experiencia adquirida.

Muchos de los que nos hemos jubilado hemos seguido con la mente activa, intentando aumentar nuestros conocimientos ya que actualmente las nuevas tecnologías permiten ponerse al día con relativa facilidad, cuestión que era mucho más difícil de conseguir en tiempos pretéritos.

Para los que mantengan esta actitud, el que cuenten con ellos en determinados momentos es muy reconfortante. Porque esta participación le permite seguir con su puesta al día y transmitir sus conocimientos actualizados. Y eso es muy vivificante para un retirado. Que pueda seguir aportando cosas a la sociedad sin perjudicar ni obstaculizar la incorporación de la juventud a los puestos de trabajo.

Personalmente he tenido una de mis mayores alegrías desde que me jubilé, con motivo de la invitación que he recibido de la dirección de FEVAL para participar en una jornada técnica sobre Regadíos que se celebrará el 27 de enero en el marco de Agroexpo 2016 en la ciudad de Don Benito.

Para mí será un gran honor el poder exponer una ponencia que versará sobre los posibles efectos del cambio climático en los regadíos de Extremadura y los costes energéticos que conllevará.

Y es que muchos jubilados nos conformamos con mantenernos activos y que de vez en cuando se acuerden de nosotros. Y eso nos alegra.

Ya que nuestro contento no puede ser fruto de los “elevados” incrementos en nuestras pensiones que nos ha proporcionado el gobierno: un 0,25 % a lo largo de los últimos tres años, extensible al año 2016, lo que representa para una pensión media de 1.000 € la escalofriante cifra de 2,5 € mensuales.

Incremento que es muy inferior al que ha experimentado la cesta de la compra de los pensionistas. Que no es el que establece el IPC oficial, sino otro muy diferente. Porque al pensionista no le afectan demasiado ni el precio de los hoteles de lujo, ni el precio de los carburantes de automoción, ni el de los vehículos. Analicen el incremento experimentado en ese período en el coste de los alimentos básicos: pan, leche, huevos, legumbres, frutas, carne o pescado, del vestido, de la electricidad, del agua, del gas y de los gastos farmacéuticos. Y extraigan consecuencias.

Por eso el que sigan acordándose de uno le compensa de esas subidas tan rácanas en el importe de la pensión. Y hace más alegre la vida del jubilado. Al menos la mía.

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