viernes, 27 de noviembre de 2015

DESIGUAL RETRIBUCIÓN DEL MÉRITO

Hace unos días he tenido la suerte de escuchar una conferencia magistral pronunciada en Cáceres por Carlos López Otín, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo. Versaba sobre la genética de la vida, la enfermedad y la muerte.

Discípulo de Eladio Viñuela y de Margarita Salas, el conferenciante con su sabio magisterio, pasó revista en su charla desde los orígenes bacterianos de la vida hasta describir lo que es la base de ella, es decir lo que se sabe del genoma humano o el de los animales y plantas, puesto que es en su conocimiento donde reside la explicación de lo que es la vida, la enfermedad y la muerte.

Dio cuenta al auditorio de la ingente tarea que lleva a cabo junto con su equipo del que se sintió orgulloso a lo largo de toda su disertación. Uno de sus trabajos actuales consiste en tratar de descifrar las alteraciones genéticas que causan la leucemia.

El trabajo en grupo es la única forma de actuación científica hoy día. Ya no existe el investigador solitario, con su microscopio a cuestas, como fue el caso de Ramón y Cajal, y hoy día los procesos de investigación son llevados a cabo por equipos dirigidos por personas de alta cualificación científica e intelectual como López Otín.

A la salida de la conferencia algunos de los asistentes reflexionábamos más que sobre su contenido cuyo interés había sido innegable, sobre la desigual retribución que la sociedad y los medios de comunicación dan a la valía de las personas.

Científicos como el conferenciante u otros profesionales de alta cualificación, conseguida a base de un gran esfuerzo personal y muchas horas de estudio e investigación o de preparación en su área profesional, no reciben la remuneración crematística ni el reconocimiento social que sus desvelos merecen, en comparación con los que perciben otros personajes o personajillos que pululan por nuestra decadente sociedad.

 Ese reconocimiento sólo les es otorgado en áreas científicas o profesionales muy concretas y casi nunca en forma de una elevada retribución económica sino de excelencia científica o técnica. La existencia de este tipo de situaciones es propia de países con un nivel cultural precario, que dan más importancia a las cuestiones banales que a la ciencia y a la técnica o al trabajo bien hecho. España es un ejemplo paradigmático.

Es inconcebible que en el seno de una sociedad que se precie de ser desarrollada y culta, personajes que no aportan más que mediocridad y una ignorancia supina tengan acceso diariamente y durante horas a programas de amplia audiencia en los que solamente vierten su zafiedad y su inmensa incultura. Pues bien estos personajes perciben más emolumentos y tienen un reconocimiento social más amplio que aquellos que trabajan con constancia y denuedo y que aportan a la sociedad descubrimientos que sirven de base a su progreso y a la obtención de unas mejores condiciones de vida para la población.

El colmo de los despropósitos toma cuerpo con los recortes presupuestarios que los gobiernos de distinto signo, sobre todo los populares, han aplicado en España durante la crisis a dos de los pilares que marcan el progreso de una nación y de sus habitantes: la educación y los programas de investigación y desarrollo.

Esta drástica reducción del gasto ha traído como consecuencia que una elevado número de nuestros jóvenes talentos de la ciencia y de la técnica, hayan tenido que emigrar a otros países que les ofrecían unas condiciones de trabajo que no podían encontrar en España, porque los recortes han limitado sensiblemente la financiación de programas de investigación científica o tecnológica en cuyos equipos podían haberse integrado.

Como ejemplo del grado de degeneración social en el que nos encontramos, se mantienen sueldos astronómicos de pretendidas figuras deportivas por parte de los clubes de los que forman parte, mientras estas instituciones deben a la Hacienda Pública ingentes cantidades correspondientes a pagos de impuestos y de seguridad social. Increíble. Jóvenes talentos se ven obligados a abandonar España mientras un montón de deportistas, la mayoría de ellos extranjeros, se forran a costa de que los clubes en los que militan generen cuantiosos agujeros en la hacienda española.

“Panem et circenses ” El circo español continúa. Mientras en España tienen su sede cinco equipos de fútbol que se encuentran entre los veinte más potentes del mundo, ninguna de nuestras universidades se halla entre las cien primeras del "ranking" mundial de ellas. Una pena.

Por eso escuchar conferencias como la de López Otín abre una puerta a la esperanza de que no todo esté perdido en España. Confiemos en que alguien con inteligencia arregle el desaguisado actual.


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