ALEGRÍAS DE UN
JUBILADO
“La jubilación es la antesala de la muerte”.
Esta afirmación puesta en boca de uno de los personajes de la novela de Miguel
Delibes La Hoja Roja, no es del todo
cierta en los momentos actuales.
La
jubilación tiene lugar en España alrededor de los 65 años y debido a la elevada
esperanza de vida de la población fruto de unas mejores condiciones de la
sanidad alcanzadas en nuestro país, los pensionistas suelen encontrarse en
buenas condiciones físicas y mentales para poder seguir activos algunos años
más, aportando su experiencia a la sociedad.
No
quiero decir con esto que haya de prolongarse la edad de jubilación; yo creo
que los 65 o 67 años que se propugnan ahora son una edad razonable para dejar
el servicio activo. Sobre todo teniendo en cuenta que hay que dar paso a los
jóvenes. Igual que nos ocurrió a nosotros los ahora jubilados. Nuestros
antecesores también se hicieron a un lado cuando éramos jóvenes, para que
tomáramos las riendas los que ahora hemos pasado a las clases pasivas como se
decía antiguamente.
Y
en este sentido es encomiable la actitud mostrada por los que eran mayores
cuando yo era joven. En mi profesión - comencé en la empresa privada y a los
dos años pasé al Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA) -
siempre conté con el sabio consejo de los ingenieros veteranos que me ayudaron
y me transmitieron sus conocimientos así como las actuaciones que habían
llevado a cabo, con sus aciertos y sus errores, lo cual me fue de gran utilidad
para desarrollarme profesionalmente.
En
eso consiste el relevo generacional. Y tiene que seguir siendo así. Los que se
van han de transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones, que deberán
actuar de la misma manera con los que vienen detrás de ellos. Este es el modo
por el que un país progresa y se desarrolla.
Pero
los jubilados, al menos a aquellos a los que les apetezca, deberíamos poder
seguir pasivamente activos. Sobre todo los que hemos desarrollado un trabajo de
corte más intelectual que físico. Quiero decir que la sociedad podría contar con
nosotros para que continuáramos aportando nuestros conocimientos y la
experiencia adquirida.
Muchos
de los que nos hemos jubilado hemos seguido con la mente activa, intentando
aumentar nuestros conocimientos ya que actualmente las nuevas tecnologías
permiten ponerse al día con relativa facilidad, cuestión que era mucho más difícil
de conseguir en tiempos pretéritos.
Para
los que mantengan esta actitud, el que cuenten con ellos en determinados
momentos es muy reconfortante. Porque esta participación le permite seguir con
su puesta al día y transmitir sus conocimientos actualizados. Y eso es muy vivificante
para un retirado. Que pueda seguir
aportando cosas a la sociedad sin perjudicar ni obstaculizar la incorporación
de la juventud a los puestos de trabajo.
Personalmente
he tenido una de mis mayores alegrías desde que me jubilé, con motivo de la
invitación que he recibido de la dirección de FEVAL para participar en una
jornada técnica sobre Regadíos que se celebrará el 27 de enero en el marco de
Agroexpo 2016 en la ciudad de Don Benito.
Para
mí será un gran honor el poder exponer una ponencia que versará sobre los
posibles efectos del cambio climático en los regadíos de Extremadura y los
costes energéticos que conllevará.
Y
es que muchos jubilados nos conformamos con mantenernos activos y que de vez en
cuando se acuerden de nosotros. Y eso nos alegra.
Ya
que nuestro contento no puede ser fruto de los “elevados” incrementos en
nuestras pensiones que nos ha proporcionado el gobierno: un 0,25 % a lo largo
de los últimos tres años, extensible al año 2016, lo que representa para una
pensión media de 1.000 € la escalofriante cifra de 2,5 € mensuales.
Incremento
que es muy inferior al que ha experimentado la cesta de la compra de los
pensionistas. Que no es el que establece el IPC oficial, sino otro muy
diferente. Porque al pensionista no le afectan demasiado ni el precio de los
hoteles de lujo, ni el precio de los carburantes de automoción, ni el de los vehículos.
Analicen el incremento experimentado en ese período en el coste de los
alimentos básicos: pan, leche, huevos, legumbres, frutas, carne o pescado, del
vestido, de la electricidad, del agua, del gas y de los gastos farmacéuticos. Y
extraigan consecuencias.
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